La llegada de Marco Rubio al Gobierno de Trump siembra de malos augurios las relaciones entre Colombia y Estados Unidos

Marco Rubio en Macon, Georgia, el 3 de noviembre de 2024. CHRISTIAN MONTERROSA (BLOOMBERG)

SANTIAGO TORRADO

Bogotá – 

“El pueblo estadounidense ha hablado y se le respeta”, escribió Gustavo Petro, el primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea, en su primera –y contenida– reacción al triunfo del republicano Donald Trump en las elecciones del pasado 5 de noviembre. Ambos lideres se ubican en las antípodas ideológicas y no hacen ningún esfuerzo en disimularlo. Las expectativas son enormes en el país sudamericano, considerado el principal aliado de Washington en la región. En la Casa de Nariño, el nerviosismo se ve ahora acentuado por la inminente llegada de un viejo crítico de Petro, el senador Marco Rubio, al Departamento de Estado.

El probable jefe de la diplomacia estadounidense, de 53 años, se ha destacado como un halcón de la política exterior. El congresista por Florida, de ascendencia cubana, ha adoptado posturas duras frente a China e Irán, además de apoyar las sanciones a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Frente a Colombia, ha derrochado sintonía con el expresidente de derecha Álvaro Uribe, uno de los principales adversarios políticos de Petro. El incesante paso de migrantes por la selva del Darién que marca la frontera con Panamá, en camino a Estados Unidos; la estrategia frente a la crisis poselectoral en la vecina Venezuela, en la que Petro ha intentado mediar por una salida negociada entre el chavismo y la oposición; y los niveles récord de cultivos de coca en Colombia se anticipan desde ya como importantes focos de tensión.

Los comentarios de Rubio sobre Petro nunca han sido amables en los dos años largos que lleva el colombiano en el poder. Los ejemplos abundan, en múltiples frentes. “Las políticas débiles del presidente Petro ya están desestabilizando a sus países vecinos”, señalaba en mayo en una columna. “El narcotráfico en Colombia incentivó a los mafiosos que atacaron un noticiero en Ecuador durante su emisión en vivo a principios de este año. También hay razones para creer que los colombianos que son traficantes de armas están abasteciendo a las fuerzas anárquicas en Haití. En resumen, los fracasos del presidente Petro son un mal agüero para las sociedades de nuestra región”, escribía entonces. Hace un año, le decía al periódico El Tiempo que la respuesta del presidente a los ataques terroristas contra Israel era “una absoluta vergüenza”. En esa entrevista aseguraba, entre otras, que era un error de la Administración de Joe Biden haber invitado a Petro a la Casa Blanca, y que el mandatario colombiano “ciertamente ha debilitado, dañado y socavado su relación con el Congreso de Estados Unidos”, donde se definen la mayoría de los asuntos presupuestales.

Las relaciones con América Latina del primer Trump pasaron por Miami. Con el Gobierno de Iván Duque (2018-2022), el pupilo de Uribe que antecedió a Petro, encontró una sintonía tanto en el fallido “cerco diplomático” contra Nicolás Maduro como en su apoyo al líder opositor Juan Guaidó, reconocido en su día como presidente encargado por Washington y Bogotá. En Cúcuta, la principal ciudad colombiana sobre la frontera, todavía recuerdan la visita al Puente Internacional Simón Bolívar del senador Rubio y el representante Mario Díaz-Balart, ambos por Florida y de ascendencia cubana, en las vísperas de la también fallida operación de Guaidó para ingresar alimentos y medicinas a Venezuela el 23 de febrero de 2019.

Para Petro, el nombramiento de Rubio es una muy mala noticia, valora sin rodeos Adam Isacson, de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés). Cuando ganó Trump, la esperanza era que Colombia no sería una prioridad para su segundo mandato, pero para Rubio sí es un país prioritario, advierte. “Hay un diálogo muy fluido entre Rubio, la comunidad colombo-americana en la Florida, que es muy uribista, y el mismo Uribe, sus amigos y partidarios. El Centro Democrático, el partido más vocal en su oposición de Petro, ya tiene un aliado fuerte en la diplomacia de Estados Unidos”.

Rubio ha tenido una posición abiertamente hostil contra los gobiernos de izquierda en la región, recuerda el analista Sergio Guzmán. “Yo creo que será inflexible en cuanto al fraude cometido por el Gobierno de Maduro y hará muy difícil que Colombia encuentre una línea común con Estados Unidos en la transición democrática de Venezuela, pero tampoco veo a Trump repitiendo el error del reconocimiento a Guaidó”, apunta el director de la consultora Colombia Risk Analysis. Será muy difícil que Bogotá y Caracas tengan una relación productiva durante la Administración Trump, vaticina. Petro, entre otras, siempre ha pedido levantar las sanciones unilaterales, bien sea contra Cuba o Venezuela, que califica como “bloqueos” que solo afectan a los pueblos. Rubio las defiende a capa y espada.

La lucha antidrogas, que Petro ha abogado incansablemente por reformular, es otro frente sensible. Colombia ha alcanzado cifras nunca antes vistas en el área dedicada al cultivo de hoja de coca, el producto base de la cocaína, con 253.000 hectáreas en todo su territorio. Con esos números, advierten los observadores, Trump bien puede optar por la temida descertificación, una medida arbitraria que viene acompañada de sanciones diplomáticas y económicas. Colombia no ha sido descertificada por Washington en sus esfuerzos antinarcóticos desde el Gobierno de Ernesto Samper (1994-1998).

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