La herencia de Lucinda II

Foto La Gran Noticia

Mauricio Salgado Castilla @salgadomg

Segunda parte- Este artículo es la segunda parte de una historia dividida en cuatro, para su comprensión es necesario leer las partes en orden. 

El inmenso Mercedes Benz que la estaba esperando la hizo sentir cómo en un cuento, sensación que se acentuó al llegar a la enorme casa que servía de oficina; donde los altos árboles, ahora sin hojas por los vientos, indican lo vieja que era, en la puerta la esperaba una mujer divinamente vestida de una edad indefinida, subieron por la escalera que crujía debajo de la mullida alfombra, seis abogados la esperaban en una sala de juntas que respiraba sobriedad entre los anaqueles llenos de libros

Tomó el asiento de cuero rojo gastado en una de las cabeceras y después de la ceremonia de presentaciones mientras le servían café con galletas, con cortesía el más canoso de ellos empezó a relatar el testamento.

Ella no prestaba tanta atención a los bienes que enumeraba, estaba muy intrigada por la condición del testamento, ella no se había destacado en prácticamente nada en su vida, en el estudio y en el trabajo era una cumplidora juiciosa de su trabajo sin destacarse, entonces ¿Por qué esa señora ahora la había escogido?

Más si el abogado le recordaba que tenía primas listas para seguir en el proceso si ella no cumplía la condición, entre esas María, que aún después de tantos años le parecía ver sus ojazos verdes con un pelo dorado y una sonrisa que atraía desde pequeña a todos los niños y era la envidia de las otras niñas.  

Finalmente llegó a la condición, antes de leerla otro de los abogados recordó que ese bufete había manejado los bienes de las mujeres de la familia mucho antes que la tía bisabuela Lucinda fuera la heredera, que en esa sala en el mismo asiento que ella estaba ahora varias de las herederas de la familia habían estado en su misma situación. Un escalofrío le recorrió la espalda haciendo que la tasa de café temblara levemente.

Carolina no sabía que tanto se podía sorprender, “debes estar en la casa de tu tía bisabuela por espacio de 15 días durmiendo en uno de los cuartos del tercer piso, por ningún motivo puede pedir que se retire alguno de los muebles de cuarto, sí antes de los quince días se retira, la herencia pasará a su prima segunda, María”; se sintió encoger en el mullido asiento de cuero, ¿Cómo podía ella competir con quien ahora debería ser una muy bella mujer? ¿Qué tan difícil sería estar en esos días? ¿Qué destrezas le exigirán? 

Casi que dice que prefería quedarse con el dinero que le entregaron y devolverse a su vida segura, pero antes de poder decir algo todos se levantaron y uno de los abogados que no había hablado cortésmente la invitó a salir para la casa, ella lo siguió como autómata.

En el carro oía las palabras del abogado cómo si no hablara con ella, las palabras amables y muy respetuosas no parecían para ella, la trataba con la deferencia de una mujer muy importante, algo totalmente nuevo, llegó a pensar “qué buen sueño, ojalá no despierte”. 

En la entrada de la casa, que ahora le pareció más grande que cuando tenía siete años, la esperaban el mayordomo y los otros servidores que parecían de otra era, las casi reverencias la hacían sentir muy rara.

El abogado seguido por el mayordomo la condujo hasta el tercer piso que parecía más una buhardilla parisina que a un cuarto, al abrir la puerta se sintió que hace mucho tiempo nadie había entrado, pero todo estaba extrañamente impecable, aunque todo era de otra época, lo único de ahora el jarrón lleno de flores cuyo aroma invitaba a seguir.

Por un momento se acordó de su pequeña maleta que llevaba ceremonialmente el mayordomo, no tenía ropa para tantos días, el mayordomo como leyéndole la mente, abrió un inmenso closet, diciendo, todo lo que necesita está aquí, todo es de su talla, ¿Cómo podía saber su talla si a ella misma le costaba mucho trabajo encontrar ropa? Las compras de ropa no eran momentos agradables para ella.   Con un gesto el abogado le indicó al mayordomo que descubriera un alto mueble, “este debe permanecer destapado por lo menos los quince días” ella vio un inmenso espejo, cómo los odiaba.

En su casa solo había uno pequeño en el baño, pero cuando salía de la casa se la pasaba mirando su reflejo en todos los vidrios, aún en los charcos de agua después de los aguaceros, cada reflejo le generaban reproches, ¨tal vez si fuera más flaca, tal vez si tuviera más pechos, tal vez si fuera mona, tal vez si fuera más alta¨.

Continuará…

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