Debemos acostumbrarnos a los cambios permanentes entre la derecha y la izquierda gobernando a Colombia como ocurre desde hace muchos años en las viejas democracias europeas. Que en este momento la derecha colombiana toda, sumados los medios de comunicación tradicionales ataque al gobierno izquierdista de Gustavo Petro, no es ninguna novedad. Lo raro sería que la oligarquía lo apoyara.
Están «alertando» a los colombianos sobre los inminentes riesgos que implica este gobierno para la democracia. Con ese nuevo miedo que le quieren meter a la gente es que han gobernado siempre. Por eso se le atravesaron a Gaitán y no dejaron gobernar a Ernesto Samper. Siendo tan fuertes; ¿por qué temerle a la gente?
Cobra vida el grafiti aquel de la calle 34 con carrera séptima de Bogotá: «Regalan miedo pare vendernos seguridad y la pagamos con libertad».
Como la política es dinámica, izquierda y derecha debaten por estos días en el congreso un proyecto de ley que llaman «Ley de los trásfugas» que permitirá a unos y otros cambiar de partido aunque no de ideología, si nos atenemos a que liberales y conservadores tradicionalmente han sido una sola tendencia. Solo han rivalizado electoralmente para turnarse el poder. La izquierda, en cambio siempre ha sido atomizada, fragmentada, dividida por liderazgos importados las más de las veces de Rusia, China o Cuba con sus correspondientes revisionismos y purgas locales que, hasta ahora, no les ha permitido consolidar un liderazgo con dirigentes de peso.
La elección de Gustavo Petro Urrego como presidente de Colombia no fue el efecto solo de la alianza electoral de los múltiples movimientos de izquierda, fue el resultado del desgaste político acumulado por la derecha con el ejercicio corrupto de la administración pública que desembocó en el “voto de opinión” de millones de colombianos, en su mayoría sesentones y una importante población de jóvenes entre 25 y 40 años, deseosos del cambio.
El reto del actual mandatario es optimizar su equipo de gobierno para ejecutar el Plan Nacional de Desarrollo, calificado por uno de los más brillantes economistas colombianos y ahora ex jefe del Departamento Nacional de Planeación, Jorge Iván González, como el más revolucionario de la historia colombiana por el alcance socioeconómico de sus programas.
Si hace un buen gobierno en el tiempo que le queda, el presidente Petro le estará abonando el camino a una izquierda más coherente de aquí en adelante , dispuesta a volver al poder cuando nuevamente y en poco tiempo la derecha vuelva a sufrir el desgaste de sus maniobras políticas, vuelva a defraudar a sus electores como lo ha hecho cada cuatro años durante los dos siglos de vida Republicana.
Quedan dos años para demostrar que la izquierda si puede gobernar bien, como lo quisieron los librepensadores liberales, que sí eran liberales progresistas, encabezados, entre otros por Gerardo Molina, Eduardo Umaña Luna, María Cano, Diego Montaña Cuellar, Raúl Eduardo Mahecha y Gilberto Vieira.
A estas horas de la vida de la República de Colombia hay que decirle a la derecha, a los políticos corrompidos y a los empresarios corruptos que ya no son estos los tiempos en los que desde los clubes sociales de Bogotá se puedan diseñar estrategias y amañar noticias orientadas a desacreditar a los gobernantes con argumentos de debordamiento inflacionario, desempleo y baja producción que son los mismos factores que pesan en el momento sobre la economía mundial.
Son tiempos estos, los de ahora, los que permitirán que la ciudadanía sea la que rompa las roscas que se llevaron el presupuesto nacional al patrimonio familiar.
Cuando el Presidente Gustavo Petro entregue el poder a su sucesor, seguramente liberal, el país va a entender que la izquierda es democrática.