Por Ruben Dario Arcila “Rubencho”
Si la juventud es un defecto, es un defecto del que nos curamos demasiado pronto. Aún de pantalón corto en la radio, muriendo en el intento de parecernos a Carlos Arturo Rueda, el tiempo, la autoestima y la experiencia fueron forjando mi propio estilo.
Es como el proceso de maduración entre barricas de roble, «soñando con llegar la gloria a conseguir», alcanzando la más alta graduación cuando llenas con imaginación y versos cada tonel; lleva entre 30 o 40 años de añejamiento un buen relato deportivo.
Ahora se abre la puerta de los sustos a una nueva generación, algunos imitando y sirviendo en sus mesas el coñac y las coplas que otros cultivaron.
Bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán todos nuestros defectos. Sin quejas ni reproches nos tomamos juntos este sorbo: » La posteridad no teje guirnaldas para los imitadores».
«Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo ya nadie sabe el autor».
«Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar, aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás». «Que, al fundir el corazón con el alma popular, lo que se pierde de nombre se gana en eternidad».
La magia de mi escuela radial me lleva a evocar momentos amables del ayer, su encanto, es mi presente.
“Rubencho”