JUAN DIEGO QUESADA JUAN ESTEBAN LEWIN
Juan Manuel Santos ha vivido estos años alejado de la confrontación política diaria, en un planeta al que se llega después de cambiar el rumbo de un país. Desde que ganó el Premio Nobel de la Paz por acordar la desmovilización de la guerrilla más brutal de la historia de Latinoamérica, las FARC, le ha rodeado un aura de estadista.
El gran pintor colombiano, Juan Cárdenas, lo ha dibujado sentado en una butaca presidencial en medio de una espesa vegetación. Antes de que Jonathan Yeo se convirtiese en el retratista del rey Carlos de Inglaterra, inmortalizó a Santos (Bogotá, 72 años) en una silla, con las manos cruzadas y una paloma de la paz en la solapa de la americana, en un lienzo salpicado de tonos rojos.
Por el camino se ha paseado por las universidades más prestigiosas del mundo, donde ha recibido deferencias de líder mundial. Sin embargo, Gustavo Petro lo ha traído de nuevo a la arena política.
El actual presidente sostiene con ahínco desde hace semanas que el acuerdo de paz incluye un párrafo que le permite convocar una Asamblea Constituyente, reformar la carta magna de su país y modificar algunos artículos, como pueda ser el del veto a la reelección.
Santos, el padre de esa negociación, dice que de ninguna manera puede leerse así el acuerdo y acusa a Petro de tratar de destruir la democracia, lo que son palabras de grueso calibre. Esta tarde, en la oficina de Bogotá de la fundación que creó con el dinero del Nobel, luce sereno -su estado habitual, según los que le conocen-, con traje azul oscuro, casi negro, y una camisa sin corbata. Se sienta en un sofá, sin más ceremonia, y de repente aparece el político de ocho años atrás, el que calculaba cada palabra y a la vez era capaz de destruir a alguien en una sola frase.
Pregunta. Presidente, Gustavo Petro no ha llegado a dos citas que había agendado con usted y le ha dejado esperando. ¿Siente que le ha faltado el respeto?
Respuesta. No me ofendo por esos comportamientos, no les doy importancia.
P. Nos consta que usted lo recibió en campaña en su casa, un encuentro que se ha mantenido en secreto.
R. Me estuvo pidiendo apoyo entonces y yo le dije que no iba a apoyarle a él y mucho menos a Rodolfo, pero que sus ideas sobre implementar el proceso de paz, hacer una transición hacia una economía verde y acelerar la justicia social eran ideas que yo compartía plenamente y que podía tener todo mi apoyo para eso.
P. ¿Le parece que aquel Petro que hablaba de un acuerdo nacional es muy distinto al de hoy?
R. Sin duda era mucho más conciliador, e inclusive cuando empezó su Gobierno la conformación de su gabinete así lo demostró (incluyó tres ministros del centro político). Lo que ha ocurrido es que se ha venido radicalizando.
P. Ha dicho que solo hay un Premio Nobel en Colombia, Gabriel García Márquez. ¿Le molesta?
R. Se excusó después públicamente.
P. ¿Usted se lo pidió?
R. No, pero gente alrededor de él le dijo que cómo había cometido semejante error. Petro dijo que fue un lapsus. De todos modos, yo no le doy importancia a esos comportamientos porque entonces viviría lleno de ira y resentimiento. Y yo no soy así.
P. Pero otros comportamientos sí le alteran. Por ejemplo, que Petro hable de la posibilidad de una Asamblea Constituyente.
R. Me inquieta porque están manoseando el acuerdo de paz y lo están utilizando para algo que en el fondo quisimos proteger desde el comienzo de las negociaciones. Y es que el acuerdo se enmarcara dentro de nuestra Constitución y los tratados que teníamos sobre derechos humanos. Cuando vi que estaban diciendo que el acuerdo de paz obligaba a Petro a convocar una Asamblea Constituyente, me pareció importante aclarar que ese acuerdo en ningún caso puede utilizarse para violar la Constitución. Y me pareció también que el anuncio de Petro de denunciar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que el Estado no está cumpliendo es un contrasentido porque él es el jefe del Estado. Entonces eso me llevó a escribir la carta (al secretario general de la ONU), pero también con un propósito adicional muy importante: esta es una discusión inocua que está desgastando al país, lo está polarizando y no va a llegar a ningún lado porque una Constituyente por caminos ilegales, simple y llanamente, no va a suceder. Para ponerle fin a esta discusión fue que hice las aclaraciones en la carta.
P. Se ha abierto un debate legal. Eduardo Montealegre (exfiscal general de la nación con Santos), elaboró un comunicado con 11 páginas, de cierta enjundia jurídica, dando argumentos en defensa de que sí se puede llevar a cabo una Constituyente con el acuerdo de paz en la mano.
R. Respeto al doctor Montealegre, es un gran jurista, pero la tesis de que el acuerdo obliga a la convocatoria de una Asamblea Constituyente se cae de su propio peso. Esa propuesta de Constituyente fue llevada a la mesa de negociación por las FARC. Inclusive hubo una discusión dentro de la guerrilla por este asunto, que la ganó el lado que proponía la Constituyente. En La Habana se rechazó explícitamente y el propio Rodrigo Londoño, Timochenko -último jefe de las FARC-, lo dijo recientemente: el acuerdo no es para convocar la Constituyente. Y si los que firmamos el acuerdo, Rodrigo Londoño y yo, decimos que eso no fue lo que sucedió, pues no sucedió.
P. Hace un año le entrevistamos y usted nos dijo que no quería participar en política. Con este capítulo, sin duda, usted está interviniendo, presidente.
R. Si hacer un llamado para que dejen de discutir sobre el sexo de los ángeles, como es una Constituyente ilegal, para que el país no quede mal ante Naciones Unidas es intervenir, pues sí. Mi propósito no es intervenir en la política y yo con esto no voy a seguir insistiendo.
P. Cuando habla del sexo de los ángeles nos recuerda que esa era la discusión que había en Constantinopla, en Bizancio, mientras los turcos estaban a las puertas. ¿Cuáles son los turcos que están a las puertas de Colombia?
P. Hay unos problemas muy serios. El más serio, a mi juicio, es el de la inseguridad. Según Naciones Unidas, el Estado está perdiendo el control en 400 municipios. Hay un departamento, el del Cauca, que está incendiado. El tema de la corrupción, que a todo el mundo lo tiene bastante escandalizado. La situación económica, que está cada vez más deteriorada. El tema de la salud: si lo que sucedió con el sistema de los maestros es un preámbulo frente a lo que va a suceder con el sistema general, la advertencia es supremamente alarmante. Hay unos problemas y el Gobierno debería concentrarse para resolverlos, en lugar de estar echando globos, dividiendo el país y discutiendo cosas que no van a suceder.
P. ¿Diría que el presidente Petro está actuando de manera errática?
R. No quiero calificar cómo está actuando el presidente. Más bien aspiro a que regrese a su actitud inicial de conciliación y que en estos últimos dos años haga lo posible para arreglar algunos de los problemas. Es mi deseo como colombiano y para eso recibirá todo mi apoyo, si lo necesita.
P. Hay gente que tiene la sensación de que usted no criticó a Iván Duque (el anterior presidente) como ahora lo hace con Petro.
R. Aunque tengo la consigna de que los expresidentes calladitos somos más bonitos, cuando fue necesario dije que Duque intentaba descarrilar el tren de la paz. Hizo un gobierno desastroso y le entregó a Petro un país muy descuadernado en prácticamente todos los frentes. Tuvo tres ministros de Defensa que no distinguían un sargento de un coronel. En la parte económica, solo mire los indicadores. Eso generó una reacción de furia, de rabia, que nos llevó a tener dos populistas en la segunda vuelta presidencial (Petro y Rodolfo Hernández, según él). Entre ese desastre estuvo precisamente que no implementó el Acuerdo de Paz. Todavía espero que Petro rectifique para el bien de todo el mundo y aplique el Acuerdo, que contiene la solución a muchos de los problemas sin necesidad de constituyentes.
P. Petro tiene el deseo de ser un presidente histórico a la manera de Uribe o de usted, no uno irrelevante como Duque. ¿Está en su camino o en el de Duque?
R. No quiero opinar sobre eso; pero espero que no siga el camino de Duque.
P. ¿Qué significaría para Colombia una condena para Álvaro Uribe (Santos le sucedió y después rompieron relaciones; mantienen una enemistad legendaria)?
R. No creerá lo que digo, pero espero que no lo condenen. No le deseo el mal a nadie, ni siquiera a Uribe. Ojalá salga adelante de sus problemas judiciales. Pero si lo condenan hay que acatar lo que dice la justicia.
P. En el vídeo que hizo usted para criticar lo de la Asamblea Constituyente, habla de que la sociedad se va a oponer a la idea y se refería a las Fuerzas Armadas. ¿No puede ser peligroso ese llamado?
R. Lo que dije es algo elemental: si un presidente va a violar la Constitución, se va a enfrentar con los poderes instituidos que defienden la democracia. El Poder Judicial, el Legislativo, las Fuerzas Armadas y la mayoría de los colombianos que no quieren que se destruya su democracia. Es un planteamiento general.
P. Al referirse a los militares hace un planteamiento parecido al de Uribe.
R. En eso coincidimos con todos los expresidentes. Defendemos la Constitución que todos juramos defender, proteger y cumplir. Ahora, Petro y Uribe se parecen en muchas cosas, en los dos extremos. Recuerdo que cuando era ministro de Defensa de Uribe, él no hacía sino darle palo, sin tregua ni cuartel, a los expresidentes César Gaviria y Andrés Pastrana. Una vez le pregunté para qué lo hacía si los expresidentes son irrelevantes. Y me dijo: ‘ah, ministro, porque en la política debe tener enemigos o inventarlos’. Es una tesis muy de Goebbels. Petro se parece mucho. Se inventa toda clase de enemigos y ahora está poniendo a los expresidentes como sus contradictores.
P. ¿Y usted se siente irrelevante?
R. Ese es el juego. Hay que entenderlo.
P. ¿Ve alguna opción de que avance la Constituyente?
R. Si el presidente quiere convocarla, lo puede hacer y bienvenido sea, pero utilizando los procedimientos que establece la Constitución. A lo que todos nos oponemos es a que la viole.
P. Si el presidente, en esa Constituyente, consiguiese permitir la reelección, ¿qué opinión le merecería? Petro hace constantes referencias a que Uribe y usted tuvieron dos periodos y que a él solo le permiten uno y eso no es suficiente para llevar adelante su proyecto de cambio.
P. Hay una diferencia: Uribe cambió la Constitución para reelegirse, yo me reelegí porque la Constitución me permitía y, al contrario, la cambié para abolir la reelección. Entonces sí que no me meta en el mismo paseo de Uribe. Ahora, si hay un procedimiento legal y él logra que se restablezca la reelección, si eso es lo que deciden el Congreso y las Cortes, todos tenemos que acatarlo. Pero a mí no me gusta la reelección, creo que las democracias se soportan sobre instituciones, no sobre personas. Ese es uno de los problemas más graves que ha tenido América Latina, el caudillismo. Hay que fortalecer las instituciones, no generar caudillos que a la larga resultan contraproducentes.
P. Usted dijo recientemente que en el tema de la paz el presidente Petro ha hecho muy poco. ¿A qué se refería?
R. A la implementación del acuerdo. El presidente Duque hizo muy poco porque además era enemigo del proceso de paz, y en 2022 todos teníamos la esperanza de que, como prometió en su campaña, Petro iba a acelerar la implementación. Pero no ha sido así, todo lo contrario.
P. El Gobierno argumenta que para poder implementar el Acuerdo hay que lograr mayor seguridad en los territorios y que eso busca con su política de paz total. ¿Cómo ve el engranaje entre la política de paz total y la implementación del Acuerdo?
R. Para la implementación lo que requiere es voluntad política. Cuando dejamos el gobierno, los disidentes de las FARC eran unos grupúsculos dedicados al narcotráfico. Duque permitió que crecieran en forma importante. Ahora han crecido aún más. En el caso de las disidencias, al primer comisionado de Paz de Petro le dio por darles protagonismo, estatus político, importancia política. Los ceses al fuego les han permitido crecer más, aumentar su poder. Lo que hay que hacer es implementar el Acuerdo, que tiene un capítulo de garantías de seguridad para los firmantes que estaba funcionando. Duque lo desmanteló y Petro lo acabó de desmontar. No ha habido una política de seguridad efectiva.
P. ¿Qué le parece que Petro ahora quiera negociar con Iván Márquez (exjefe de las FARC), que es un desertor de su proceso?
R. Ahí tendrá un problema jurídico porque está establecido en la Constitución que los desertores, los que firmaron y se fueron, no pueden volver a tener las prerrogativas de un acuerdo con justicia transicional. No me voy a oponer a iniciativas para buscar la paz. Lo que me preocupa es que no han generado resultados concretos y, por el contrario, han deteriorado el clima de seguridad en las regiones donde operan estos grupos. Una de las críticas que le hago a ese enfoque es que, como lo hizo AMLO con los narcotraficantes, abrazos y no balazos, es de zanahoria y no garrote. Con estos grupos se tiene que negociar con zanahoria, pero también con garrote. Así lo hicimos con las FARC. Nunca aceptamos un cese al fuego hasta tener un acuerdo, aunque lo pidieron desde el principio. Pactamos que nada estaba acordado hasta que todo estuviera acordado y seguimos en las negociaciones en medio de la guerra muy difícil. Es un camino tortuoso, pero efectivo.
P. ¿Y cómo lee los avances con el ELN, la guerrilla con la que usted llegó a instalar una mesa de negociaciones?
R. Ojalá tengan éxito. Lo que quisiera ver es un poco de concreción. ¿A dónde vamos a llegar? Por ejemplo, dicen que solo van a entregar las armas en la medida que el Gobierno vaya cumpliendo. Eso es hacer políticas con armas, algo totalmente contraproducente.
P. Pero, ¿cree que Petro va a lograr un acuerdo antes de que acabe su mandato?
R. Espero que sí. Es una guerrilla que ya está vieja, cansada. Ojalá tenga el apoyo y la presión de Venezuela para lograr acuerdos, pero hasta ahora las señales no son muy claras.
P. ¿Qué piensa de Venezuela? ¿Cree que habrá un proceso de transición política y que puede haber un cambio sin violencia?
R. Es lo que todos estamos esperando, pero dudo mucho que haya una transición normal, que se respete el mandato de las mayorías.
P. ¿Usted hubiera tenido la misma posición de tender puentes de Petro respecto a Maduro?
R. Hubiera tenido una actitud más parecida a la de Boric que a la de Petro. Más crítica. Entiendo las dificultades, me pareció bien que volviera a restablecer relaciones, porque uno no puede vivir con unos vecinos sin tener algún tipo de relación, pero podría ejercer más presión para que se respeten las reglas de juego de la democracia y para que haya unas elecciones transparentes. Con Venezuela hay que negociar como se negocia con muchos grupos, dándole una salida digna al régimen, un puente de oro. Inclusive se lo dije a Trump en el año 2017, cuando comenzó a hablar de una posible invasión: ‘no se le ocurra semejante locura, más bien piense en una salida digna para tener una transición al estilo de Nicaragua’. Cuando los sandinistas le entregaron el poder a Violeta de Chamorro, había un acuerdo previo de gobernabilidad después de las elecciones y garantías para quienes las perdieran. Eso ha debido negociarse, y por eso tengo cierto escepticismo por lo que va a pasar en julio en Venezuela.
P. ¿Cerca del 28 de julio, el día de las elecciones, podría darle su apoyo a Edmundo González, el líder de la oposición?
R. No, si no interfiero en la política interna colombiana, mucho menos en la de Venezuela.
P. Ha hecho referencia a Trump, ¿que supondría su regreso al poder en Estados Unidos?
R. Se agravaría el debilitamiento del sistema multilateral. Ya vimos su actitud frente a instituciones como Naciones Unidas en su primer mandato. Eso es exactamente lo contrario a lo que debería suceder si queremos afrontar los problemas existenciales.
P. Después de los dos plantones de Petro, ¿acudiría a una tercera cita?
R. No tengo ningún problema, siempre le he dicho que estoy más que dispuesto a reunirme cuando él quiera y en donde quiera.
P. En los círculos de poder se dice que Laura Sarabia, la dos de Petro, está gobernando en la práctica mientras el presidente da discursos y se encuentra más en el territorio de las ideas. ¿Qué ha escuchado?
R. Yo no pertenezco a los círculos de poder.