Japiberdi, don Fernando

Fernando González "El brujo de Otraparte". Foto Universidad del Rosario

Por Óscar Domínguez Giraldo

Para decirlo con letra de bolero “parece que fue ayer” y no hoy 24 de abril hace 129 años que nació Fernando González, el Brujo de Otraparte, en Envigado. Sus fans echamos campanas y voladores al aire para celebrar su vida y obra. Porque nunca hubo luto por su muerte sino alegría por su travesía. Por estos días hubo francachela y comilona literaria en su memoria. Como decía él, fue recogido por el silencio cuando estaba próximo a cumplir 69 años.

De Envigado escribió González: “Lo mejor del Valle del río Aburrá, para el alma pasional, la mente y el espíritu, es Envigado…”.

El viaje a pie (1929) tuvo el privilegio de haber sido prohibido por la arquidiócesis de Medellín. Tampoco se podía leer, Don Mirócletes (1932), dedicado a las ceibas de la plaza de Envigado.

Fue un autor prohibido para todo católico pese a que en una de sus cartas a su hijo Simón, se definía como “yo, el mismo bobo protegido por Dios”. A raíz de los baculazos eclesiásticos comentó: “A mí me han llamado ateo los jerarcas, y fui beato”. Con su veto, la arquidiócesis contribuyó a que se leyera más. Tardías gracias.

Para indemnizarlo por los exabruptos contra él y su obra, el presbítero Daniel González, su sobrino, escribió el libro “San Fernando González, doctor de la Iglesia”. También tradujo su obra al latín. Y el  catalán Andrés Ripol, benedictino, otro gran amigo suyo, prometió no descansar hasta llevarlo a los altares. El editor Alberto Aguirre convirtió en libro la correspondencia entre ambos.

En sus días de pluma bravía el Mago, como también se le conocía, hizo méritos para el baculazo. No se paró en pelos para denunciar el “punible ayuntamiento” entre el Estado y la Iglesia y la explotación del hombre por la religión. En “El Hemafrodita dormido”, arremete sin miramientos, con crudeza de panfletario. Trinó contra el comercio que se hace de la religión con fines económicos. Y lo hizo como en otros libros, desde su etilo originalísimo, franco, claro, contundente, directo, sin concesiones, elegante. ¡Qué banquete se daría en estos tiempos!

La política colombiana fue blanco predilecto de su demoledora prosa, cargada de un fino humor que no era para arrancar sonrisas sino para sorprender, denunciar. Manejaba como nadie el idioma, su herramienta de trabajo. Actuaba como un látigo contra los que hacían mal la tarea. En sus Cartas a Estanislao no deja títere con cabeza.

Fue el hombre que en 1954 fue candidatizado al Nobel de Literatura por un grupo de intelectuales. Uno de ellos, Jean Paul Sartre, conocía la traducción al francés de Viaje a pie. Otro promotor, el estadounidense Thornton Wilder, empezó a familiarizarse con su obra cuando en 1941 lo visitó en su refugio de Otraparte. (En realidad, fueron dos las veces que fue postulado al Nobel No es cañazo de tahúr envigadeño: lo escribió, documentado, su biógrafo feliz Javier Henao Hidrón, ya fallecido. La Academia Colombiana de la Lengua no respaldó la nominación. ¿Envida o caridad?).

FILÓSOFO DE LA AUTENTICIDAD

El menú del cincuentenario de su muerte incluyó sexta reedición del libro “Fernando González, filósofo de la autenticidad” escrito por el mencionado biógrafo Henao Hidrón.

El libro salió del horno editorial (Invest Marketing Sas). La primera edición corrió por cuenta de la U. de Antioquia, donde se graduó de abogado.

La Pontificia Bolivariana editó bella y finamente la obra de González en tiempos del editor Luis Carlos Molina.

La foto de Fernando González y la de Gustavo Restrepo, de Otraparte, son del maestro Guillermo Angulo.

González fue biógrafo de Bolívar, Santander y del venezolano Juan Vicente Gómez. De las biografías decía que las “verdaderas universidades son los hombres”, recuerda Henao Hidrón quien cualquier día se armó de audacia y visitó a González en su refugio, subyugado por el fondo y la forma de su pensamiento.

“No le gustaba ser biografiado, ni considerado maestro o filósofo consagrado, ni tener discípulos, sino arrojar a cada uno en brazos de sí mismo para que se autoexpresara y adquiriera una definida personalidad, capaz de contribuir a la formación de una patria, social, política e ideológicamente auténtica”, precisó Henao.

El joven abogado Henao se ganó invitación a repetir visita. Sobre su oficio de biógrafo dijo que a este le corresponde “ser sincero, imparcial, ubicar al personaje en el contexto histórico en que vivió y resaltar su mensaje hacia el porvenir. Fernando González entendía que la tarea del biógrafo consistía en revivir el personaje por el procedimiento de la autosugestión, hasta identificarse con él; de ahí que llamara emocional a su método”.

En esos encuentros “los temas centrales eran la juventud, la Colombia de entonces y la necesidad de ‘no imitar, de abandonar lo simulado y de autoexpresarse’, en lo cual hacía consistir la cultura y la formación de la personalidad”.

Contaba Henao Hidrón que aprendió de su biografiado la “lección consistente en no mentir, en encontrarse a uno mismo, en no pretender ser otro”. Y cita de uno de sus libros: “La grandeza nuestra llegará el día en que aceptemos con inocencia (orgullo) nuestro propio ser”.

¿Qué se traía con su biografía Henao Hidrón? “Hacer conocer a uno de los grandes de la literatura colombiana y latinoamerciana. Y, con ello, a un maestro de aquella juventud que tiene ansias de superación”.

VIAJERO DE OTRAPARTE

Otro habitual en esos predios era el poeta Gonzaloarango quien se proclamó a sí mismo “viajero de Otraparte”. Cuando los domingos tardaba en aparecer, la esposa del escritor, doña Margarita, hija del presidente Carlos E. Restrepo, lo sacaba de entre las cobijas para recordarle que tenía cita con su marido.

El rebelde con y sin causa de Andes, hijo espiritual del abuelo Fernando, obedecía mansamente. En esas idas y venidas pulió el movimiento nadaista que creó y descreó. Solía aparecer con el resto de la tribu, incluido el poeta Eduardo Escobar, también envigadeño.

En una velada en Otraparte, la familia de Arango anunció que donaba a la Corporación los derechos de autor de la obra del escritor. Alegría, alegría, alegría en los tendidos de Otraparte, una vieja estructura que convive con el moderno edificio de Comfama que poco nos gusta a los arcaicos. Trabajan en equipo que es lo que importa.

El antropólogo Gustavo Restrepo Villa, mandacallar de la Corporación, egresado de EAFIT, no se cansa de recordar que durante el año realizan múltiples actividades en memoria de Don Fernando.

Descubro el agua tibia cuando repito que el Brujo es un escritor de alta peligrosidad porque obliga a pensar, incita a ser íntegros, éticos, vivir sin temor al qué dirán. Nada de prosa acartonada; es festiva, castiza y contundente como un nocaut. O como una muerte repentina. Que no los coja, no nos coja, la noche sin haberse enriquecido a sus costillas. Su literatura es una fiesta, su pensamiento un paseo de día entero. González no tiene desperdicio. Debería haber cárcel para quienes no frecuentemos más su palabra.

El portal www.otraparte.org que debería ser de obligatoria consulta para católicos y ateos, jugadores de tute o pisingaña, nos recuerda a toda hora las existencia del maestro González Ochoa, de ascendencia vasca.

(Tengo boina vasca, regalo de una vieja amiga: mi hija Andrea que cumple años hoy 24 de abril, como el maestro. Ella aspira a que con la boina, y por ósmosis, a su taita se le pegue algo del filósofo, pensador, rebelde con causa, escritor, panfletista… Soñar no cuenta un carajo). Japiberdi para los dos… (Líneas pasadas por latonería y pintura).

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