Tras 47 días de guerra, esfuerzos diplomáticos y presión de las familias de los rehenes, Israel y Hamás han alcanzado un acuerdo por el que el grupo armado islamista liberará a 50 de las cerca de 240 personas que secuestró en su ataque del 7 de octubre, a cambio de cuatro días de tregua, la entrada de cientos de camiones de ayuda humanitaria a Gaza y la excarcelación de 150 presos palestinos. Se trata en ambos casos de mujeres y niños. El acuerdo, con mediación de Qatar, Estados Unidos y Egipto, es el hito diplomático más importante desde que estalló el conflicto, pero está lejos de dibujar su fin. “No nos detendremos tras el alto el fuego”, ha subrayado el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para acallar los temores en su Ejecutivo de que la presión internacional convierta en definitivo el cese temporal de las hostilidades.
La implementación del acuerdo, confirmado tanto por Israel como por Hamás, se hará por fases: cada día se entregarán unos 12-13 rehenes y liberarán cerca de 40 reclusos palestinos. Cuando acaben los cuatro días de tregua, “la liberación de 10 rehenes adicionales resultará en un día de pausa [humanitaria] adicional”, ha señalado el Gobierno israelí en un comunicado en el que no menciona sus concesiones e insiste en que “continuará la guerra para devolver a casa a todos los rehenes, completar la eliminación de Hamás y asegurarse de que no habrá nuevas amenazas al Estado de Israel desde Gaza”. Según Netanyahu, el pacto incluye además que la Cruz Roja pueda visitar al resto de rehenes y darles atención médica.
El movimiento islamista ha confirmado el acuerdo en un comunicado. Cifra la excarcelación en 150 mujeres y niños (que viven principalmente en Cisjordania y Jerusalén Este) y señala que incluye un compromiso israelí de no atacar ni arrestar a una sola persona en cualquier parte de Gaza durante la tregua.
También estipula la entrada a la Franja de cientos de camiones con ayuda humanitaria, medicamentos y combustibles. Israel mantiene Gaza bajo “bloqueo completo”: solo permite que entre desde Egipto una ínfima parte de la ayuda necesaria, y únicamente para la parte sur, adonde ha desplazado a la mayoría de los 1,1 millones de habitantes del norte. La pasada semana dio luz verde a la entrada de dos camiones diarios de combustible para evitar que la acumulación de aguas residuales (el sistema se paró por falta de fuel) genere una pandemia que pueda afectar también a sus soldados, obligar a detener la guerra o incluso acabe cruzando a Israel.
Una fuente oficial israelí citada por medios locales asegura que los 50 rehenes son israelíes y están vivos: 30 menores, ocho madres y otras 12 mujeres. Si Hamás libera más con otros pasaportes, será en el marco de un acuerdo con sus países. Antes de la guerra, Israel tenía unos 5.300 reclusos palestinos, pero la oleada represiva en Cisjordania y Jerusalén Este ha elevado su número a unos 8.000, según los cálculos del ministro encargado de prisioneros de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Qadura Fares.
Inédito
Como muchas cosas desde el 7 de octubre, el acuerdo es inédito. Igual que aquella jornada supuso la más letal en los 75 años de historia de Israel (más de 1.200 muertos) y que los posteriores bombardeos en Gaza no tienen parangón (Israel lanzó en los primeros días tantas bombas como Estados Unidos en Afganistán en un año y un 69% de los muertos son niños y mujeres), Israel nunca había recibido tantos rehenes. El precio en excarcelaciones es muy inferior al de canjes previos, con una proporción de un rehén por cada tres presos, cuando llegó a sacar de prisión a un millar de palestinos por un solo soldado, Guilad Shalit, en 2011. Entre ellos, Yahia Sinwar, que acabaría convertido en el líder de Hamás que ideó el ataque sorpresa.
Negociado durante semanas, el pacto solo dependía al final del sí del Gobierno de Israel, como dejó claro el portavoz del ministro de Exteriores de Qatar, Mayid Al-Ansari, en la noche del martes. La reunión del Ejecutivo se prolongó hasta la madrugada. “Es una decisión difícil, pero es la correcta”, defendió Netanyahu antes de que comenzase. El desprestigiado primer ministro tiene que moverse entre las acusaciones de inacción de las familias de los rehenes (que exigen que su liberación sea la máxima prioridad) y el ala más nacionalista y derechista de su Gobierno, que no quiere cortapisas y exige contundencia en Gaza, donde los bombardeos han matado a más de 14.000 palestinos y reducido barrios enteros a escombros. Mientras el Gobierno debatía, decenas de israelíes presionaban en favor de un acuerdo frente al cuartel general de las Fuerzas Armadas, en Tel Aviv, con pancartas como: “¡Acuerdo ya!” o “¿Cuál es el precio de mi hijo?”.
Pese a que la ultraderecha había anunciado su oposición y algunos ministros del partido de Netanyahu, Likud, tenían dudas, al final solo votaron en contra tres de los 38 integrantes del Gabinete: los ministros de Poder Judío, la formación del titular de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir. El pacto no necesita refrendo parlamentario, pero, por ley, si alguno de los palestinos excarcelados tiene delitos de sangre, los familiares de sus víctimas pueden recurrir al Tribunal Supremo, lo que retrasaría el proceso 24 horas.
Uno de los elementos que extendió la aprobación hasta las tres de la madrugada, hora local, es el número de menores. Hamás argumenta que, en el actual caos de una Gaza invadida y partida en dos, no tiene capacidad de saber exactamente dónde están todos, ni de garantizar su entrega sin un alto el fuego, lo que abre la puerta a la liberación de los otros 10 niños. La mayoría de rehenes están en manos de Hamás, pero entre la Yihad Islámica, otros pequeños grupos armados, e incluso civiles, tienen otras decenas.
El otro asunto espinoso fueron las garantías de que Israel seguirá obteniendo información de inteligencia durante las seis horas diarias por las que, según el acuerdo, los drones solo podrán sobrevolar el norte de la Franja. Varios ministros se las pidieron a la cúpula de seguridad, según la televisión pública nacional. Horas antes de que se confirmase el pacto, el portavoz del ejército israelí, Daniel Hagari, aclaró que no afectaría al objetivo de eliminar, política y militarmente, a Hamás. “Sabremos restaurar nuestros logros operativos”, señaló.