Por Oscar Domínguez Giraldo
A la par que comparto estas anécdotas, paso el sombrero para pedir una limosnita con historias parecidas:
Un niño despiertísimo miró la foto de su abuelo y, al reconocerse, exclamó: “Yo soy mi abuelo”.
En pleno diciembre, Sofía, de tres años, hizo buñuelos pero le aclaró a la madre: “Mami, yo no me saqué los mocos para hacer los buñuelos”.
Cuando el padre de Benjamín salió de viaje lo llamó por celular. Su hijo le dijo: “Papi, te extraño más que al celular».
Mi hija de siete años se tomó una selfi y la empezó a editar. Cuando terminó, me pregunta: “Mami, ¿quedé sexy?”
Del libro “Palabra de niño”:
Felicitaciones, Dios: Yo no sabía que el púrpura y el amarillo combinaran tan bien, hasta que ví el atardecer del martes.
Se murió la mamá de un compañerito de Luis que cursaba primero de primaria. Por ser el más avispado la maestra le encargó entregarle el sufragio al viudo. En medio de la sala de velación, el pequeñín se dirigió muy orondo al viudo y con ceremoniosa voz, mientras le entregaba el encargo, le dijo: «…..y que la maestra lo manda a felicitar».
Unas de abuelos:
Los abuelos nunca mueren: se hacen invisibles (¿).
Los abuelos aprendieron que un abrazo vale más que toda una biblioteca (¿).
Los abuelos huelen siempre a abuelos (¿).
En un paseo a San Andrés, la guía ofrece cocteles afrodisíacos como el tumba catre, sexo en la playa, rompe colchones…. Luis Miguel, de siete años, pide a gritos “un sexo en la playa….”.
Juan Carlos, de tres años, al ver que su hermanito se despertaba, le dijo a su mamá: “Mamá, Mario ya amaneció, dale el tetero”.
· De Violeta:
· Mami, ¿qué tienen de diferente tus citas médicas a las mías?
· Mama: Mmmm, ¡ya sé! Que a mí no me miden porque no voy a crecer más.
· Pero deberían medirte para ver si te estás achiquitando.
·
· Mami, ¿qué sigue después de pésimo?
· Mamá: ¿Cómo así?
· Violeta: Sí, primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, pésimo.
·
· Mami, ¿por qué en la tele muestran lugares tan lejanos que nos antojan de ir?
· Mami, ¿quieres saber cómo dormí? Pregúntame.
· Mama: ¿Cómo dormiste?
· Violeta: Conté ovejas y no sirvió de nada.
En segundo de primaria les hicieron varias preguntas a los niños. Dos ejemplos:
- ¿Qué haría a tu mamá perfecta?
- Por dentro ya es perfecta, pero afuera creo que hay mucha cirugía plástica.
- ¿Si pudieras cambiar algo de tu mamá qué sería?
- Me gustaría que desaparecieran esos ojos invisibles que tiene atrás de su cabeza.
- David, 4 años: Mirando el Guernica de Picasso, dijo: «Pero ¿qué desorden es éste?».
- Luna, de cinco años, no se lleva muy bien con sus abuelos a juzgar por este comentario que le hizo a su madre: “Mami, pobre mi papi que tuvo que crecer con ellos”.
El dibujo picassiano es de mi nieta Sofía, de 9 años.
****
*****
En 2015 la editorial Luna Libros publicó una colección de estas historias de bajitos que han vendo apareciendo en El Colombiano con el título “¿Adónde van los días que pasan?” con prólogo del poeta Darío Jaramillo Agudelo y epílogo de este pecho, od. Abajo, anexo los dos textos.
De la editorial Luna- Libros me informan:
Todavía quedan ejemplares en algunas librerías: https://www.colombialee.com/detalles_titulo.php?isbn=9789588887111
También puede conseguirse con nuestra distribuidora: https://ladiligencialibros.com/producto/adonde-van-los-dias-que-pasan/
PVP: $33.000
Cómprenlo, por favor, antes de que me agote…
LOS TEXTOS ANUNCIADOS
Prólogo:
¿Adónde van los días que pasan?
Darío Jaramillo Agudelo
Nada más delicioso y deslumbrante, más poético y disparatado, que las cosas que dicen los niños de este libro. Podría decir que es un libro de poesía, pero no diría todo. En todo caso, el lector gozará cada frase y disfrutará de la euforia que comunican estas palabras de niños.
Desde hace varios años, los privilegiados destinatarios de los correos electrónicos de Óscar Domínguez comenzamos a recibir una serie de preguntas, respuestas y comentarios de niños. Individuos que están estrenando las palabras que nombran la realidad y que, a la vez, están estrenando la realidad. Convertidas en memoria mediante la compilación de Domínguez, lo que resulta está cargado poesía, de humor y de desenfado. Y su lógica, anterior a toda cartilla, supera a todas las cartillas.
Domínguez tiene oído para recoger palabras que se potencian por el solo hecho de escribirlas. Domínguez es reportero y se pesca la pertinencia del comentario de sus hijos o de sus nietos. Así, con la paciencia del reportero, él ha encontrado joyas en la red, ha recibido mensajes de gente –mamás, papás, maestros– que le cuenta las cosas que dicen los chicos. Domínguez tiene el oído alerta y así recogió los materiales de donde sale este libro, que ahora se ordenan por temas. Ah, olvidaba decirlo, Óscar Domínguez, quien ha publicado muchas de estas historias en el diario El Colombiano, era el tipo para hacerlo por su memoria, por la atención que les presta a los niños, por su olfato en la red, pero, principalmente, porque él tiene la gracia de no haber dejado nunca de ser un niño.
Darío Jaramillo Agudelo
Epílogo con sombrero
Un niño es como tener un Quevedo, un Borges o un Gabo gratis en casa las veinticuatro horas al día… sin que haya que cambiarles los pañales. Constantemente producen poesía de pantalón cortico, entendida como esas metáforas que van soltando los “menudos” a medida que crecen.
Son hermosas y sorprendentes las imágenes que estos bulliciosos de oficio desgranan sin el afán de verlas publicadas. Tiran el poema y esconden la mano. La gloria literaria no es su fuerte. Prefieren una muñeca que llora a un Nobel de literatura.
Hay una época de nuestra vida en la que somos inmortales y geniales sin excepción: la niñez. Con una frase somos capaces de cambiar el curso de un río. Y ni cuenta nos damos.
Para decirlo con Groucho Marx, los niños tienen en común que suelen nacer a temprana edad. Picasso soñaba con ser niño cuando estuviera grande…
Rudyard Kipling afirma en su autobiografía: “Dame los primeros seis años de la vida de un niño; el resto te lo puedes quedar”.
“Desde muy niño tuve que interrumpir la educación para ir a la escuela”, contó el irlandés Bernard Shaw.
El humorista español Gila los bautizó “locos bajitos”. El niño que hay en Serrat le puso música y voz a la expresión.
Los niños molestan, luego existen. Por ello, desde siempre, las madres les dan el chupo a sus hijos para ahorrarse psiquiatra y poder dormir.
Viven siempre en domingo. Para ellos todos los días es 31 de octubre, día de las brujas. Son amigos de todos los dioses. Carecen de enemigos. Viven en FM. Dormidos, siguen despiertos.
Los adultos creemos que hablan solos. Falso: no escuchamos a sus interlocutores invisibles.
Los mejores días del Niño Dios los pasó cuando andaba de pantalón cortico, lejos del estrés que le producirían después escribas y fariseos, la oposición de la época.
Padres y madres recientes y futuros deberían imponerse la tarea de andar lápiz o grabadora en mano para dejar en cinta esos poemas infantiles que son best sellers inmediatos entre los suscriptores del directorio telefónico familiar.
Este libro es de doble faz: de un lado, comparte perlas infantiles pescadas aquí y allá y, del otro, pasa el sombrero para pedir la limosnita de historias parecidas.
Óscar Domínguez Giraldo