Las barberías son el lugar donde la comunidad negra acostumbra a tener conversaciones directas y francas. Pero la tarde de este lunes es necesario usar el sacacorchos para hablar de política con C. C., el dueño de Stylinerz, un centro de estética del sur de Los Ángeles, el corazón afroamericano de la ciudad californiana. Este hombre muy alto se centra en la cabeza del niño sobre el que pasa la máquina de afeitar. Y piensa muy bien lo que va a decir antes de hablar sobre Donald Trump.
“Creo que es alguien que va a sacudir el sistema. No me disgusta…”, dice C. C., de 49 años. El niño, con la cabeza inmóvil, abre mucho los ojos y los sube para ver quién ha dicho esas palabras.
Tanto Kamala Harris como Donald Trump han visitado recientemente barberías como esta. La candidata demócrata estuvo en una el domingo, durante una gira por Filadelfia, uno de los Estados claves en los que se ha centrado en la recta final de la campaña. Los peluqueros de Philly Cuts la sentaron en “la silla de la suerte”. Aseguran que los políticos que han ido allí a pedir el voto ganaron. Harris ocupó la silla con una sonrisa y mirada cómplice. Ante un puñado de jóvenes, prometió incrementar el número de maestros procedentes de minorías. “Las estadísticas dicen que si un niño negro tiene un maestro negro antes del tercer grado, aumenta un 13% su probabilidad de que llegue a la universidad. Y si tienen dos, el porcentaje llega al 30%”, dijo la vicepresidenta.
La suerte parece cambiar para la candidata demócrata. Tres encuestas recientes apuntan a que Harris está logrando convencer a los negros hombres, adultos y jóvenes, en el cierre de la campaña. Poco más de 34 millones de afroamericanos están llamados a votar el 5 de noviembre, el 14% del censo. La cadena ABC señaló esta semana que la vicepresidenta cuenta con el 85% de las preferencias en este sector clave del voto. La cifra supera la marca que logró Joe Biden en 2020, con un 79%. Donald Trump se mantiene entre el 11% y el 13%. En 2020 el republicano logró el 8% del voto negro.
El peluquero, quien pide ser llamado “solo C. C.”, es uno de los votantes indecisos que hay en Estados Unidos a una semana de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. “Definitivamente, voy a votar”, señala. “Hasta el momento solo he oído cómo los candidatos se atacan el uno al otro, pero nada de lo que harán por nosotros”, señala. La última vez que votó con verdadera convicción fue en 2008, cuando lo hizo por Barack Obama. Fue el primer negro en la Casa Blanca y el político que dio nombre a la avenida que colinda con el centro de estética. C. C. bromea diciendo que estos días en su negocio prefieren hablar de religión con tal de evitar la política, pero que muchos de sus clientes no saben a quién votar.
Los argumentos dirigidos a los votantes negros han ocupado un papel destacado en las últimas dos semanas de la campaña de Harris. Los demócratas se movilizaron después de que las encuestas del verano mostraran que Trump había ganado terreno y se perfilaba para ser el republicano más votado por los afroamericanos, tradicionales aliados de los demócratas, desde Richard Nixon en 1960. El magnate ha atraído a los votantes hombres menores de 44 años. En 2012 Obama ganó este grupo por 81 puntos de ventaja. Hillary Clinton lo hizo por 63 puntos de diferencia en 2016 y Joe Biden por 53 hace cuatro años. Harris sigue a la cabeza, pero a finales de septiembre su ventaja se había reducido a 41.
Emily Bazelon, académica de la facultad de Derecho de Yale, explica que en este grupo de votantes existe una división patente también en otras minorías. Harris es la favorita entre las mujeres y Trump lo es entre los hombres. Para los afroamericanos, además, el nivel educativo es un diferenciador importante. “Las mujeres afroamericanas terminan la educación superior en un porcentaje mayor que los hombres. Los votantes negros y latinos con educación universitaria están más alineados con los votantes blancos universitarios. Vemos una división entre la clase y los niveles educativos”, señala la investigadora, también analista del medio Slate.
Brecha educativa
Bazelon sospecha que esta brecha entre la educación en la población afroamericana termina por asomarse en los sondeos. El 57% de los votantes negros entre 18 y 49 años dice sentirse poco o nada satisfechos con los candidatos presidenciales, según un estudio del Centro Pew. El porcentaje baja al 29% cuando se pregunta a los votantes registrados mayores de 50.
Romey Smith, ingeniero especializado en ciberseguridad de 56 años, cree que muchos votantes negros son víctima de la desinformación. “Creen que lo que promete Trump no les va a afectar”, señala este vecino de Baldwin Hills, un barrio considerado desde los años cincuenta como el Beverly Hills negro y donde vivieron figuras tan destacadas como Ray Charles, Tina Turner o Lenny Kravitz.
Smith es originario de San Luis, Misuri. Se mudó al Oeste para estudiar en la universidad, donde conoció a su actual esposa. Ambos son votantes demócratas “de toda la vida”. Viven en una zona de la ciudad que impulsó a Karen Bass a convertirse en la primera alcaldesa negra de Los Ángeles. Y esperan hacer lo mismo por Harris. “Lo que más me interesa apoyar en esta elección es a una candidata que busque mejorar nuestra sociedad y apoye a nuestra comunidad”, afirma.
La campaña demócrata ha tomado una serie de medidasdiseñadas a atender la mayor preocupación de los votantes negros: la economía. Harris promete otorgar un millón de préstamos de hasta 20.000 dólares para que jóvenes emprendedores negros monten un negocio. Otras promesas son reforzar la regulación de las criptomonedas para garantizar las inversiones, legalizar la marihuana para uso recreativo e impulsar una iniciativa sanitaria para abordar enfermedades que afectan mayoritariamente a los negros.
Barack Obama saltó al ruedo de la campaña para ayudar a Harris a retener el voto negro. Lo hizo con una bronca a la comunidad por las dinámicas machistas que podrían estar afectando a la vicepresidenta. “La gente viene ahora con todo tipo de excusas y pretextos. Parte de esto me hace pensar, y hablo directamente a los hombres, de que tienen una idea, un sentimiento, sobre tener a una mujer como presidenta. Y se les ocurren alternativas para no tenerla (…) Y piensan quedarse sentados o apoyar a alguien que tiene una larga historia de denigrarlos. Creen así que es una señal de fuerza, que eso es ser hombre”, aseguró el expresidente a mediados de octubre en una visita a la industrial ciudad de Pittsburgh. Era un mensaje directo y franco. Como el que suele escucharse en las barberías negras de Estados Unidos.