Por Óscar Alarcón Nuñez
El actual no ha sido el único Gobierno de izquierda que hemos tenido en nuestro país. Basta citar, por ejemplo, el de José Hilario López, quien dio la libertad a los esclavos, y el de Alfonso López Pumarejo, quien pasó a la historia como el de la Revolución en Marcha. Tomás Rueda Vargas, fundador del Gimnasio Moderno, lo consideraba “un comunista peligroso, disfrazado de liberal que amenazaba con llevar al país al totalitarismo comunista de la Unión Soviética”.
Esa apreciación la recuerda Enrique Santos Molano en el prólogo del libro Estrictamente confidencial, de Mariluz Vallejo Mejía, de reciente aparición, que recoge importante correspondencia de Eduardo Santos, en donde se descubre al dueño de El Tiempo como gran liberal (de centro) y al hombre filántropo.
De acuerdo con Santos Molano, la animadversión de Eduardo Santos hacia López Pumarejo se debió, en gran parte, a esa opinión de Rueda Vargas, su “gran consejero”, lo que determinó que los dos expresidentes no tuvieran jamás buena relación.
El libro de Mariluz Vallejo es un buen trabajo de investigación que muestra a Santos, para muchos desconocido, en donde aparece el hombre que amó su país y que, a través de su periódico, dirigió sus destinos, sin mostrarse como tal. Hay intercambio de cartas con Gabriel Turbay, Carlos Lleras Restrepo, Alberto Lleras, Germán Arciniegas, entre otros. De todas formas, se reafirma la distancia con López Pumarejo, un gobernante de izquierda con quien el país y la clase política tradicional se asustaron tanto, que encontró en Eduardo Santos el mandatario para hacer la “Gran Pausa”. Eran otros tiempos, sobre todo de El Tiempo.
No es entonces la primera vez que la izquierda llega al poder pero, contrario al pasado, luego de tantos años del manejo del Estado por gobiernos tradicionales, el actual llegó dominado por la inexperiencia y la incompetencia de muchos de sus funcionarios. Aún le faltan dos años de su período. Entonces no debería pensar tanto en constituyentes, sino en reconstituyentes.