Por Óscar Domínguez Giraldo
Como los santandereanos están de moda por el triunfo del Atlético Bucaramanga, decidí recordar a algunos de mis colegas y amigos búcaros:
A los 97 años Gonzalo Castellanos, hecho en Málaga, es una fiesta. Ha brillado como cronista y reportero purasangre en prensa, radio y televisión. A su edad, sigue tarareando a sus compositores preferidos, leyendo y fumando. A los médicos que le piden que deje el cigarrillo Pielroja les responde que han debido decírselo en sus quince. Es de una modestia apabullante.
Lo han buscado de editoriales para publicarle sus crónicas. Se ha negado diciendo que no valen la pena. Los hay que escribimos un párrafo y nos sentamos a esperar el Nobel. En Estocolmo cubrimos la entrega del Nobel a García Márquez. También compartimos el avión de la FAC ametrallado desde tierra cuando estaba próximo a aterrizar en el aeropuerto de Managua. Mientras unos rezábamos, Gonzalo y su camarógrafo grababan un informe para su noticiero.
Gonzalo Castellanos, malagueño y cronista con que le dio brillo periodístico a los acontecimientos que cubrió en el siglo XX y la lucidez con la que se goza este cuarto de siglo actual
Historiador y periodista, Antonio Cacua Prada, de 92 febreros cumplidos, pertenece a la cofradía de los que se agachan y se les cae un libro. Son más los libros que le faltan por escribir. Hace rato pasó de los cien publicados. Alguna vez me nombró miembro de la Sociedad Sanmartiniana de Colombia que presidía. Decliné el nombramiento porque en ese momento, del Libertador de Argentina, Chile y Perú, sólo sabía que montaba muy bien a caballo. No me aceptó la renuncia.
Mi única amiga atea es santandereana. Como atea no se cambia ni por Dios mano a mano. Se le puede aplicar este aforismo de Jardiel Poncela: El ateo cree que él mismo es Dios. Se llama Nohra Parra, fue reportera estrella de El Tiempo y ennietece en París. Cuando la abuela Nohra habla francés saltan en pedazos restos de mute en todas direcciones.
¿Quién no ha dicho alguna vez: “Yo también tuve veinte años” del maestro José A. Morales? ¿A quién no se le arruga hasta la cédula oyendo la melancólica música para piano del maestro Luis A. Calvo?
Eduardo Durán Gómez tiene más hoja de vida que una mujer fatal. Es periodista, columnista, escritor, abogado, viajero, notario, historiador. Durán, actual director de la Academia Colombiana de la Lengua, es el único santandereano zen que conozco. Los demás son más bien atravesados. Compartí en Colprensa con “pingos” como Sonia Rodríguez, Pilar Cadena, Mario Hernández, Alvarángel Pabón, Pastor Virviescas y Carlos “Cachetada” Gracia.
No, no le jalo a las afrodisíacas hormigas culonas de Santander. Me toca repetir con un amigo: Si no me alcanza para la fidelidad, muchos menos para la infidelidad.
Dejé algunos denarios en el exótico municipio de Barichara. Protesté ante el párroco porque el reloj de la iglesia da (¿daba?) la hora cada quince minutos. Esa forma de notificar que Dios existe no deja dormir.