Gaviria y sus desdenes

Alejandro Gaviria y su libro El Desdén de los Dioses

Por Jaime Lópera Gutiérrez *

El último libro de Alejandro Gaviria[2], quien nos ha dado otros antes de diferente estructura, se ocupa del Desdén de los Dioses, un título conformado por aquellos seres sobrenaturales que dizque parecen haberle dictado estos escritos. En efecto, más que una serie de anotaciones esta obra es un conjunto de instantáneas, paradójicamente desordenadas, pero capaces de enseñarnos los rasgos esenciales de una pintura analítica con intenciones ensayísticas y narraciones morales.

Gaviria es un cultor del ensayo. Como es obvio, le gusta ensayar, como si nos probáramos un vestido hasta conseguir que nos quede ajustado a nuestras necesidades estéticas o físicas. El vocablo essayer proporciona esa perspectiva como una acción de probar, aunque ello no implica que lo compre —lo cual es un decoroso respeto al lector pues deja sus opciones abiertas a la aceptación o al debate. Es de suponer que todos estos enunciados asumen que nada es definitivo y, por supuesto, también hay detrás la idea de que lo que podemos analizar lo hacemos para poner algo a prueba. Si se soporta la analogía, es una democracia literaria en su momento de más refinamiento. 

Gaviria no es un ejecutor. Salvo su importante demostración en el Ministerio de Salud al rebajar sustancialmente el precio de los medicamentos, su esfuerzo más meritorio es pensar: bucea en esas aguas con destreza y sin sofocos. Es probable repasar que en algunas decisiones políticas no hubiese acertado del todo, pero esto no sirve para afirmar que sus razonamientos se hubiesen deteriorado al punto de que fueran propicios a las insensateces. Es obvio por supuesto que las virtudes del ejecutor están muy cerca a la capacidad para decidir sin miedo entre varias alternativas y este libro parece confirmar dicha presunción porque su empuje está más dirigido al imaginar que al hacer. Como el propósito de un buen ensayo es únicamente mostrar el camino, tomando lo que conviene o satisface, Gaviria podría describirse como un gran lector “hedónico” al decir de Borges. 

No es impertinente decir que Gaviria aparece en el cuadro de los ensayistas colombianos de los cuales cabe mencionar a Baldomero Sanín Cano, Hernando Téllez, Mario Arrubla y Hernando Valencia Goelkel; o los mexicanos Octavio Paz y Gabriel Zaid, haciendo pareja con los argentinos Manuel Puig y Rodrigo Fresan. La estupenda cita inicial de Borges nos releva de mayores comentarios al respecto. Pero en este libro es notorio manifestar que, en muchos momentos, el paso del ensayo al relato es sutil, es gradual, ajeno a grescas, pero es un método que nos obliga a pensar que el autor está buscando un estilo propio para expresar su pensamiento. Por ejemplo, el capítulo sobre la culpa combina la idea del prohibicionismo de la carne con la versión opuesta, la de los veganos, en un intento de darle una explicación al amor a la carne e imaginar la equivocación que sobreviene con los anuncios sobre biodiversidad. 

En algunos capítulos observamos derivaciones hacia el “ensayo ficcionalizado”, como lo define el autor, porque la ficción, dice, ofrece más libertad y flexibilidad a la hora de plantear “ciertos dilemas éticos y disyuntivas trágicas”. El mosaico revelado por este libro es un conjunto de pensamientos, ideas y utopías de diverso tipo. Las estatuas es un acercamiento al recuerdo del padre mirando las de San Agustín; la restricción de Covid fue al mismo tiempo un límite al amor; la contracorriente de los inmigrantes; los chips que se implantan para educar; los límites de un filósofo como Hume y las insatisfacciones de la vida; la misión de expandir la vida en otros universos; o la pérdida de la fe con los predicadores, todos estos temas descritos con un lenguaje sin artificios y a un paso de ser solamente narraciones literarias de breve contenido. También podría decirse que son ensayos de interpretación cuyos protagonistas reales e invisibles pueden adivinarse con alguna certeza. 

Montaigne decía que, como ciertos caballos, tropezaba mucho más en terrenos lisos cuando lo que buscaba eran terrenos llanos para ir por ellos sin problemas. El conjunto general de estos escritos, a medias entre el relato social y la reflexión profunda, permite suponer que Alejandro Gaviria prefiere más el debate que la conjugación de problemas cuya solución él estaría dispuesto a ver de otros modos.  Dadas las infinitas posibilidades de averiguar o hallar respuestas, el libro sirve para entender que los dioses no siempre estarán de nuestro lado y que a veces hay que buscarlos en situaciones bien ambiguas para reconocer su importancia. 

Jaime Lopera Escritor y periodista; exgobernador y expresidente de la Academia de Historia del Quindío; compilador y coautor de la saga sobre La Culpa es de la Vaca. Vive en Armenia.

[2] Gaviria. Alejandro. El Desdén de los Dioses. Presagios de un Mundo Apocalíptico. Sección Debate; Penguin Random House, Bogotá, 2024.167 páginas.

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1 comentario

  1. Yo tengo una idea distinta de lo que es un ensayo literario. He sido docente universitario más de 15 años y entiendo que su uso es didáctico. En el trabajo de Alejandro Gaviria no hay ningún afán de enseñar algo, sino de manifestar un asombro poético frente al curso caótico de la inteligencia humana: es como ir a una corrida de toros y sentir la emoción del matador.

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