Estocada por cornada

El presidente Gustavo Petro.

Por Carlos Alberto Ospina M.

Gustavo Petro es pendenciero, tóxico e intransigente. Así diga de dientes afuera que “la fiscalía tenga todas las garantías de mi parte para proceder de acuerdo a la ley” (sic – Twitter @petrogustavo 29-07-2023) en referencia a la captura de su hijo, Nicolás Fernando Petro Burgos, por los presuntos delitos de lavado de activos y enriquecimiento ilícito, y su exnuera, Daysuris del Carmen Vásquez Castro, acusada por los punibles de lavado de activos y violación de datos personales; no le queda la mano sabrosa para tratar de interponerse en el camino de la justicia y el Consejo Nacional Electoral por la probable financiación ilegal de la campaña presidencial. 

El trámite debe llevarse a cabo con base en las garantías de presunción de inocencia, el debido proceso, la transparencia judicial, la amplia divulgación mediática y el bloqueo a la manipulación política. Petro Urrego en tres (3) meses deberá elaborar y pasar la terna a la Corte Suprema de Justicia para que esta última nombre al nuevo fiscal de la nación. Amanecerá y advertiremos el real talante democrático que, dice acatar, respecto al destino de su hijo Nicolás. A propósito, en el mencionado tuit agrega: “…me duele mucho tanta autodestrucción. Que estos sucesos forjen su caracter y pueda reflexionar sobre sus propios errores” (sic – Twitter @petrogustavo 29-07-2023). Otra vez, lo importante del texto está en la no dicho.

Durante décadas arrojó balas y metralla contra el supuesto narcoestado, señaló con el dedo y alimentó sentimientos extremos. Hoy día, caza moscas y peleas a centavos con el fin de atenuar los constantes escándalos y poner cortinas de humo encima del hipotético robo en el apartamento de Laura Sarabia, exjefe de gabinete; los asomos penales acerca de su hermano Juan Fernando y la sacada de lengua de escorpión de Armando Benedetti. ¿Los tres duermen sin preocupaciones?, ¿El próximo jefe del organismo judicial ahondará en estas causas a partir del eventual indictment, pliego de cargos, de otros gobiernos? y ¿Quién de los tres naufragará en el puerto? Hay personajes con costumbres acuáticas que también se ahogan.

No hay que romperse la cabeza para descifrar el argumento disyuntivo del gobierno que pone contra la pared y acorrala a la gente con el objetivo de que las organizaciones armadas y los delincuentes gocen de mayores ventajas. De entrada, el órgano superior del poder ejecutivo quebranta el artículo 188 de la Constitución por lo que toca a simbolizar ‘la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos.’ (sic – Artículo 188 de la Constitución Política de Colombia). Cosa en sí que no ha cumplido en el primer año de este deslucido gobierno al seguir incentivando el odio de clases, discriminando a los habitantes y negándose a conservar el orden público o restablecerlo donde fuere necesario, so pretexto de la irrealizable ‘paz total’ que tiene más apariencia de eslogan proselitista que de función presidencial.

Petro escupe por el colmillo un sentido acomodaticio de las normas y las disposiciones legales vigentes que, nada tiene que ver, con rayar la luz de la razón o apoyarse en hechos fácticos. De suyo es lo imaginario, el espíritu de contradicción, desacreditar a aquellos que no le comen los piojos y rotular con frecuencia que el estado de cosas adversas es culpa de alguien que lo antecedió. Da lora Francia Márquez con similar cacofonía. Van a completar 365 días señalando con el dedo desde el helicóptero de la elusión de las obligaciones, y sacando el cuerpo y las nalgas a las responsabilidades.

¿Con qué puede sacar pecho? Ninguna cosa. ¡Ah, sí! Con el deterioro de la calidad de vida, el aumento de la población en alto riesgo alimentario, la inseguridad desbordada, la expropiación ilícita, el toque de queda impuesto por las organización armadas al margen de la ley que prohíben la permanencia en las calles en diferentes regiones del país, el nepotismo, el desánimo común, las prácticas corruptas, los cínicos pactos con la clase política tradicional a quienes embadurna con la mermelada del 14,63% de aumento salarial retroactivo al 1 de enero de 2023, los más bajos niveles de inversión en infraestructura de las dos últimas décadas y la destrucción moral de la nación. A diferencia del mítico rey Midas, Gustavo Petro, todo lo que toca lo convierte en algo obsceno a causa de su pasión enfermiza que provoca caos y destrucción del Estado social de derecho. 

Puede disfrazarse de wayuu, meterse un lápiz a la boca, aparentar sobriedad y tuitear sobre la muerte de una niña de cuatro años en combates entre las disidencias de la Farc y el ejército en La Plata, Huila; y nadie alcanza a observar una actitud consecuente con las ideas que profesa. ¿Qué sentirán los padres de las menores Xouix, Yidid y Zuleika secuestradas y asesinadas en octubre de 1981 por el M19? Por si acaso, el cartel petrista, sale al paso con la tesis exclusiva de ‘una segunda oportunidad’, a golpe seguro, los progenitores experimentarán sensaciones de rabia e indignación dado que la mayoría de criminales, jamás, se arrepienten de manera sincera ni hacen esfuerzo alguno por reparar a las víctimas. Ahí tenemos el botón de muestra de un exguerrillero presidente y otros que desempeñar el cargo de congresistas que nunca resarcieron a sus distintos martirizados, y siguen campantes como si nada, intentando constreñir a las demás ramas del poder y a la opinión pública en general.

En provecho propio, Gustavo Francisco Petro Urrego, ha ejercido el nepotismo, el tráfico de influencias y el desgreño administrativo. Solo como el espárrago sacó once (11) ministros del despacho, por el contrario, nombró en altos cargos y en funciones diplomáticas a personas pendientes de resolución judicial. 

La práctica prolongada de diferentes episodios atroces y delitos de lesa humanidad, al parecer, es la condición sine qua non para ser nombrado gestor de paz. “Vaca vieja no olvida portillo”. Guerrilleros, paramilitares, ciertos integrantes de las fuerzas armadas, violadores, terroristas, narcotraficantes y demás castas de bandidos, de ningún modo, serán buenas personas. Independientemente a la narrativa y el pie forzado de tal discurso de reconciliación, la sociedad civil debe rechazar esos embutidos en procura de un nuevo statu quo ajeno de verdad y de justicia.

Con uno de los más altos índices de desaprobación de todos los presidentes latinoamericanos, la imagen desfavorable batiendo récords al interior del país, la falta de apoyo popular, la marrullería sindical, el canibalismo electoral y los nuevos hechos condenables; son la histórica estocada por cornada de su ingobernabilidad. 

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