La presidenta Dina Boluarte está en el centro de una investigación por corrupción.
¿La razón? La han visto usando relojes y joyas de lujo. La polémica se desató cuando el podcast de noticias peruano, La Encerrona, profundizó en 10.000 imágenes de la cuenta presidencial de Flickr.
Descubrieron una tendencia: Boluarte ha usado joyas, incluidos relojes Rolex, desde que asumió el cargo de vicepresidente en 2021, durante el mandato del expresidente encarcelado, Pedro Castillo. El valor estimado de esta colección de joyas es asombroso y alcanza los 500.000 dólares estadounidenses.
Esta cifra llama la atención en comparación con su salario mensual, que fluctúa entre 30.000 y 16.000 soles (8.000 a 4.300 dólares).
La presidenta no reveló estos elementos en sus formularios de declaración de activos, lo que generó sorpresa y provocó un mayor escrutinio.
La falta de transparencia en torno a los relojes de la presidenta Dina Boluarte ha alimentado la desconfianza pública en las instituciones, reforzando la percepción de abuso político.
Foto: Cris Bouroncle/AFP
Boluarte alguna vez prometió luchar contra la corrupción y defender a la población rural. Pero el marcado contraste entre su salario y sus accesorios llamativos llevó a una investigación por violar las leyes del país sobre enriquecimiento ilícito y divulgación de activos.
En Perú, los funcionarios electos deben informar al gobierno sobre cualquier activo por valor de más de 10.300 soles (alrededor de 2.774 dólares) y revelar cualquier obsequio de terceros.
En una medida sin precedentes, la policía allanó la residencia de Boluarte en busca de los relojes. Esta fue la primera vez en la historia de Perú que la policía entró por la fuerza en la casa de un presidente en ejercicio.
La redada fue provocada por el hecho de que Boluarte no asistiera a una audiencia programada donde se esperaba que presentara los relojes Rolex que la habían visto usando y explicara cómo los obtuvo. A pesar de las preguntas, no explicó de dónde procedían los relojes y se negó a permitir que la policía ejecutara una orden de registro en su residencia.
En un discurso televisado, Boluarte negó ser “corrupta o ladrona”. Sin embargo, los detalles confusos que rodean su lujosa colección plantean serias dudas sobre la integridad y la ética de su ejercicio del poder.
Esta falta de claridad está socavando una vez más la confianza de los peruanos en sus instituciones y reforzando la percepción de que la clase política está abusando del poder.
El jueves, los legisladores rechazaron dos mociones separadas para llevar a debate el tema del impeachment de Boluarte.
Foto: Milton Rodríguez/Shutterstock
La batalla del Perú contra la corrupción es larga y sinuosa y afecta todos los niveles de la gobernanza y la vida pública.
El Índice de Percepción de la Corrupción de 2023 pinta un panorama sombrío, ya que muestra que Perú registró su peor caída desde 2012.
Esta disminución está vinculada a una serie de medidas tomadas por el Congreso, en las que la acumulación de reformas crea retrocesos en las medidas anticorrupción.
Esto dificulta la colaboración efectiva e incluso protege a congresistas éticamente cuestionables. El escándalo tiene importantes ramificaciones políticas. Seis ministros del gabinete dimitieron y los legisladores solicitaron al Congreso que la destituyera de su cargo alegando “incapacidad moral permanente”, una disposición constitucional utilizada anteriormente para forzar la renuncia y destitución de tres ex presidentes en los últimos seis años.
El Congreso de Perú, sin embargo, rechaza el intento de impeachment. Perú se encuentra atrapado en una agitación política duradera. La solicitud fue realizada por representantes de diversas facciones políticas, incluido Perú Libre, partido al que alguna vez estuvo afiliado Boluarte.
Este viernes, la Fiscalía Nacional programó un interrogatorio a Boluarte. En medio de la incertidumbre, Rolexgate sirve como señal de alarma.
Ha puesto a la presidencia de Boluarte bajo el microscopio y ha planteado interrogantes sobre la corrupción y la transparencia en el panorama político de Perú.
Si bien es preocupante, el escándalo puede ser un punto de inflexión y un llamado de atención para que Perú fortalezca sus protocolos, se alinee con los estándares internacionales en materia de recepción de obsequios y cortesías y refuerce la integridad de sus instituciones.