«¡El terrible Peruchín!»

Antonio "Peruchín" Cepeda (Q.E.P.D.) Foto Venevisión

Orlando ‘’Peruchín’’ Cepeda, miembro del Salón de la Fama, tuvo altos, muy altos en su brillante vida deportiva; y bajos, muy bajos, en su vida privada.-

Por Antonio Andraus Burgos

La última vez que conversamos con él, fue pocos días después de haber sido exaltado al Salón de la Fama, a donde llegó escogido por el Comité de Veteranos del béisbol de las Grandes Ligas.

Se ha ido otro inmortal del béisbol y de América Latina, a la edad de 86 años, falleció Orlando Cepeda, el ídolo de Ponce, Puerto Rico, en San Francisco, exactamente 10 días después de la partida de Willie Mays, su compañero de equipo e íntimo amigo, como lo fue también de su compadre, el colombiano Inocencio ‘’La Yuya’’ Rodríguez, con quien compartió juegos en las divisiones menores de los Gigantes. 

Méritos, más que suficientes, por sus actuaciones en los diamantes, por sus numeritos, por su indiscutible calidad como primera base y, después, como bateador designado, ofrecía el nombre de Orlando ‘’Peruchín’’ Cepeda, para llegar a Cooperstown de manera directa, en la votación de los  Cronistas del Béisbol, pero su nombre estuvo involucrado y condenado por narcotráfico — a 5 años de prisión, de los cuales pagó apenas 10 meses —, lo que impidió que su nombre fuera considerado en la votación como elegible por los periodistas en su debida oportunidad.

Brillante pelotero desde que se puso el uniforme de los Gigantes, que aterrizaban en San Francisco tras dejar a Nueva York, por primera vez aquél 15 de abril de 1958, hasta cuando por última vez usó sus zapatos de juego para estar en un diamante.

Desde el comienzo

‘’Peruchín’’, cuyo apodo fue acogido por el de su señor padre, ‘’Perucho’’ Cepeda — uno de los baluartes del béisbol de Puerto Rico de los años 20 y 30, cuando la segregación racial impedía a los de la raza negra jugar en las Grandes Ligas—, engranó como un toletero de poder, ocupando la posición de cuarto bate, teniendo como tercero al sempiterno Willie Mays, y como quinto, nada más y nada menos que a Willie McCovey, para conformar, por aquel tiempo, el ‘’temible callejón’’ de una formidable ofensiva que hizo historia en la Liga Nacional.

En su segundo turno al bate debutando con los Gigantes, ‘’Peruchín’’ se fue para la calle, para conectar el primer tablazo de su destacada carrera, que culminó 17 años después, compilando 379 estacazos de circuito completo.

Cepeda fue exaltado ‘’Novato del Año’’ de la Liga Nacional en ese 1958, con sensacional temporada, acumulando 188 indiscutibles en 603 turnos, para promedio de 312; con 25 cuadrangulares y 38 dobles disparados; con 96 carreras remolcadas y 88 anotadas, en 148 partidos en los que jugó.

Convocado a 11 Juegos de Estrellas, todos con la Liga Nacional, ‘’Peruchín’’ nunca olvidó aquel partido de 1961, en el ‘’Fenway Park’’ de Boston, cuando Willie Mays, fue tercero en el orden al bate; él, ‘’Peruchín’’, como cuarto, ambos por los Gigantes; y nada más que Roberto Clemente, como quinto en la artillería, por los Piratas de Pittsburgh.

‘’Siempre pensé que era un sueño. Nunca me imaginé en la vida que yo estuviera en el medio de dos de los más grandes peloteros de todos los tiempos. Y no lloré, por esas cosas de la vida’’, nos confesó en aquella lejana oportunidad en que hablamos largo con Cepeda en Nueva York.

Cuatro dominicanos

El derecho, Juan Marichal, el primer inmortal del béisbol de República Dominicana, fue uno de sus más cercanos compañeros y amigos en los Gigantes, pero al poco tiempo llegaron otros tres ‘quisqueyanos’ que harían parte de la familia beisbolera latina de la novena.

Ellos fueron, Felipe, Mateo y Jesús Rojas Alou, quienes entre otras cosas, formaron el trío de guardabosques hermanos, que por primera vez ocurría en el béisbol de las Grandes Ligas, hecho que se produjo un 15 de septiembre de 1963, y que hasta el día de hoy, no se ha vuelto a registrar, custodiando los tres los jardines en los dos últimos episodios del juego que sostenían los Gigantes contra los Piratas de Pittsburgh.

‘’Es que nos hicimos tan amigos, de tanta camaradería, que en los campos de entrenamientos, llegábamos con anticipación para hablar de todo un poco, pero más que todo, de la forma en que nos trataban en los hoteles y en los restaurantes, en donde muchas veces no nos permitieron ingresar por ser jugadores de color’’, recordaba con nostalgia Cepeda.

En esa oportunidad, en nuestra charla con ‘’Peruchín’’, nos confesó, con dolor en su corazón, que ‘‘nos prohibían inclusive, que habláramos en español en los bancos de juego, algo que nosotros lentamente lo fuimos incumpliendo, lo fuimos superando, y cada vez que podíamos, conversábamos en nuestro idioma, hasta que se cansaron de decirnos que no lo podíamos hacer’, nos dijo.

Único anillo

Con los Gigantes, sin duda alguna, Cepeda transita por el sendero  que lo conduce a ser un pelotero admirado y respetado, por su forma de jugar, por la actitud que tenía para defender el primer cojín, que fue su posición regular, y por la manera en que encaraba a los lanzadores rivales.

Su poder al bate era indiscutible, y el ‘’temible callejón’’ ofensivo que armó con Mays y McCovey, en sus mejores años, lo erigieron como un toletero respetado y respetable.

Antonio «Peruchín» Cepeda. Foto Radio Rebelde

Sin embargo, con los Gigantes, en donde permanece por 8 largos años, no alcanza un anillo del Clásico de Otoño, que lo viene a conseguir con los Cardenales de San Luis, en la Serie Mundial de 1967, frente a los Medias Rojas de Boston, franquicia que una vez más perdía la opción de conquistarla, como consecuencia de la afamada pero no confirmada ‘’Maldición del Bambino’, para recordar que los ‘Pati-Rojos’ no la ganaban por ‘’el conjuro’ que Babe Ruth le había hecho a la novena cuando fue vendido a los Yanquis de Nueva York.

Exaltado como ‘’Mejor Jugador’’ de la Liga Nacional ese año, cuando tuvo registro de 25 estacazos de vuelta completa, con 111 carreras remolcadas, con 183 imparables en 563 turnos, para promedio de 325, Cepeda fue ‘’reducido’’ a su mínima expresión en el clásico.

Los Cardenales no eran favoritos, pues los Medias Rojas contaban con Carl Yastrzemski, ganador ese año de la Triple Corona en la Liga Americana; con  el cubano José Tartabull; con el lanzador boricua, José ‘’Palillo’’ Santiago; con el extraordinario serpentinero, Jim Lonborg; con el formidable Reggie Smith, con Rico Petroccelli, entre otras grandes figuras, por lo que tenían ventaja entre los expertos para ganar la corona.

Sin embargo, los Cardenales contaban con ‘’el orgullo’’ de ‘’Quisqueya’’, Julian Javier; con el boricua Orlando ‘’Peruchín’’ Cepeda; con el toletero, Roger Maris, quien venía de los Yanquis; con Curt Flood y con Lou Brock; con Mike Shannon; con un inmenso Bob Gibson, el ébano que ‘’dinamitó’’ todas las posibilidades de los Medias Rojas; con el entonces novato zurdo Steve Carlton, y con Nelson Briles, Dick Hughes, entre otros.

Los Cardenales ganaron el clásico con 4 triunfos de los 7 desafíos que jugaron, pero Cepeda dejó una hoja con apenas 3 indiscutibles, incluyendo 2 dobles en 19 turnos, para ofensiva de 103; con una carrera remolcada y otra anotada; con 4 ponches y sin bases por bolas.

Pero cargó con el anillo, que le había sido esquivo en las Series Mundiales de 1962, con los Gigantes frente a los Yanquis; y, después, en 1968, con los Cardenales frente a los Tigres de Detroit.

Por cierto, Bob Gibson fue el ‘‘Jugador Más Valioso’’ del clásico 1967, la misma distinción que había conseguido en 1964, en la cita frente a los Yanquis y en donde también ganaron los Cardenales; y quien, además, en el séptimo juego del 67, despachó un cuadrangular, para rubricar su propia victoria.

De por vida

‘’Peruchín’’ Cepeda juega desde 1958 con los Gigantes de San Francisco, hasta la mitad de la temporada de 1966, cuando es canjeado a los Cardenales de San Luis, en donde permanece al final del 66, y los años 1967 y 1968; luego pasa a los Bravos de Atlanta del 69 al 71 y comparte el 72 entre los Bravos y los Atléticos de Oakland; en el 73, con los Medias Rojas, y termina en  el 74, con los Reales de Kansas City.

El ilustre jugador boricua que firmó por 500 dólares con los Gigantes, sufrió de una severa lesión en su rodilla derecha y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en 1966; y luego, en su rodilla izquierda, a mediados de 1972;  pero su tabla de salvación para seguir en el béisbol, fue la adopción del sistema del bateador designado en la Liga Americana, para lo cual fue exclusivamente contratado por los Medias Rojas, teniendo una sobresaliente temporada.

El homenaje que le hicieron Cangrejeros a Antonio Cepeda recientemente. Foto Noticel

Ese año de 1973, cuando jugó con los Medias Rojas de Boston, como el mismo lo reconoció en su momento, lo catapultó para conseguir estadísticas que le permitieron llegar al Salón de la Fama, exaltado por el Comité de Veteranos del béisbol de las Grandes Ligas, y haciendo valer lo que hoy día ya se reconoce como posición de bateador designado.

En esa temporada, ‘Peruchín’ despachó 159 indiscutibles en 550 turnos, para ofensiva promedio de 289; con 20 tablazos de circuito completo; 86 carreras remolcadas y 51 anotadas; con 50 bases por bolas recibidas,13 de ellas de manera intencional, y en 81 ocasiones abanicó la brisa.

De por vida, sus numeritos hablan por él en la Gran Carpa. Con 2.351 imparables, incluyendo 379 estacazos de vuelta completa, 27 triples, 417 dobles, en 7.927 turnos, para ofensiva promedio de 297; con 1.365 carreras remolcadas y 1.131 anotadas; con 588 bases por bolas recibidas, 154 de los cuales fueron intencionales; y 1.169 veces abanicando la brisa, Cepeda tuvo, sencillamente, una formidable actuación en sus 17 temporadas en el mejor béisbol del mundo.

‘’El toro bebé’’ de Ponce, Orlando Cepeda, como cariñosamente lo llamaban, es uno de los peloteros cuya grandeza en los diamantes no fue difícil de encontrar por sus actuaciones en su largo trasegar por el béisbol, el deporte que lo apasionó desde niño, cuando veía en su padre, ¡Don Perucho!, a una figura sobresaliente pero menospreciado por su color de piel, que no pudo llegar a las Grandes Ligas, por lo que para ‘’Peruchín’ fue el reto de su vida. ¡Y lo logró!

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