por Alfredo Jalife-Rahme
La matanza de 33 000 civiles palestinos perpetrada por el “gabinete de guerra” de Benyamin Netanyahu, su negativa en cuanto a aplicar las disposiciones que la Corte Internacional de Justicia ha ordenado a Israel y, finalmente, su rechazo de las exigencias estipuladas en la resolución 2728 del Consejo de Seguridad de la ONU, recuerdan el síndrome de Masada. Ese extremismo fanático está más relacionado con la siquiatría que con la política.
Es muy improbable que el acorralado –por lo que queda todavía de conciencia universal humanista– primer ministro jázaro Netanyahu acate la resolución del alto al fuego inmediato en Gaza.
Netanyahu se parapeta en el síndrome de Massada y usa el clamor del 90% de la población israelí que exige la erradicación de Hamas, sin importar el “daño colateral” (sic) que está resultando en un Apocalipsis palestino, lo cual colisiona con los 3 principios del Derecho Internacional Humanitario: distinción, proporcionalidad y precaución.
Tres años después de la caída de Jerusalén, en el año 70 después de Cristo, ante las huestes del emperador Tito, Masada fue el último reducto donde sucumbió la secta extremista Sicarii (de cuyo nombre proviene el término “sicario”) de los zelotes en Judea.
Netanyahu, primer ministro jázaro de origen polaco, que no tiene nada que ver con los auténticos judíos semitas, practica el síndrome de Masada 1951 años después, ante el aplastante clamor de la conciencia universal humanista de pueblos y países.
¡Que parecido existe entre los zelotes del año 73 después de Cristo y sus émulos neocolonialistas espoliadores Ben-Gvir, ministro israelí de “Seguridad” (sic), y Smotrich, ministro de Finanzas!
El síndrome de Masada se apoderó del gabinete de Netanyahu cuando su ministro de Exteriores, Israel Katz, en desacato a la resolución 2728 del Consejo de Seguridad de la ONU, proclamó que «el Estado de Israel no cesará el fuego». «Destruiremos el Hamas y continuaremos luchando hasta el regreso a su hogar de todos los rehenes», concluyó el ministro israelí.
La hasta ahora inoperante Corte Internacional de Justicia (CIJ), después de casi 6 meses de genocidio dantesco, conminó Israel a facilitar con carácter “urgente” (sic) la entrada de la ayuda humanitaria a la franja de Gaza, territorio palestino bloqueado por cielo, mar y tierra, donde cunde la guerra alimentaria con las subsecuentes hambruna, sed y enfermedades.
Según The Times, cercano a la monarquía globalista británica y a Israel, el bloqueo de la ayuda humanitaria a Gaza es un grave error estratégico de Israel, lo que ya es visto por la opinión mundial como una impuesta hambruna a los sitiados palestinos.
Al unísono, la relatora especial de la ONU para los Derechos Humanos en los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, en su informe “Anatomía de un genocidio” acusó a Israel y «pide a los Estados que cumplan sus obligaciones e impongan un embargo de armas. Y sanciones a Israel.» «Cuando la intención genocida es tan conspicua, tan ostentosa, como lo es en Gaza, no podemos apartar la vista, debemos hacer frente al genocidio; debemos prevenirlo y debemos castigarlo», subraya en su informe la relatora especial de la ONU.
Elijah J. Magnier comenta que «Israel se prepara para la reacción internacional sobre Gaza más allá del campo de batalla»con un tsunami de demandas legales que rememora los perturbadores hallazgos de la Comisión Goldstone, también a nombre de la ONU, que investigó las atrocidades de Israel, que incluyen crímenes de guerra, en la anterior guerra contra Gaza de hace 15 años.
“Anatomía de un genocidio”, el informe de la relatora de la ONU Francesca Albanese, sentencia que Israel ha cometido tres actos específicos reconocidos en la Convención de la ONU contra el Genocidio:
asesinar a miembros del grupo [poblacional palestino], causar grave daño mental y físico
y crear intencionalmente condiciones calculadas para la destrucción del grupo,
además de la destrucción extensiva de la infraestructura de Gaza, que incluye hospitales y la tierra agrícola y la detención y presunta tortura de miles de palestinos hombres y niños.
Francesca Albanese señala la presente situación como una escalada del proceso de asentamiento colonial de larga data de anulación (sic) que refiere a la Nakba en curso –en alusión al desalojo masivo de palestinos a raíz de la creación de Israel en 1948.
Elijah J. Magnier reporta que Israel ha rechazado categóricamente los hallazgos del demoledor informe de la relatora Albanese como una “obscena” inversión de la realidad. ¡Clásico síndrome de Masada!