El presidente de la Corte: ¿ligero o vengativo? 


José Fernando Reyes, presidente de la Corte Constitucional. Foto El Espectador

Cecilia Orozco Tascón

La columna que escribí hace ocho días, titulada “Las cortes venidas a menos… y lo que nos espera”, perturbó tanto al presidente del tribunal constitucional que lo llevó a traspasar el campo imparcial de los jueces para adentrarse en el mundo ruidoso de las polémicas con sesgos. Su comportamiento no se compadece con el cargo que ostenta como vocero de la corporación encargada de proteger los derechos y las libertades de todos y cada uno de los colombianos. El togado José Fernando Reyes descalificó mis opiniones, mis conocimientos y, por si fuera poco, mi ejercicio de periodista con una ligereza que impresiona en quien también dicta sentencias. No puedo dejar de pensar en los errores en que podría incurrir el operador judicial que se deje llevar por las emociones y haga caso omiso de la mesura que impone la razón, como le sucedió a Reyes. En dos entrevistas divulgadas, en horario estelar de sendos medios de televisión y radio, se refirió a “esa señora” (yo) en términos que revelan la reacción primaria que nace de un momento de rabia. Sucede todos los días en las calles pero no se espera que quienes se encuentran en la cima de la juridicidad, actúen de manera tan precaria.

A la pregunta inicial del director de Noticias Caracol sobre polarización política y presiones a la Corte, el presidente Reyes, sin relación con el interrogante, me dedicó su primera respuesta: “Hay una periodista que no me conoce, que nunca ha hablado conmigo, que no sabe cuáles son mis estudios ni mi trasiego judicial (ni) los libros que me he leído en la vida. Yo no sé cuántos ella habrá leído de los que yo me he leído…”. “Y, ¿qué ha dicho esa periodista?”, repreguntó el director de Caracol. “Cada que puede, habla en contra mía. Inclusive en la última columna habla de que estas cortes son unas cortes de ignorantes. Ella tiene derecho a la libertad de expresión, ni más faltaba… (pero) le digo ‘dese la licencia de hablar con las personas… un periodista tiene que darse el lujo de averiguar para poder opinar con verdad” (ver). Al otro día y pese a que ya habían transcurrido 12 horas, tiempo suficiente para recuperar la calma, Reyes volvió al ataque, esta vez en Blu Radio. “A mí me molesta… que vengan a decirme que yo ando granjeándome entrevistas… y que me venga a decir eso una persona que jamás se ha tomado la molestia de llamarme para decirme usted quién es porque… yo soy funcionario judicial, voy a cumplir 35 años (en la carrera) el año entrante…”. El director de Blu insistió en que mencionara el nombre de la periodista: “Comienza con C, ¿no?”, le dijo. El dignatario de nuestra pulquérrima Corte Constitucional cayó en el juego y echó un cuento traído de los cabellos: “hay una persona con errores de ortografía a la cual se le cayó una zanahoria en la cocina y dijeron (sic) ‘claro, me están pensando por la Z de Cecilia’” (risas del magistrado y risas en el estudio) (ver).

Vistas a las volandas, las manifestaciones de Reyes no parecen muy ofensivas. Pero, analizadas con mayor detenimiento, saltan las objeciones: 1. La libertad de expresión, de información y, ante todo, de opinión, es pilar de la democracia; la garante de su ejercicio es, justamente, la corte que preside quien me “condena” con base en prejuicios como que no leo, no tengo “un mínimo de información y no “averiguo para opinar con verdad”; 2. Tan reprochable es que el presidente de la República someta al escarnio a un periodista como que el presidente de la Corte Constitucional denigre del columnista que ejerce su derecho a expresarse; 3. Reyes ha notificado públicamente su animadversión contra mí de tal modo que, hoy, no creo tener garantías en ese tribunal si mi nombre llegare a figurar en una revisión de tutela u otro proceso que conozca a esa corporación; 4. Los periodistas somos sujetos de mayores garantías frente a los representantes del Estado, quienes –por su poder– tienen la obligación de soportar el examen social sobre sus actos. Así lo explicita nuestra Carta Política que usted debe cumplir, doctor Reyes, y el Marco Jurídico Interamericano sobre el derecho a la libertad de expresión que reza: “dado que las informaciones atinentes a los funcionarios… gozan de un mayor grado de protección, el Estado debe abstenerse… de imponer limitaciones… tales personas (servidores públicos)… deben tener un umbral mayor de tolerancia ante la crítica…(que) cubre debates que pueden ser incluso ofensivos para (esos) funcionarios…” (ver). Señor togado: usted parece ignorar –y es raro que eso suceda– que para que un columnista se forme una opinión sobre quien desempeña un cargo tan honorífico como el suyo, no necesita llamar, intercambiar amabilidades verbales ni conocer intimidades. Basta con observar su conducta pública que, como la de todos, suele revelar mucho más de lo que permiten filtrar las apariencias. 


Entre paréntesis. Por fuente seria y cercana a las esferas judiciales que me pide reserva de identidad, he sido informada de que el togado Reyes es vengativo y que ejerce su poder para castigar y excluir a quienes se atrevan a enfrentársele. Parece que hay un ejemplo reciente al respecto del que han tenido noticia dignatarios de otra corte y una prestigiosa universidad. Me doy por advertida.

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