El poder y la humanidad: ¿hacia dónde nos llevan nuestros líderes?

Mate Amargo

Por Eduardo Frontado Sánchez

Resulta preocupante, como seres humanos, observar las perspectivas del 2025 a nivel mundial. Si bien actualmente estamos sumamente avanzados tecnológicamente, es alarmante cómo las acciones de los gobernantes y las luchas de poder evidencian cada vez más la deshumanización de la cual somos víctimas.

Es crucial entender que, en un mundo tan convulsionado, los gobernantes deben analizar estratégicamente qué acciones son las más convenientes para no dañar ni perjudicar a personas de bien.

Desde mi perspectiva, resulta terrible ver cómo una nueva administración política en los Estados Unidos no solo castiga a quienes han cometido actos de violencia o están catalogados como terroristas, sino que también parece incluir en esa categoría a personas que llegaron a ese país con la intención de trabajar y huir de dictaduras como la que vivimos en Venezuela.

El síntoma más claro de la enfermedad del poder y el ego es usar el terror psicológico y la amenaza como tácticas de negociación. No podemos catalogar a todo el mundo como terroristas o criminales sin un análisis profundo. Debemos observar cada acción con atención, pues seremos recordados por nuestras decisiones.

Es fundamental reflexionar sobre el legado que podemos dejar cuando tenemos el poder de cambiar el destino de un país. En lugar de perdernos en detalles superfluos, como redefinir términos o desarmar estructuras, debemos comprender que la vida no es una competencia. Es un viaje que nos permite ser trascendentes y generar impacto con significado.

Soy consciente de que una persona no puede cambiar la mentalidad de todos ni retroceder decisiones, pero sí puedo hacer un llamado a la humanización. Nuestro único compromiso debería ser trabajar por el bien común de una nación. Cada día es una oportunidad para reflexionar sobre cómo podemos ser trascendentes mediante acciones concretas que procuren el bienestar de la población.

Con este artículo no busco criticar ni generalizar una condena hacia todos los gobernantes. Más bien, pretendo hacer un llamado de atención sobre la crisis mundial y motivar la reflexión. Desde nuestra trinchera, podemos cambiar el rumbo de estos tiempos convulsos.

La humanización implica tener conciencia de cómo podemos contribuir a una sociedad más consciente de sus bondades y evitar que el poder se use contra los propios ciudadanos. El correcto uso del poder permite el avance de una sociedad inclusiva y abierta a la diferencia, basada en el respeto y el bien común.

El poder no otorga derecho a actuar por impulso. Más bien, brinda la posibilidad de cambiar destinos y realidades. Como seres humanos, tenemos la elección de hacer el bien o el mal, y cada perspectiva define el camino que seguimos.

Lo humano nos identifica y lo distinto nos une. Debemos asimilar esta verdad y comprender que el verdadero liderazgo trascendente no se construye con amenazas ni superioridad. Se forja al guiar a nuestros conciudadanos de la mano, siempre pensando en su bienestar.

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