El olvido que somos. «Del cielo nos llovió el infierno de Putin», Héctor Abad

Logo para una paz total (Diseño de Claudia Acosta Domínguez)

Por Óscar Domínguez G

No se trata de lanzar una diatriba contra la industria de la moda por olvidar a quienes estamos muellemente instalados  frente al pelotón de fusilamiento de la vejez.  Del 20 al 23 de julio  se realizará en Medellín Colombia-Moda y no hay indicios de que piensen ocuparse de quienes ennietecemos.

Tampoco estoy respirando por ninguna herida pues soy la Coco Chanel de mi mismo. Me dicto la moda dejando pasar el tiempo hasta que recobren vigencia chiros que bostezaban en el cuarto del reblujo, engordando  polillas,  o  pantalones rotos de tanto calentar banca en los  parques esperando el ocaso.

Nada de chorrear la baba cuando veo desfilar por la pasarela mujeres de viento que lucen trajes que nacen y mueren en el mismo desfile. Claro que a estas alturas me quedo con Bob Marley: “La curva más linda de una mujer es su sonrisa”.

Son pasarelas al final de las cuales el diseñador de turno, deliberadamente mal trajeado, despeinado, informal, exitoso, de tenis, desfila con sus maniquíes seguro de que  triunfó en el mundillo del dedal.  “Voyeristos” y voyeristas de primera fila aplauden frenéticos lo que acaban de ver. 

Dirán los zares de la moda para justificar el olvido en que nos mantienen que gasta más el papa en jíbaros o Putin en sonrisas, que los catanos  en ropa. En cada aparición pública, después de algún bombardeo en Ucrania, ojalá en sitios donde haya niños, mujeres, viejos, fuentes de agua, centrales nucleares, Putin aparece impecablemente vestido. Así como no repite bombardeos en la martirizada nación, tampoco repite pintas que parecen compradas en el exclusivo Savile Row lodinense.

Un  aventajado discípulo de Putin, muy bien trajeado a juzgar por la foto que publicó El Colombiano, el poeta ruso Vadim Terekhin, es uno de los invitados al festival internacional de poesía de Medellín ciudad natal de Héctor Abad quien sobrevivió a un atentado en el que falleció la escritora ucraniana Victoria Amelina, con quien compartía ilusiones y mesa.  Con la partida de doña Victoria mi corazón quedó vuelto hilachas.

“Del cielo nos cayó el infierno de Putin” comentó Abad. Por todo lo anterior “qué atropello a la razón” la invitación a Terekhin quien debe tener encaletado por ahí un verso  de esta calaña: Vladi, sigue volviendo papilla a Ucrania. Nos hiciste olvidar del padrecito Stalin y  de Rasputín juntos.

Soy poeta, de las pésimos, claro,  pero no me esperen en ese festival. Todos somos Ucrania, pienso, y luego toca seguir existiendo.

Volvamos al principio: a los empresarios de la moda no les provocamos ni veniales. Dirán: Dejémoslos quietos coleccionando arrugas mientras les llega el momento de hacer efectiva la póliza exequial.

Pensarán que no se justifica gastar cerebro ni trapos sofisticados en sujetos que le hacen siesta a un carrizo y que en los restaurantes piden un tinto o un almuerzo para dos y se llevan los restos para el perrito. (El perrito, lo sabemos, es el señor de casa al desayuno).

A pesar de lo escrito pienso que el colectivo de quienes peinamos canas puede ser un buen filón económico. No todos mis contemporáneos son michicatos como este escriba. Donde menos se piensa salta la liebre.

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