

Salomón Kalmanovitz
A la hora de tomar la decisión de invertir en un país, los empresarios tienen en cuenta la política fiscal (41 %) por sobre otras consideraciones, pues si esta es expansionista y no distorsiona los precios será una garantía de poder vender la producción que resulta de la inversión. Le siguen las condiciones socioeconómicas (30 %), que son también importantes, pues incluyen las perspectivas de la demanda por los nuevos bienes a producir, como las condiciones monetarias.
En efecto, la tasa de interés con que financian las empresas parte de la inversión es fundamental por el apalancamiento requerido: puede pasar un buen tiempo antes de que la nueva producción esté lista para ser vendida en el mercado y el tiempo es dinero.
Las condiciones externas juegan su papel en la decisión de invertir pues la tasa de cambio determina el costo de los bienes de capital importados e incluso la depreciación de la planta instalada también debe ser contabilizada en divisas, aún si existe una oferta doméstica de maquinaria y equipo. Para nuestro caso, una de estas condiciones es la cotización internacional del petróleo y a la mayor parte del monto exportado corresponde a este rubro, gracias al cual hemos gozado de estabilidad cambiaria en los últimos años. Sin embargo, las condiciones del mercado internacional del crudo se han deteriorado: de una cotización de US $85 por barril hace un año se ha pasado a US $68 en la actualidad, así que hemos perdido un ancla importante de las expectativas de los agentes en general y de los inversionistas en particular.
Gracias a que el país también exporta manufacturas y materias primas agrícolas y mineras que complementan nuestros ingresos externos, hemos tenido una relativa estabilidad cambiaria en los últimos años, algo que se ha venido deteriorando al entrar en situaciones de comercio deficitario. En efecto, las exportaciones en enero fueron de US $4.100 millones, mientras que las importaciones fueron de US $5.379 en enero de 2025, acumulando déficits comerciales de más de US $1.000 millones al mes.
Como lo explica la teoría del comercio internacional, los países que obtienen excedentes de exportación frente a sus importaciones (China, por ejemplo) se aseguran una fuente de demanda sólida que financia una oferta de importaciones que frena presiones inflacionarias, entrando en círculos virtuosos de desarrollo económico, a la vez que su moneda se estabiliza o se revalúa. Por el contrario, países deficitarios en su comercio deben encontrar fuentes alternas de demanda como inversiones privadas o déficits fiscales que tienden a generar desequilibrios económicos.
Colombia comienza a enfrentar problemas en el frente externo. La calificadora internacional Fitch cambió su perspectiva de riesgo país de estable a negativa, al tener en cuenta el elevado déficit comercial y, además, el fiscal en que ha venido incurriendo el gobierno por su afán de gastar para asegurar réditos electorales en 2026. Es que un déficit fiscal de 7 % del PIB y una deuda pública que se acerca al 60 % del producto prenden las alarmas de los agentes internacionales.
Los inversionistas en bonos del gobierno colombiano –entre otros, el TES a 10 años– que estaban devengando 10 % de interés anual en septiembre de 2024, en febrero de 2025 están demandando un 12,2 %. Por comparación, un bono peruano de la misma duración está obteniendo un rendimiento de 6,68 %, o sea que los papeles del Perú tienen una percepción de riesgo que es la mitad de lo que está demandando el mercado por los bonos colombianos.
Así las cosas, los inversionistas tanto extranjeros como colombianos comienzan a dudar en colocar su dinero en el país ante el aumento de los riesgos. Eso significa también que el crecimiento económico de los próximos años será menor al que se esperaba por contar con menos capital que emprenda nuevas actividades o fortalezca las establecidas.
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