Por Óscar Domínguez
Resulté ser una mala copia de Scrooch, ese personaje cascarrabias de Dickens que detestaba la navidad. Pero hago de tripas corazón y procuro gozarme las festividades. Para empezar, me la paso “maridando” natilla con buñuelos.
Por estos días, a mis espaldas, me atropella el lacrimógeno y pegajoso “faltan cinco pa las doce, el año va a terminar”. Nunca pude borrarlo de mi disco duro. Me desquito oyendo al eterno Guillermo Buitrago. Como todos los clásicos, el cienaguero, otro mimado de los dioses que murió temprano, a los 29 años, jamás aburre. Suena extemporáneo en febrero o junio pero no se concibe diciembre sin su música. Buitrago es el punto sobre las íes de diciembre.
En mi niñez, en el campo donde vacacionábamos, a las cinco en punto de la tarde asistíamos al rito diario de engordar el marrano que pasaría a peor vida en la nochebuena del 24. ¡Sin exceso de educación pero con qué ganas tragaban “mis” marranos! El cruel marranicidio que se veía venir transcurría en medio de una ruidosa parafernalia que incluía tutaimas, trago, pólvora, pesebre con musgo robado a la montaña, traídos del Niño Dios y misa de gallo.
Ya más crecidito, en el juicio que precedía al sacrificio del porcino, alguien me afrijolaba el chicharrón de hacer las veces de abogado defensor del rey del colesterol. “¡Qué tristeza! Merece un final feliz este rey de burlas que no tiene presa mala como los churros 90-60-90”, o algo por el estilo, decía este aprendiz de tinterillo que sonreía al lado de su cliente. (Como defensor, era el primero en entrarle a mi defendido reencarnado en fritanga. Para la contradicción estoy solo en el patio).
Como la historia se repite, esas sonrisas entre abogado y cliente encopetado las vemos todos los días en los medios. “Qué falta de respeto, qué atropello a la razón”, repitamos con el tango aquel.
Hoy, más sensible a la causa de los hermanos puercos, propondría una eutanasia benévola para los marranos: Por ejemplo, leyéndole los trinos del reelegido presidente Trump.
El hombre se come lo que más ama, dijo en una ocasión la actriz Mia Farrow y se empacó una mariposa. Para reivindicar a mis antiguos defendidos, me volví devoto de la carne de cerdo. La voz marrano quedó para describir a los torpes en alguna actividad.
También a manera de desagravio, siempre tenemos en casa un marrano-alcancía, made in Ráquira, preferentemente (foto). Este banco de la república de barro suele sacarnos de afugias en tiempos de vacas flacas económicas. ( Me despido dándome golpes de pecho por mi doble condición de antiguo marranicida y ecologicida).