Por Óscar Domínguez G.
Saludos mil. Por estos días hace, diez años, me operaron de cáncer. Todo salió bien. Prueba de ello es la avalancha de correos que suelo enviar. Como algo podía fallar, y para curarme en salud, les envié mensajes a manera de despedida a Gloria, Andrea y Juan. La banda de los cuatro aparecemos en reciente despelote party familiar en Miami. Traté de dejar claro la herencia que le dejaba a cada uno… Los mensajes aparecenb en orden cronológico. Felicidades y que sigamos disfrutando de este cuarto de hora sobre la tierra. od
Enero 20 de 2013
(Correo enviado a mi hijo Juan Fernando).
My Samurái, como creo haberte comentado, mañana es mi segunda visita al quirófano. Me opera un pastuso simpático y sabio que apenas responde las preguntas que le hizo la multitud que lo visitó en su oficina, ametrallada de diplomas.
Pero después de ver la resonancia magnética casi saca ahí mismo el bisturí y me opera delante de tu sobrina Sofía Mo, sus padres Andrea y Josh, tu madre y este pecho que te ama. Es la multitud de la que te hablo. Yo no suelo hacer muchas preguntas para no dañarme el rato. De allí que lleve barra.
Tuvimos tiempo de discrepar sobre un tema literario: él dice que es en el libro “Yo, Claudio”, donde el emperador Adriano habla de Hermógenes su médico. Le reviré: no es en Yo, Claudio, sino en las Memorias de Adriano. Y le regalé el libro que tenía en edición proletaria, traducción de Julio Cortázar, que te recomiendo de paso.
No se lo regalé para lamberle y obligarle a que me cure de una buena vez, sino para tener un detalle con él. (Mentiras que sí es para que no me cosa muchos puntos y me saque lo que es, que no se le vaya a ir la próstata de paso. Nunca se sabe. U otra presa próxima y de pronto bien útil. Como un juguetico que utilicé para sembrarte en el buche de mamá Gloria. A ti y a la Cotela qué está hecha toda una mamá. «Mamá Jaguar» la llama tu cuñado, el yanqui Joshua).
No te pido que reces por mí porque optaste por el escepticismo como una forma de crecer. Pero no sé, tengo la sospecha de que los escépticos creen en todos los dioses. Acaparadores infames. Ya que no rezas, puedes tocar madera, o enviarme una libra y media de buena energía. A mí y al honorable cuerpo médico que se ocupará de estas carnitas y estos huesitos.
Por supuesto, tu madre y su cofradía de IVI (Invitación a la vida) también se dejarán venir con rosarios bien parviados, como los que nos rezaba tu abuela Genoveva, en nuestra cada vez más remota niñez que me hace decir con Borges: No soy viejo, pero hace mucho tiempo soy joven.
Tu hermana, la Cotela, no me promete rosarios pero alguna oración hará. Sofía Mo, tu sobrina, me viene curando con su sonrisa hace varias semanas. Es más efectiva que todos los bisturís de Colsánitas y la Clínica de Marly juntas. (Esta vez me operarán en la Marly). Estoy seguro de que Josephine y tus hijos Mateo y Patrick también están a distancia conmigo. A Sofía le dije que no me pienso ir sin antes invitarla a ella y a sus primitos australianos, Mateo y Patrick, a chupar helados en Rio, y en Melbourne y a comer en algún buen restaurante. El abuelo y la abuela pagan la cuenta.
La idea que tenemos con tu madre es agarrar los puntos que me cosa Escandón y volarnos a Medellín adonde estamos viajando ya hace un buen tiempo. Nos espera la casa de la tía Susyn, donde viviremos mientras conseguimos cambuche propio. He hablado con algunos médicos paisas que tomarán el relevo, una vez salga de la jurisdicción de Escandón, la cuchilla más especializada del oeste en estos menesteres.
En Medallo serás bienvenido con tu mujer y tus mellizos. (A propósito, dile a Josepehine que le pida a su tía, la casi octogenaria madre Filomena, que me tenga en sus oraciones para redondear la gavilla).
Esta mañana estuve en misa. Llegué tarde la homilía en la que el señor cura se extrovirtió sobre el milagro de las bodas de Caná.
A mi regreso a casa para el gran desayuno preparado tu madre, tu hermana me preguntó:
– ¿Y qué te dijo Dios?
– Por fin te volví a ver por aquí, no bandido. ¿No dizque estabas de mucho ateísmo?
Mejor me voy a dormir porque hay que madrugar a ponernos a tono con la ocasión.
Saludos, felicidades, te ama, tu taita (con copiecitas ocultas y no ocultas aquí y allá. Vale)
(Antes de la segunda operación)
Bogotá, enero 21 de 2013
Mi Gloria, my Cote, my Samurái, salud.
No les estoy diciendo adiós sino hasta por la tarde, después de mi cita con el bisturí.
Pero por lo que «potes potinges» (por lo que pueda pasar en traducción montañera) quiero decirles que valió la pena vivir solo por compartir con ustedes buena parte de mi andadura.
Lo pude haber hecho mejor, pero bueno. Será en otra ocasión.
Doy gracias al Dios de cada uno de nosotros por haberlos puesto en mi camino. Ustedes hacen el mundo mejor.
Recuerden lo bueno de este pecho. También lo malo (para no imitar). De ambas condiciones estamos hechos.
Gracias por Sofía Mo, Mateo y Patrick George, nuestra prolongación. Me habría gustado tener más tiempo para verlos crecer, amar, angustiarse, hacer el bien. Invitarlos a un helado, a comer en el mejor restaurante del municipio.
Gracias por Josephine Margaret Julia y por Joshua Dean que los hicieron padres.
No tengo mayores bienes qué dejarles. Saben bien que a mí la plata me la dieron en gente, familiares y amigos.
Bueno, si no les dejo apartamentos en París, Roma, Río, Melbourne, Nueva Y0rk, los dejo a ustedes con ustedes mismos. No puedo ni quiero ser objetivo pero ustedes son del putas. El mundo queda muy bien acompañado.
La madre, Gloria Luz, de lejos fue la mejor mujer de todas mis vidas. Me la cuidan y me la miman.
Mi clave para que ingresen a mi correo es…y la contraseña es Berlin… (Por Berlín, Alemania, la ciudad que más impactó a este montañero en su travesía. La Travesía se llama la avenida donde nací, en Montebello. Berlín es otro de los barrios de mi infancia. Vivimos allí antes de pasarnos a Aranjuez que queda ahí, a dos cuadras).
Bajo la clave “diario cotelos3” están los borradores para que sigan el diario que empezamos hace tiempos.
Los ama, mucho, profundamente, el Negro Óscar Augusto