El ajedrecista que marca con el 9

Ajedrez. Foto El Colombiano

Por Óscar Domínguez G.

Muchos jaques y mates han pasado por la vida de Jaime Escobar Gaviria quien desde el 26 de junio ingresó a la exclusiva tribu de los ajedrecistas nonagenarios. Como esos carros antiguos,  modelo 33, año de su nacimiento, sigue dando de qué hablar.

Primero falta el punto sobre la coma que Escobar deje de asistir al croché semanal con sus colegas trebejistas  del grupo “Balandra”. Todos ya “caminan lerdo” pero los lunes pegan el grito de independencia doméstico, renuncian a la gimnasia de barrer y trapear, dejan el gato engolosinado con su ego y se reúnen a meterse su sobredosis personal de ajedrez. No hago parte de esa cofradía porque no aceptaría integrar un club que me acepte entre sus integrantes, como presumía Groucho Marx. 

A los quince años, un gurú  lo inició en esta religión de belleza, silencio, competitividad y misterio que es el ajedrez. 

El menor y último sobreviviente de una familia de once vástagos, sólo le ha sido infiel al ajedrez con doña Stella Giraldo Zuluaga, con quien enrocó corto y contrajo “enlace”  el 6 de abril de 1957. La pareja tuvo tres hijas, siete nietos y seis bisnietos. (En la vida cotidiana, Escobar siempre ha jugado con cuatro damas. Así es pilao triunfar).

Como no se guarda nada me compartió su receta de vida: “Mi longevidad se debe a una vida ordenada,  a mi trabajo diario y al deporte”.

Con Julio Montoya y Roger Rivera sacaron de la manga la exitosa fábrica de refrescos Moresco. Sus primeros vendedores fueron Carlos Cuartas y Emilio Caro, quien  bautizó al contador público juramentado como “el caballero del ajedrez”. Cuartas y Caro fracasaron como vendedores. Regresaron al tablero.

Jaime Escobar Gaviria, reencarnado en mago, ejecuta un truco de cartas en una tenida con sus camaradas  de  la secta de ajedrez “ Balandra”.

Según  Jorge Hernández y el rey Salomón Kartzman, los mandamases de Moresco patrocinaron torneos dentro y fuera del país, y ayudaron a jugadores “de irónica aritmética” bancaria. O a sus familiares.

Delgado como un alfil, Escobar nunca fue un anónimo peón en el ajedrez competitivo. Fue campeón departamental de Antioquia en 1956.  Si a los jugadores los miden por sus triunfos, Escobar volvió ripio a rivales de la talla del Mago Cuartas, el exótico Tirso Castrillón, Boris de Greiff, de eterna feliz memoria, y Luis Pérez Gutiérrez.

Colgó el tablero hace años. “No volví a participar en torneos de ajedrez clásico; me dediqué a las partidas rápidas de cinco minutos en el Metropol y en el club Maracaibo”, dice sobre su pasado ajedrecístico. 

Ahora resume: “Disfruto enormemente del juego que seguiré  practicando durante toda mi vida”.

Un ajedrez reposado es el que juega ahora con sus cómplices de ocaso y de arrugas y pategallinas. Evoca y reproduce partidas de sus amados maestros criollos Cuéllar Gacharná, Luis Augusto Sánchez, De Greiff, y los foráneos Botvinnik, Karpov y Magnus Carlsen.  No cree en la reencarnación pero le gustaría reencarnar en Bobby Fischer. Hartas  reencarnaciones  para el nonagenario.

Sobre Revista Corrientes 4573 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]