Por Rufino Acosta
No somos ni mucho menos expertos en el análisis ciclístico. Pero acudimos a nuestros años de experiencia y a lo que alcanzamos a aprender al lado de personas que si saben dónde van los pedales, para meter la baza y dar algunas opiniones.
He leído a Juan Pablo Machado, quien además de autoridad es un excelente cronista, y me parece un valioso aporte lo que dice sobre el desenlace del Tour y en particular sobre lo ocurrido con Miguel Ángel López.
Concuerdo en la explicación de lo que pudo pasarle para hacer la peor etapa contra el reloj imaginable de un corredor que pelea el podio.
Tuvo que ser eso que dice Machado, algo parecido a lo llaman pánico escénico, sin que en modo alguno se pueda interpretar como falta de valentía porque su coraje de está fuera de discusión.
Porque cuesta trabajo explicar el desbarajuste que sufrió en los 6 kilómetros finales, que correspondían a un terreno donde López suele moverse con seguridad y solvencia.
Si cuando llegó al pie de montaña todavía tenía unos segundos de ventaja sobre Richie Porte, ¿por qué el desplome en la cuesta?. Vaya uno a saber, y ya en estos límites solo el corredor podría dilucidarlo si ese es su parecer.
También queda en el aire la inquietud de saber la razón sobre su negativa para atacar a Porte cuando se descolgó en el curso de la etapa del jueves 17, algo que menciona Machado en su enfoque.
Aquí habría que dejar en claro que López se había ganado su posición con una histórica victoria en el agónico ascenso de La Loz, después de un soberbio ataque sobre el filo de los dos kilómetros finales.
No le habían obsequiado nada y por lo tanto tenía mérito y autoridad para estar en el podio.
Más tarde vendría ese momento gris que lo sacó del triunvirato.
Fue un golpe duro para él, aunque para ser ecuánimes no desvirtúa su estreno en el Tour, así quede mal parado cuando lo comparan con Tadej Pogacar, el novato y brillante ganador.
Se puede decir en términos globales que cometió algunos errores, pero sin duda la experiencia tiene que haberle dejado lecciones inestimables para su futuro de valioso corredor.
Frente al triunfo de Pogacar queda poco por agregar. El mundo del ciclismo lo aclama y antiguos reyes de la monarquía del pedal no se andan con rodeos a la hora de quitarse la corona para rendirle honores.
Tal vez se considere irreverente o fuera de foco si decimos que, al lado de su portentosa y explosiva condición atlética, hubo factores que ayudaron para despejar su ofensiva hacia la gloria en el Tour.
Digamos primero que el Jumbo Visma equivocó el camino, y se metió en una estrategia de demolición sin objetivos claros.
Después vendrían los yerros del propio Roglic, al aceptar el juego del gato y el ratón que le propuso Pogacar. Alguna vez dijo que había cometido «un pequeño error» frente a su rival. Pero también hablan de «hundimiento mental» cuando supo que ya perdía 36 segundos.
Por último, tal vez haya que evaluar cuál fue el efecto del retiro de Egan Bernal y la caída de Nairo Quintana, quienes al concluir la segunda semana todavía estaban al acecho y eran una preocupación adicional.
Todo esto es parte de simples reflexiones que, en el mejor de los casos, apenas darían para alguna discusión o pequeño debate.
En el fondo está la realidad de los hechos, la indiscutible clase del campeón y el impacto de los nuevos vientos que soplan en el ciclismo mundial.