Duele

Daniel Quintero ex-alcalde de Medellín

Por Carlos Alberto Ospina M.

La pésima administración del renunciado alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle, quien destrozó lo construido durante la última década, plantea enormes desafíos a la administración de Federico Gutiérrez. No es un encargo fácil de realizar debido al grado de deterioro del espacio público, la inseguridad, la contratación a dedo, la arraigada corrupción y el avance de las plazas de vicio; el deficiente manejo de las basuras y el escaso tiempo de vida del relleno sanitario La Pradera; la venta e invasión de lotes del distrito; el caos en la movilidad y la mala atención a las personas en condición de calle; entre otras problemáticas de primer nivel.

Algunos funcionarios del Distrito escurren el bulto o renuncian, dizque, para no tener que entregar información ni responder por los eventuales hallazgos de la puesta en marcha de la auditoría forense a Telemedellín, Metroparques, Ruta N, Presupuesto Participativo, la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), el Área Metropolitana, y las secretarías de Educación y Comunicaciones; etc. 

¡Qué equivocados están aquellos burócratas que salieron a gatas!, creyendo que se librarán de las consecuencias lógicas del desempeño público por obra u omisión. Huir de la quema no es suficiente para esquivar el accionar de la justicia.

A simple vista, la negligencia fue la regla y la brújula del desdeñable Quintero Calle. Los sitios para el expendio de alucinógenos u “olla” abundan en la mayoría de los 259 barrios de la ciudad; así como el comercio de objetos robados, el alquiler de armas de fuego y las empresas criminales dedicadas a desmantelar los vehículos hurtados.

Las personas en condición de calle afrontan el trato desigual, la miseria errante, el abierto abandono del Estado y la instrumentalización por parte de agrupaciones de delincuentes que los obligan a transitar las distintas zonas con el fin de sustraer tapas de alcantarilla, medidores de agua, cables de telecomunicaciones y piezas de cobre que estén a la mano. Por desgracia en Medellín no existe un cuerpo de inteligencia policial que intervenga de forma oportuna para identificar a los reducidores y de ese modo, acabar con el círculo vicioso de tomar para sí con violencia, a cambio de monedas o drogas.

En su anterior mandato, Federico Andrés Gutiérrez Zuluaga, Fico, se ufanaba de que dejaba la capital antioqueño blindada para prevenir y reaccionar de forma oportuna ante “cualquier situación de inseguridad” (sic). Al parecer, también, a este propósito le arrojaron pinturita dado que en la actualidad no sirve para el objetivo trazado ni para el denominado Sistema Inteligente de Movilidad (SIMM). Ambos igual de inútiles al tal ‘Robocop’ y su desacertado efecto acerca de la cultura ciudadana.

No es de extrañar la ocupación del espacio público con acopios ilícitos, venteros ambulantes, talleres mecánicos, reparación de electrodomésticos, mantenimiento de automotores, carretilleros, cambuches, escombros, inmundicias y material de reciclaje. Las 4.217 quebradas localizadas en las 16 comunas y los 5 corregimientos del Distrito son el vertedero de cuerpos desmembrados, animales muertos, muebles viejos, tala indiscriminada de árboles y todo tipo de desperdicios. La expresión “dejen hacer, dejen pasar” indica el estilo populista de Daniel Quintero en detrimento del sentido de pertenencia de los medellinenses.

Por esto, varias empresas y ciudadanos se toman el derecho de poner vallas metálicas y postes de PVC para impedir el estacionamiento cerca de la vía. Las principales calles, avenidas y aceras son utilizadas a manera de parqueadero ante la actitud indiferente de los agentes de tránsito. Las ciclorutas se convirtieron en el carril preferencial de los motociclistas que no conocen de civismo ni del respeto a la circulación de peatones sobre la cebra. En compañía del inepto, Quintero Calle, el ordenamiento territorial quedó en veremos.

Hierven las fronteras invisibles, las extorsiones a las tiendas de barrio, los paga diarios, los hospedajes ilegales, la ley del bandido, la violencia y el desorden general en la otrora ‘tacita de plata’. Este es el quid del asunto y el chicharrón que heredó Fico. Al menos, a él le duele.

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