Disparates sobre Envigado

Envigado, Antioquia, "ciudad señorial". Foto El Colombiano

Por Óscar Domínguez Giraldo

Viví en Envigado “a un miriámetro al sur-sudoeste” de Medellín, intensos, difíciles, divertidos y productivos años.  Quiero al municipio más que al primer amor. O al último. Envigado no tiene presa mala, como las mujeres 10.

Según el historiador Manuel Uribe Ángel, la ciudad debe su nombre a las famosas vigas “que presentaban los más largos y finos toncos” utilizados en la construcción de los edificios.

¿A quiénes les hablaba al oído José Félix de Restrepo? Abróchense el cinturón de seguridad: a Bolívar y a Santander.

Párroco que se respetara prohibía las famosas Fiestas del Carriel que regresaron hace tiempos para quedarse.

El municipio tiene el mayor índice mundial de cabezas condecoradas desde el aire por las palomas del parque cuando les da por extrovertirse fisiológicamente.

Las ceibas de Envigado. Foto La Bitácora de Carlos

Las ceibas del parque son las únicas con filósofo propio: Fernando González, el Brujo de Otraparte, quien les dedicó  su libro  “Don Mirócletes”.

González, casado con una hija del expresidente Carlos E. Restrepo, no sospechó internet pero todo lo suyo lo encuentra en la página de Otraparte.org. donde manda Gustavo Restrepo. No se pierda el Café Otraparte.

Sin confirmar sí lo digo: en Envigado, de la  mano del Brujo, nació el nadaísmo.  Gonzalorango no salía de allí.

Cualquier envigadeño le cuenta que González fue propuesto al Nobel de Literatura en los años cincuenta por un grupo de intelectuales europeos encabezados por Sartre.

Monjitas de clausura con celular y correo electrónico, dirigidas por sor Margarita, la abadesa unas veces, otras monjita de la llanura, preparan en su monasterio del barrio Mesa los mejores bizcochuelos del mundo. La receta, exclusiva, fue aportada por el Espíritu Santo.

Muertos el poeta Mario Rivero (Mario Castaño, lo del Rivero es un guiño a Edmundo, el cantante que mucho le gustaba a Borges), una tractomula de poesía, y el poeta y columnista  Eduardo Escobar, el hijo de don Germán, fabricante de antigüedades, y doña Elisa Puerta, nadie está en condiciones de darle el segundo Nobel a Colombia. De Eduardo es esta teológica sentencia: “¿Cómo hacerle entender a la gente que el ateísmo no es más que la manera de entrársele a Dios por la puerta del servicio?”

Mejore su hoja de vida cultural visitando “Casablanca” la casona de la maestra Débora Arango, la mejor pintora que lengua mortal decir no pudo. También lo espera el parque -biblioteca que lleva su nombre. Está ubicada donde antes funcionó Grulla, fábrica de zapatos. (Bueno, la casa-museo de la maestra no está abierta todavía. Increíble pero así es;  la palabra la tiene el ministerio de Educación).

Los envigadeños no inventaron la luz pero sí fabrican las más bellas lámparas. Algunas las encuentran en la calle de la Buena Mesa. Por ahí se pueden tomar selfis con las estatuas de José García, Cosiaca, y Pedro Rimales. El primero era natural de Heliconia, y don Pedro hace parte de la mitología antioqueña.

¿De dónde sino de Envigado son los actores Robinson Díaz y Luis Mesa, cuya familia fue propietaria del legendario bar La Yuca, diagonal a la tienda de Tatán?

Es la tierra del amor: de la morcilla más rica. También le dicen tubería negra.

Un  envigadeño no le niega una exageración  a nadie. Con esta gabela: si no le gusta se la cambia por otra.

García Márquez narra en alguna de sus ficciones que los pianos  de cola venían a lomo de mula para  mujeres envigadeñas condenadas a la cadena perpetua de la soltería.

La mujer del Nobel, doña Mercedes Barcha, estudió bachillerato en el colegio La Presentación. En el teatro “Marie Poussepin”, nombre de la fundadora de la comunidad suelen convocar toda clase de eventos. Uno de los principales es el festival del tango en junio. Organiza el alfombrólogo Mario Vélez Calle, ducho en música antigua,

Hasta el diario El Colombiano se rindió a su hechizo y decidió tributar en su jurisdicción.

El matutino, el meridiano, el vespertino, el  nocturno y la madrugada de la rumba paisa, pasa desde siempre por su famoso andén. Si no ha escuchado una serenata allí, usted no ha visto amanecer.

La célebre Catedral, la urna de cristal que se fabricó Pablo Escobar como cárcel, fue convertida en monasterio y lugar de oración y ancianato. Pueden dejar hoja de vida porque los viejitos la pasan del carajo. El padre benedictino Gilberto Jaramillo es el capellán y el hermano Elkin, a quien lo sigue una procesión de gatos a todas partes, mandan la parada. Elkin, arisco para la  charla tiene migas con el más allá. Hace milagros. Jurao.

En las calles de Envigado no encontrará un solo hueco. Habría que importarlo del vecino Itagüí.

Jacob Jaramillo se llamaba el artesano que les fabricaba sus exclusivos zapatos a ciclistas y golfistas. Después se iba a jugar y a tomar trago con los últimos en el exclusivo Club Campestre.

En Envigado no encuentran un analfabeto ni para remedio. Desempleados puede que los haya: pero el municipio lo subsidia mientras “cogen destino”, como dicen las abuelas.

Es el parche ideal para encontrar la mujer de sus sueños y de sus insomnios.

Usted levanta un cenicero y se encuentra con los mejores conversadores de la aldea global. La gente cacha (charla) tan rico que cuando están solos se hacen visita ellos solitos.  No se sientan en la palabra: se van a vivir en ella.

En Envigado están prohibidas la pereza y su carnal la monotonía.

En todo envigadeño duerme un tahúr. A Tristán Ochoa y familia los invitaban de los casinos  de Montecarlo para que fueran a jugar cartas en ellos.

Otro Ochoa, Guillermo en sus años mozos jugaba en la gallera de Guayabal. Ya veterano compró esa gallera para instalar y ampliar su empresa de chatarra a lo que se dedicó desde de niño. La mano derecha del generoso Guiller nunca sabe lo que hace la izquierda.

Si no encuentra en Envigado a los mejores coleccionistas de música vieja, lo autorizo a que me deteste. Disco viejo que no tengan el investigador Gustavo Escobar, el arquitecto sonsoneño Hugo Penjaus Álvarez o el mencionado Mario Vélez. (Gustavo tiene una delicia de programa los domingos, de 5 a 6 de la mañana por la emisora de la Universidad de Antioquia, 1004 AM).
En los cafés de billar de la localidad resuenan todavía las carambolas que hacían tesos como Pompilio Parra, el viejo Pompi,  y Oscar “La Muerte”, rivales de chicos que se prolongaban hasta 24 horas. Los seguían vagos que capaban (capábamos) clases de química, física y trigonometría en los colegios La Salle y el MUA, Manuel Uribe Ángel.

Moisés se llamaba el loco que en los buses tocaba a Beethoven y a Bach en una hoja de limón a cambio de unas monedas. Aparte de un ojo de vidrio, tenía multada la mano para terror de los que no se bajaran de billete para premiar su arte. (Era tan misterioso Moisés que veía por el ojo de vidrio. El otro lo tenía para despistar).

Simón González, hijo del Brujo Fernando, se dio el esotérico lujo de convocar el primer Congreso Mundial de Brujería. El expresidente de Incolda se largó luego a mandar como intendente en San Andrés donde decidió que gobernar es hacer sentir al gobernado que es él quien gobierna.

El valor en el ciclismo lo inventó el sastre de Envigado, Roberto Cano Ramírez, quien se codeó con “Hoyos, Mesa, Gil, Pintado y el Gallo de la Montaña”, como dice la vieja canción.

Envigado es una fábrica de hacer amigos. Vienen en todos los tamaños y colores. Por eso un envigadeño es un septiembre que camina. Soy viejo amigo de la promoción de bachilleres del Colegio La Salle del 64, al lado de Morales, Tamayo, Vélez, Polling, Díez, Jorge Tulio, Villegas (q.e.p.d.), Correita, Uribe, Chaverra, Libertus, los Serna Jiménez, de Santiago, camino de Cisneros. No soy bachiller, tampoco el abuelo Parra, pero nos invitan. Qué culpa.

En mi lista de amigos envigadeños también figuran mi parce de siempre Álvaro Vasco, fallecido, Víctor Escobar y Fabio Muñoz Correa Uribe Vélez Eusse, Menuda, quien  firma con sus cinco apellidos.

La biblioteca José Félix de Restrepo y la Casa de la Cultura José Manuel Restrepo, se mantienen “tuquias” de gente.

En sus bares y restaurantes atienden los meseros más amables del mercado: el cliente se sienta a la mesa y en par patadas está atendido y dateado sobre todo. Es la infalible receta para labrarse las mejores propinas. El que no ha gastado en La Calle de la Buena Mesa no ha visto amancer.

Si los ángeles jugaran tute o póquer, lo harían en alguno de tantos cafés.

En Envigado no inventaron los pies, pero cuando circularon los primeros zapatos,  “La Bota del Día” dijo presente. No inventaron el vidrio pero Peldar se encargó durante décadas de producir los mejores recipientes.  La fábrica se largó para Zipaquirá; que dejen las chimeneas de recuerdo piden los envigadeños.

Donde mejor se oía la música de Margarita Cueto y Juan Arvizu era en el extinguido bar La Yuca.

El “Ronco” Martín Uribe, técnico de fútbol, residente en el barrio Obrero, nos prestaba lágrimas cuando se nos acababan después de alguna derrota afrentosa. Nos dirigía con ternura de abuelo.

Cualquier día José Manuel Restrepo ensilló una bestia y se fue a fundar la Universidad de Antioquia.

Los toderos paisas nacieron con Manuel Uribe Ángel que fue historiador, geógrafo, político, poeta y una autoridad con el bisturí.

Disfrutan tanto de la vida los envigadeños que para morir de repente se toman hasta media hora. Cuando Dios se queda sin ideas, va a reiventarse a Envigado, un lugar donde podría haber quedado el paraíso, según un cronista sueco, Carl August Gosselman, quien pasó por allí en 1826.

Por Envigado pasa la prolífica quebrada La Ayurá donde se bañaban los seminaristas. Mujer que  se baña en ella, corre el albur de tener de diez hijos p’arriba, bajita la mano. Una señora tuvo 33 del guarapazo. Lo cuenta esta célebre décima:

A doña Concepción Soto

Y don Juan Bautista Uribe

La historia exalta y exhibe

Cual matrimonio piloto,

Porque sin mucho alboroto

En su hogar muy apreciado,

Con cristianísimo agrado

La orden bíblica cumplieron

Y treintitrés hijos dieron

A la ciudad de Envigado

Uno nace o vive en Envigado y queda flechado para siempre. La ciudad se convertirá en su sombra o huella digital  alterna.

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: williamgiraldo@revistacorrientes.com

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