Jóvenes y jóvenas, salud. Mi columna de este jueves en El Colombiano está dedicada a Jorge Yarce Maya, fundador de Colprensa, donde me pensioné. En el Día del Periodista, démonos la coba de siempre y felicitémonos los unos a los otros sin incurrir en la ligereza de afirmar que lo hicimos mejor que los que hoy están al mando. Queda claro que quienes pasamos al cuarto del reblujo, nos éramos imprescindibles. De imprescindibles está lleno el infierno, dicen que decía el chiquito Napoleón. Todos hemos tenido nuestro tiempo bajo el sol digámoslo con el Eclesiastés. O nuestro cuarto de hora, en la jerga del pelao Andy Warhol. ¡Que viva el relevo! Espero que los que tienen la sartén por el mango, lo estén haciendo mejor que nosotros. Que los dioses les sean prepucios, perdón, propicios, como dicen los ateos.od
Yarce
Por Óscar Domínguez G.
A comienzos de año, en el aniversario 42 de la agencia de noticias Colprensa, les envié flores virtuales a sus principales inspiradores: Jorge Yarce, Jaime Sanín Echeverri, Humberto Arbeláez y Fernando Ávila.
Sanín se encuentra en el Walhalla de los padres prolíficos. Con doña Noemi Posada amasaron trece hijos, uno por cada libro que escribió.
Yarce, fundador y primer director de Colprensa, bachiller y filósofo de la Pontificia Bolivariana, se gastó su castidad en la creación de medios. Estuvo en los inicios de Promec, la revista Arco y el Instituto Latinoamericano de Liderazgo. Escribió libros para dar y convidar. En asuntos de salud le tocó bailar con la más fea. El sueño no se hizo para él.
Si me preguntaran de la televisión de Cafarnaún a quién le daría el premio a la vida y obra este 9 de febrero, Día del Periodista, diría que al pupilo de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.
Convencer a directores de diarios de todas las tendencias políticas que apoyaran la creación de una agencia de noticias ya jamona fue un trabajo de exquisita filigrana.
Soy pensionado de Colprensa donde me amañé tanto que me tuvieron que echar cuando era el director. Al recibir la carta de despido quedé con cara de Subuso.
Me ha ido tan bien como pensionado que considero que deberíamos nacer jubilados como los gatos y luego echar para atrás. También sería pertinente envejecer primero y ser niños después.
Recuerdo el párrafo de entrada de la carta de despido: “Habiendo llegado a nuestro conocimiento que usted disfruta de pensión de vejez con el Seguro Social desde el 1.º de febrero de 1996, como se desprende de la comunicación 960653 de dicha fecha, consideramos procedente que usted se libere de sus compromisos de empleado con nosotros”. Convertí la echada en libro editado por la Universidad de Antioquia.
Alcancé a sentirme rico imaginando la indemnización que recibiría. Como arribista que se respete, dejé de saludar amigos pobres y empecé a coleccionar amigos ricos. Compré apartamentos en Hamburgo, París, Londres, Nueva York y Versalles, el corregimiento de Santa Bárbara donde abrí por primera vez los ojos a la vida. Todo resultó un falso positivo: no tenía derecho a un centavo por indemnización. Seguí parihueliando.
Yarce fue ajeno a mi echada pero me clavó el único memo que tuve en Colprensa. El llamado de atención – que no afectó mi quincena – obedeció a que en una crónica escribí que el discurso de posesión de Noemí Sanín como ministra de Comunicaciones de Belisario Betancur, le quedó muy bien escrito a su papá. En telegrama enviado a su amigo Yarce le exigía “reparación por calumnia”. Y pum, memo.
Sanín me perdonó porque alguna vez me invitó a su casa en el barrio Santa Ana de Bogotá, me gastó ron aguado y me regaló tres de sus libros. Me aclaró que no los tenía que leer ni comentar. Le obedecí.
YARCE: AVARO PERFIL
No lo busquen en un coctel, ni en una comida del alto mundillo social o político de muchos trinchetes. Tampoco lo encontrarán alborotando en la Zona Rosa o atisbando glúteos femeninos en equis pasarela. Lo pueden sorprender en la intimidad de su biblioteca leyendo, releyendo, preparando clase, craneando columnas de prensa, conferencias, un nuevo libro. Inventando algún medio de comunicación.
No lo verán haciendo antesala para lagartear el mendrugo de un contrato al poderoso de turno. Lo pueden pescar in fraganti en un trisagio, en misa, haciendo los primeros viernes, en un rosario de aurora, o levitando de felicidad con un texto de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, su gurú espiritual.
En el apartamento de soltero eterno del filósofo paisa Jorge Yarce Maya hay libros hasta debajo de los ceniceros. Libros subrayados, vividos, sufridos. Libros de otros pero muchos salidos de su activismo intelectual.
En los estantes de su biblioteca está la colección de la revista Arco que dirigió. O el archivo de programas de televisión en los que participó como presidente y cofundador de Promec Televisión. Inevitable ver a este hombre de mundo espiritual en estas lides en compañía de sus amigos y cómplices de gimnasia intelectual Jaime Sanín Echeverri, ya fallecido, y Humberto Arbeláez Ramos, Arbeloco.
En los últimos años a Yarce le dio por el liderazgo que primero ejerció para transmitirlo después. Y se inventó el Instituto Latinoamericano de Liderazgo.
Quienes hemos sido sus subalternos, alumnos, amigos y colegas, recordamos siempre a Jorge los día del periodista (9 de febrero y 4 de agosto). Su nombre es sinónimo de una forma ética y estética de asumir el oficio. Nunca cayó en la tentación de influir en su entorno laboral con sus convicciones religiosas. Nada de tirar línea opusdeista.
Nos parece verlo dando la batalla por la creación de la agencia de noticias Colprensa, la niña de sus ojos porque apenas sí duerme. Para qué. Ya habrá tiempo para esas minucias. De su trabajoadicción quedan infartos y otros achaques que son memos a su estresante modus vivendi.
Tanto en los medios como en la docencia en las Universidades de los Andes o la Sabana, Jorge creó una escuela periodística en la que la ética nunca ha sido una convidada de piedra. Entendida la ética como esa manera de actuar de tal forma que si tocan a la puerta de tu casa en la madrugada es el lechero, no la policía.
De bajo perfil siempre, no le ha interesado un protagonismo diferente al de hacer las cosas bien. Es el precio que tiene que pagar un perfeccionista de los oficios que ha ejercido.
Sus pupilos celebramos haberlo tenido como guía. De “Yarcelino”, como le decimos a sus espaldas, se puede decir que no hace como periodista lo que no pueda sostener como caballero. Ocho días antes de que lo dijera el polaco Kapu Jorge no solo ha sido un gran periodista sino una gran persona. (Líneas pasadas por el quirófano).