Desvertebrada. El sabor cumplió cien años

El eterno Anacobero, Daniel Santos, asediado por Roberto Vargas (derecha), Ricardo Jota Bicenty y Óscar Domínguez (Foto de Miguel Gota Menéndez, de Colprensa)

No me esperen en el Concierto de Feria de las Flores en la que Sonora Matancera vuelve y toca en Medellin. A la hora de la rumba, tendré los pies en agua caliente con sal  Salviva, de Epson,  del Himalaya y la común y corriente, la de siempre. Al fin y al cabo, la vejez entra por los pies que hay que cuidar. Retomo la nota que escribí cuando la Sonora cumplió cien años.

Por Óscar Domínguez Giraldo

A través de los años le he guardado fidelidad de perrito de la Víctor a la Sonora Matancera. La escuchaba en la radio y en oasis que eran tiendas de día y bares de  noche. Con motivo de los recientes primeros cien años de la agrupación, le mandé flores virtuales y un beso “donde dijiste enemigos”.

Quienes  hicimos la primaria musical con la decana cubana de la rumba nos tenemos prohibidas la aburrición y la pereza. Con su música azotábamos baldosa al ritmo de sus guarachas, y nos acercábamos a nuestras “dulces enemigas” a la hora de boleros que incitaban al amacise. (Pecar con las ganas había que confesárselo al señor cura).

 “Parece que fue ayer” que le choqué los cinco claveles a la trinidad bendita del sabor: la Sonora,  Celia Cruz y el Anacobero Daniel Santos. Se presentaron en el coliseo Cubierto El Campín, de Bogotá, el 15 de septiembre de 1988. Recuerda el memorioso fotógrafo Miguel Gota Menéndez. Esa noche conocimos a “Caíto”, “Papaíto” y “Yayo el indio”, entre otros, dirigidos por Rogelio Martínez quién se vinculó a la orquesta en 1953. Hubo lleno hasta las banderas. Incluidos soldados de mi patria que levitaron cuando sonaron “El preso” y “El Corneta” en la garganta profunda del puertorriqueño nacido en febrero para sacar ese mes del anonimato e indemnizarlo por tener uno o dos días menos en su hoja debida.

Me disculpo ante la guarachera Celia por haberme perdido su concierto pero el objetivo era entrevistar a su colega Daniel a los 72 años, 12 hijos y 10 matrimonios. Como las selfis no habían llegado a poner patas arriba el mundo de la fotografía y de la vanidad, el Gota Menéndez  se encargó de retratarnos para nuestra presuntoteca.

Empecé mis coqueteos con la agrupación oyendo “El yerbero moderno”, cantado por Celia, y “El Sofá”, en la voz del Jefe como lo bautizaron los rumberos bravos del bar “El perro negro” de Guayaquil, en Medellín.

Estas canciones hacen parte de la biografía musical en MP3 que grabó Discos Fuentes bajo el título “Historiando con los solistas de la Sonora Matancera”. Coordinó la grabación mi paisano y pariente Conrado Domínguez.

Las mamás le habrían vendido el alma al gato para que se les apareciera la Virgen. Yo soñaba con conocer Matanzas, donde nació la Sonora con el nombre de “Tuna liberal”. Casi me suena la flauta la vez que visitamos La Habana, pero  los dioses barajaron distinto y el mal tiempo se petaquió   todo. 

Qué bonito tocó esta noche la Sonora”, le confesó Santos al director de la agrupación Rogelio Martínez, quien había explicado a la prensa que la Sonora “sigue siendo popular por difundir ritmos cubanos como la guaracha y el bolero, además de tocar con mucho sabor”.

“Adiós, chicos”, nos despidió Santos. El último recuerdo que tengo del Anacobero es subiéndose a un Mercedes de placas AP 7344 que lo llevó a su soledad de cinco estrellas del Hotel Tequendama.

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