Por Orlando Cadavid Correa
Los ejemplares convocados a un improvisado zoológico andaban en cuatro patas, y nunca dejaron solos a sus amos las obedientes mascotas de este inventario animalesco.
Comencemos con “Rocinante”, el escuálido jamelgo de Don Quijote de la Mancha, que en materia de lealtad competía con el fidelísimo escudero Sancho Panza. Expertos cervantólogos al servicio de don Google relatan que “al famoso Manco de Lepanto le costó mucho elegir el nombre a su cuadrúpedo. Pasó cuatro días pensando y luego de imaginar varios nombres, eligió el de “Rocinante”, nombre a su parecer, alto, sonoro de lo que había sido cuando fue rocín”.
Pasemos de la renombrada región manchega a la selva africana donde no desamparaban a Tarzán, el llamado “Hombre mono”, la simpática “Chita”, su chimpancé, y “Tantor”, el colmilludo elefante que transportaba a su patrón por azarosas regiones carentes de bejucos. En las excursiones tarzanescas quedaban al cuidado de la casa-árbol la bella Jane y el monito “Boy”.
Y qué decir de “El Fantasma”, a quien sus sumisos aborígenes apodaban “El duende que camina”, que no se quitaba el disfraz ni para bañarse ni para compartir el lecho, en la cueva de pórtico adornado por una calavera, con su amada Diana Palmer. Sus mascotas eran su blanco caballo “Palomo” y su perro lobo “Diablo”.
“Plata” era el brioso caballo que transportaba completamente gratis por el oeste americano al “Llanero solitario”, también apodado “El enmascarado de plata”. Su brazo derecho era un indio que llevaba por mote “Toro”, a secas.
En la tira cómica “Educando a papá”, la despiada doña Ramona (una antipática matrona que al parecer se desayunaba con alacranes) llevaba por la calle de la amargura a su martirizado esposo don Pancho. El “rey de la casa” era el raquítico perro “Fifí”, la amorosa mascota de la patrona, hermana del parásito don Benjamín, un experto en siestas, que no hacía nada en las mañanas, y en las tardes y noches descansaba.
En contraste, doña Pepita, la esposa de don Lorenzo Parachoques, quería por igual a su marido de cabello erizado y a su perrita Daisy.
El insoportable Dino, la besuqueadora mascota de Pedro Picapiedra, recibía de manera muy brusca, parándosele en sus cuatro patas, a su amo, cuando regresaba del trabajo. El dinosaurio hogareño se le desmontaba a su dueño cavernícola cuando le propinaba un regaño de 30 kilovatios su ama, doña Vilma, la mamá de la preciosa Pebbles.
Siempre encontramos divertidas las aventurillas de Bugs Bunny, “El conejo de la suerte”, y nos parecieron simples hasta el cansancio las de Tom y Jerry.
La apostilla: La perrita más famosa de Colombia fue de carne y hueso, llamada “Lara”, la mascota del ex presidente Alfonso López Michelsen y de su esposa doña Cecilia Caballero. El ejemplar canino recibió ese nombre porque el día que se la regalaron a los López Caballero había desertado del MRL el parlamentario huilense Rodrigo Lara para irse a formar una disidencia liberal con Luis Carlos Galán. (Todos los protagonistas de esta apostilla descansan en paz).