Por Orlando Cadavid Correa.
Nota: La columna «Los cuentos de Carrique» se publicaba en la revista «Cierto», el medio de los medios, que dirigía el colega José Absalón Duque. En tiempos del temible coronavirus procedemos a rescatar algunas glosas de nuestro añorado «cadapuedario» paisa.
Cuando Mafalda se resistía a morir
Desde que nació en 1962 en la mente de Joaquín Salvador Lavado y se mostró por primera vez en público en 1964 en las páginas del semanario Primera Plana de su patria Argentina, Mafalda siempre apareció como una niña muy preocupada y reflexiva como nadie por el bienestar del planeta Tierra. El único pero de la precoz muchachita era que no le gustaba la sopita.
Cuando, después de 25 años de publicado, a Quino le dio por suspender el dibujo de Mafalda, los millones de sus admiradores de América, Europa y hasta de la China seguían reclamando la avispada muchacha, representante de la clase típica argentina de mediados del siglo veinte. Pero Quino, que decidió ser dibujante cuando tenía tres años, decía con firmeza que no había que ir más allá. Es como si quisiéramos que Shakespeare continuara escribiendo, pero en realidad debemos ser nosotros los que interpretemos el mundo actual a partir de las reflexiones de la influyente muchacha. «Si yo fuera un carpintero, Mafalda sería un mueble que se vendió más que los otros que hice, pero nada más», solía decir don Joaquín Salvador.
Quino, nacido en 1932 y fallecido en el 2020, fue sin duda el padre de una niña genio.
Un Cervantes para Mariano
Cuando alcanzaba sus niveles más candentes la confrontación conservadora entre la Casa Gómez (la de Laureano y Álvaro) y la Casa Ospina (la de Mariano y Berta), el diario El Colombiano se puso obviamente del lado del ex presidente antioqueño.
Al triunvirato que regía los destinos del influyente matutino paisa, integrado por Fernando Gómez Martínez, Juan Zuleta Ferrer y Julio C. Hernández, le pareció que a Colombia Press, la agencia que abastecía de noticias al diario desde Bogotá, le hacía falta un buen cronista político que tuviera confesas inclinaciones ospinistas, y se le propuso a don Pepe Romero que lo consiguiera en el amplio mercado bogotano. A la semana siguiente debutó un tal Mariano Cervantes (el nombre por lo de Ospina y el apellido por lo del célebre autor de El Quijote), cargado de notas favorables al marido de doña Bertha, el cuñado de don Julio C. Con el paso del tiempo se supo que el tal Mariano era el mismísimo Pepe Romero, quien jamás le entregaba el cheque de la paga a su invisible cronista político.
Oreja Press
Cierto día, en el gobierno del presidente Turbay, el entonces ministro de Trabajo, Rodrigo Marín Bernal, dictó una medida que concernía a los operarios de las plantas textileras de Medellín y Manizales. El alto funcionario expresó vivo interés en que la noticia se destacaría en los diarios de las dos ciudades. Uno de los reporteros le dijo al ministro: «No se preocupe, doctor Marín, que la información saldrá destacada mañana en la prensa de provincia», y así sucedió.
Girando el cheque
Luis Eduardo Mantilla Sanmiguel, veterano radiodifusor de la frontera con Venezuela, solía comprarles a precio de huevo a los rateros cucuteños todo cuando robaban en la capital nortesantandereana.
Una tarde, mientras hacía entrega formal de dos emisoras que acababa de vender a RCN, irrumpió en su oficina un ladronzuelo sin permiso de los presentes y le dijo: «Don Luis Eduardo, le vendo esta chequera que me acabo de levantar… Es un talonario de 100 cheques». Sin dársele nada, Mantilla estimó la oferta y le preguntó al malandrín: «Bien. ¿A nombre de quién hago el cheque»?
Con cuchara, profesor
El inolvidable político conservador Mario Humberto Gómez Upegui estudiaba derecho en la Universidad de Caldas, en Manizales. Una mañana, en la cátedra de civil-personas, su profesor Cesar Gómez Estrada (futuro ministro de Justicia) le preguntó a Mario cómo se le decía en derecho a una persona encargada de llevar los libros de una sociedad o empresa. Ante el titubeo de su alumno, el catedrático trató de ayudarlo preguntándole: “¿Con qué elemento comen en su casa, Mario Humberto?”. La respuesta: «Pues, con cuchara, doctor»… La respuesta era TENEDOR.
La apostilla: Cuando pasó por la alcaldía de Manizales el ex ministro Alberto Mendoza Hoyos dejó encargado del despacho a su secretario de gobierno, Mario Humberto Gómez Upegui. El mismo día se formó una pelotera universitaria que llevó al burgomaestre interino a declarar turbado el orden público y a implantar el estado de sitio. Monumental metida de pata la del querido personaje que en gloria esté.