El título corresponde a un libro de los académicos norteamericanos Ed Rayner y Ron Stapley que engancha desde la portada al lector proclive a verificar hasta la saciedad distintos episodios de la historia reciente del planeta tierra.
El binomio le antepone esta advertencia a su enjundiosa tarea investigativa: “Este es un libro que desmitifica las falacias tradicionalmente aceptadas de la historia contemporánea”.
En sus 285 páginas, la obra, respaldada por el grupo editorial Robin Book, trae mucha gruesa y menuda alrededor de los acontecimientos que cambiaron la marcha del mundo en los siglos XIX y XX.
A cuatro manos, estos magos de la ‘averiguática’ despojan de la paternidad de la radio al inventor italiano Guglielmo Marconi, pese a que su telegrafía sin hilos le significó el premio Nobel de física en 1909.
Sin rodeos, Ed y Ron plantean su duda en cuatro palabras: ¿Utilizó un invento plagiado? Y descorren así el tupido velo:
“Un especialista en electrónica empleado de la Nasa en Houston ha revelado que Marconi utilizó un descubrimiento de sir Jagadish Chandra Bose, solitario científico que trabajaba en un modesto laboratorio de Calcuta: una comunicación científica enviada por Bose y publicada en 1899 describe el mismo dispositivo que empleó Marconi en su transmisión realizada dos años más tarde”.
O sea que los tres breves pitidos enviados desde su emisor instalado en la playa de Poldhu Cornualles, Inglaterra, en 1901, que consagraron al sabio nacido en Bolonia, Italia, en 1874, le habían sonado antes al verdadero descubridor.
La dupla concluye que “se ha demostrado que no fue correcto atribuirle a Marconi el prestigio de ‘padre de la radio’ contemporánea”.
De los albores del siglo XX vamos de las manos de Rayner y Stapley a las postrimerías de la II Guerra Mundial para tratar de establecer quién fue el verdadero autor de la denominación de “Cortina de Hierro” que se les impuso a los países de la Europa comunista.
Preguntan los dos estudiosos: ¿Cuál fue el origen del “telón de acero”? A renglón seguido fundamentan así su respuesta:
“El 4 de marzo de 1946, Winston Churchill pronunció un importante discurso en Fulton, Missouri, Estados Unidos. Fue entonces cuando aludió a un “telón de acero” que se había abatido sobre Europa, refiriéndose al muro ideológico, y en la práctica físico, que separaba rígidamente la Europa comunista y la occidental. Se ha aducido que ese discurso marcó el verdadero comienzo de la Guerra Fría. Sin embargo, el dicho del “telón de acero” no fue una invención de Churchill”.
Aquí está la gran revelación sobre el origen de esa figura que comenzó a esfumarse tras la caída del Muro de Berlín:
“La primera vez que se usó fue probablemente en un artículo escrito por Goebbels en febrero de 1945, y ciertamente lo utilizó, y en el mismo sentido apuntado, el conde Lutz Schewerin von Krosigk, último ministro de Asuntos Exteriores que tuvo la Alemania nazi, en una declaración radiofónica, cuando la última esperanza de los nazis consistía en poder romper la alianza entre los occidentales y los rusos. El mismo Churchill empleó la expresión en un mensaje de junio de 1945 al presidente Truman. Y como Churchill no era de los que desaprovechaban una buena frase –venga de donde viniere– volvió a citarla en su discurso de Fulton, y fue entonces cuando tuvo la repercusión internacional que le valió la continuidad”.
O sea que la frase no fue del gran Churchill, sino del Goebbels, el más fanático de los miembros de la guardia pretoriana del diabólico Hitler.
La apostilla: En la Asamblea de Caldas hubo en los años 60 un diputado quindiano que se llamaba Marconi Sánchez Valencia. Una tarde, en medio de caldeada sesión, irrumpió en el recinto una secretaria con un pequeño sobre en la mano diestra, pregonando: “Telegrama para el doctor Marconi”. La carcajada fue general, acabó con la calentura del debate y desintegró el quórum reglamentario.