Por Octavio Quintero
Dos agudos analistas del polémico proceso de la reforma al sistema de salud de Colombia: el médico Germán Fernández (@MedicadoFernandez), y el sorprendente veedor, Vicente Calvo (@vcalvot), observan que en el acuerdo anunciado por el gobierno con las EPS, no se habla ni de sus oscuros manejos de recursos de la UPC (Unidad de Pago por Capitación), ni de su integración vertical, convertida en oligopolio que ha quebrado a varios hospitales y clínicas independientes, y tiene al borde del colapso a las restantes instituciones prestadoras de servicios de salud (IPS).
¿Por qué las EPS pasan, de buena voluntad, después de hundir la reforma en el Senado, a ser simples gestoras, dejando su pingüe negocio de la intermediación financiera? ¿Quién asume sus deudas, algunas impagables con las IPS? ¿No responderán ante la justicia por sus malversaciones de los dineros públicos (peculado), puestos en evidencia por el investigar Calvo y avalados oficialmente por la Contraloría General?
Parece que, ni su perversa integración vertical ni sus peculados se tocan. Es una especie de perdón y olvido, o más específicamente, la comprobación, una vez más, que las utilidades se van al bolsillo de los inversionistas (se privatizan), y las pérdidas, en su correspondiente monto, salen del bolsillo de los contribuyentes (se socializan), inclusive en gobiernos progresistas.
Lo mismo pasa con el proyecto de ley pensional, que superó sus dos largos debates en el Senado y pasa a Cámara, donde le espera renovadas dentelladas de la oposición, per se, al Gobierno de Petro… Ahí se asoma un mico, tamaño King Kong, en favor de los fondos privados de pensiones, que pasarían a ganar comisión, por punta y punta, sobre los billonarios depósitos de los trabajadores.
Son lunares con aspecto maligno, que deben aclararse… Hay que hacerle biopsias antes de seguir celebrando triunfos que parecen pírricos.