por Jaime Lopera Gutiérrez
La visita que nos hizo la antropóloga Clemencia Plazas durante el reciente Simposio sobre el Tesoro Quimbaya en Armenia, organizado por el Ministerio de Cultura, fue particularmente enriquecedora en la exposición que hizo y las nuevas revelaciones que se dieron con ocasión de su libro Quimbaya. Orfebrería Temprana de 2022[1]. Este libro es un cuadro exacto no solo de la civilización quimbaya en su esplendor, sino también las fotos, dibujos y datos de ese tesoro que nos compromete a los quindianos.
Ahora que estamos visualizando el interés de un gobierno por recuperar el Tesoro y cumplir la sentencia de la Corte Constitucional, este documento es, de lejos, la más completa descripción de esta tribu, sus costumbres regulares, creencias, alimentos y rituales funerarios, más la capacidad artística que su orfebrería produjo hace miles de años. No hay duda de que la experiencia profesional y el afán investigativo de la antropóloga Plazas confirman, en este texto, que el conocimiento científico e histórico de estas piezas de oro –regaladas a destiempo en forma irregular por un mandatario colombiano– constituyen un patrimonio cultural que la Nación debe recuperar y defender.
Son muchas las facetas que este libro ventila. Cada capítulo presenta datos e información que solo ahora se conocen gracias al propósito de la investigadora quien revisó 34.218 piezas de orfebrería de la colección del Museo del Oro y otras, de las cuales hay 610 piezas del estilo quimbaya tempranoincluyendo unos fragmentos hallados en Filandia, Armenia y Montenegro, y contadas las 122 llevadas a Madrid. La descripción extraordinaria de Plazas abarca cerca de 44 páginas de un completo capítulo con el minucioso inventario de casi todas piezas conocidas de ese estilo quimbaya temprano[2].
Al inicio del Capítulo 5, sobre la ubicación cronológica de estas piezas, Clemencia Plazas hace un reconocimiento muy explícito sobre la importancia de estas piezas como orfebrería, pero revela que fue en 1976, cuando el embajador de Colombia en España, Belisario Betancur, hizo referencia al conjunto de objetos que había visto en el Museo de América en Madrid. Desde entonces se propició la posibilidad de hacer un primer canje con España en forma de préstamo por 99 años de seis piezas del Tesoro a cambio de 136 piezas arqueológicas que serían enviadas por el Museo del Oro de Bogotá a una exhibición en Madrid como una muestra representativa de la metalurgia de nuestro país. Este canje fue bien aceptado por Carlos Robles Piquer, Ministro de Educación español, pero se hizo una contrapropuesta inesperada que Luis Duque Gomez, director del ICANH en 1977, pidió ignorarla, y asunto concluido.
En febrero de 1983 afloró una segunda propuesta de canje. El Presidente Betancur, a través del ICANH, examinó la posibilidad de enviar a Madrid 10.182 gramos de oro con el objeto de elaborar con ellos unas réplicas idénticas de 26 piezas, separadas del conjunto de 122 que reposan en el Museo de América. Dichas réplicas se enviarían a España a cambio de 26 originales que serían devueltas a Colombia. El gerente del Banco de la República, Hugo Palacios, avaluó los gramos de oro en más de 106.000 dólares y le manifestó al director del ICANH, Roberto Pineda, el interés del Banco por dicho canje. Inexplicablemente, como lo relata el testimonio personal de la autora de este libro, dicha gestión tampoco prosperó.
Ya en el año de 1990 aparecen felizmente las primeras fotos de la colección en el libro Los Secretos del Dorado de Juan Mayr; en 2002 el libro El Tesoro de los Quimbayas de Pablo Gamboa Hinestrosa; el ensayo de Carmen Cecilia Muñoz Burbano para la Universidad del Valle en 2012; y otras fotos genuinas en el libro El Tesoro de los Quimbayas de la española Ana Verde Casanova en el 2016. En fin, en el año 2003, por iniciativa del exalcalde César Hoyos, la Academia de Historia del Quindío inicia la reclamación que hoy nos mantiene vigentes ante la opinión nacional e internacional[3].
Esta investigación de Clemencia Plazas se expande a entender la preponderancia de la orfebrería prehispánica en América latina y en especial su influencia en Centroamérica desde hace siglos. Mas interesada en los detalles de la producción metalúrgica que en la cerámica, este libro es un manual preciso para entender los métodos de fundición y sus herramientas (cinceles y punzones) que hacen posible la decoración de las figuras —como las herramientas del Quindío que se elaboraban en una aleación rica en oro (70%) y cobre (30%) para martillar y forjar las láminas y figuras que aparecen en nuestra admirada Colección Quimbaya.
Clemencia Plazas la antropóloga y su obra sobre el Tesoro Quimbaya
Una abundante y científica bibliografía acompaña a este libro, pero además trae la conclusión de que el conjunto quimbaya temprano, su orfebrería y su cerámica, calibradas con carbono-14, se ubican entre el siglo V antes de Cristo (a. C) y el siglo VII después de Cristo (d.C.), con una mayor producción entre el 280 y año 480 después de Cristo, d.C. Por ello debo señalar finalmente que el presente compendio del libro de Clemencia Plazas nos instala, de verdad, en el auténtico ámbito histórico y científico de nuestra Colección y nos deja el grato sabor de que hay una verdadera experta en lontananza.