Cartas desde Alemania

Portada de la obra de Eugenio Aguirre

Ricardo Bada

De autores y personajes

Es evidente que si vemos en el lomo de un libro los nombres Pedro Páramo y Juan Rulfo, todos sabemos que se trata de la novela Pedro Páramo, del inalcanzable Juan Rulfo. Pero ¿cuántos de nosotros sabríamos decir a ciencia cierta, viendo el emparejamiento Eugenio Aguirre-Gonzalo Guerrero, cuál de ambos es el nombre del autor, cuál el del protagonista?

Supe que el autor era Eugenio Aguirre y el título Gonzalo Guerrero, sólo porque Gonzalo Guerrero es uno de mis héroes. Fue el primer castellano que: a) se aculturó en América; b) habló un idioma del Nuevo Mundo; y c) murió peleando contra sus excompatriotas, los conquistadores, defendiendo su nueva patria maya. Era paisano mío, de Palos de la Frontera, en la provincia de Huelva.

Les propongo ahora un nuevo ejemplo: la pareja Felipe Delgado-Jaime Sáenz. Yo no sabría que Felipe Delgado se titula una obra maestra del boliviano Jaime Sáenz, ni siquiera que Jaime Sáenz existió y fue un gran escritor, si no fuese porque mi amiga Kathlen Lizárraga me lo dio a conocer una noche de pláticas en la bella y recoleta Sucre, y además me regaló el libro.

Saliéndonos del mundo hispano, podríamos alargar la lista ad nauseam. La pareja Héctor Servadac-Julio Verne se beneficia sin duda alguna de la fama universal del creador de La vuelta al mundo en 80 días, y algo semejante sucede con Anna Karenina-León Tolstoi. Ahora bien, veo muy difícil que más de un diez por ciento de lectores no anglosajones esté en condiciones de decir quién es el autor y quién el protagonista, si se los enfrenta con el dúo Nevil Shute-Stephen Morris. A ver.

Y el ejemplo cimero quizás nos lo ofrezca la literatura neerlandesa, donde la pareja Multatuli-Max Havelaar induce a pensar que Multatuli sea el título y Max Havelaar el autor, cuando es justamente todo lo contrario: el autor Eduard Douwes Dekker se esconde bajo ese pseudónimo extraído de un verso de Horacio: multa tuli (el que sufrió mucho).

Pensemos, para terminar, en un lector coreano que acude a una librería de Seúl y husmea en las estanterías de literatura extranjera. De repente topa con este binomio: Angel Guerra-Pérez Galdós. ¿Quién creerá que es el autor, quién el protagonista del libro? Naturalmente hay trucos para salir de la duda. Si al lado se encuentra un volumen de la misma colección en cuyo lomo puede leer Contrapunto-Aldous Huxley, de inmediato se hará luz en el cerebro del lector coreano: Pérez Galdós debe ser el autor de la novela Angel Guerra. No de otro modo procederíamos nosotros… además de consultar la solapa.

Al respecto les puedo contar la anécdota –real– de la funcionaria de Sección Femenina de Falange que, con la llegada de la democracia a España y la disolución de todas las instituciones que duraban desde nada menos que el fin de la Guerra Civil, encontró acomodo, o sea, fue reciclada dentro del aparato del Estado, en una biblioteca municipal. Mi amiga María José, inspectora del cuerpo de bibliotecarios, la visitó un día en su nuevo puesto para enterarse de qué tal le iba. La buena mujer le dijo que muy bien y que se estaba ocupando de poner al día el fichero. María José echó una mirada al fichero por pura curiosidad y encontró esta maravilla: “AUTOR: Grandet, Eugenia. TÍTULO: El honor de Balzac.” ¿No sería divino… si encubriera más lo humano?

¿Y cómo olvidar el estreno en el teatro Infanta Isabel de Madrid de Lo que no dijo Guillermo, una obra atípica de Carlos Llopis donde le daba la vuelta del calcetín a nada menos que Romeo y Julieta? En la de Carlos Llopis, Capuletos y Montescos son amigos y Julieta y Romeo se odian, pero el resultado final viene a ser el mismo. La obra (bastante buena, por cierto) fue un rotundo fracaso, y Carlos Llopis escribió que el público, antes de ir al teatro, debería haber leído el texto de Shakespeare que sólo conoce de oídas. Pero lo mejor es lo que oyó en el vestíbulo del teatro, al terminar la función. Una mujer le preguntó a su pareja: “¿Y qué fue lo que no dijo Guillermo?” A lo que el hombre le contestó: “Lo habrá cortado la censura.”

Acá, la frase de la semana :

No hay que olvidar que las lenguas antiguas ya nos dijeron lo importante.

Ramón Andrés (1955, y felizmente vivo)

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