Por Diego García MD
Para muchos la vida se convierte en una serie de pasos o reglas a seguir, parece tener un manual y por supuesto un orden, nacemos y aprendemos a sentarse, gatear, caminar y a hablar, luego entramos a un guardería por que debemos seguir aprendiendo cosas, pasamos al colegio y los que tienen la oportunidad van a la universidad, luego trabajamos, nos casamos, tenemos hijos, y entramos en el negocio de tener cosas: un carro, una casa o un apartamento y si nos va bien, tenemos una finca donde ir a descansar, mientras eso pasa, la vida también pasa y nos refugiamos en decir que así es, pasa muy rápido, nuestros padres o abuelos nos dicen eso, y en su sabiduría curtida por las canas y arrugas también nos dicen que disfrutemos la vida, que la aprovechemos, pero en pocas palabras solo sabemos estudiar, trabajar y pagar deudas, eso de disfrutar es una materia pendiente.
Al final de nuestras vidas, de nuevo acumulamos arrugas y canas, tenemos esa gran sabiduría y la transmitiremos a nuestros hijos o las personas jóvenes: “disfruta la vida, porque se pasa muy rápido” y sin darnos cuenta repetimos de nuevo la historia. ¿Cuántas veces has sentido que sabes mucho de tu profesión o de tu trabajo, pero sabes tan poco de la vida?
De la vida nos enseñan en términos generales a hacer las cosas bien, a ir por el camino recto, nos infunden un propósito que muchas veces no es el verdadero, debemos tener una profesión o un buen trabajo, por eso es que vale la pena vivir, nos dicen, que solo con eso seremos algo, yo pregunto: ¿no es suficiente con lo que somos como individuos? Nuestra vida se va midiendo por los logros, por la aprobación de otros, empezamos a vivir para satisfacer a los demás, para nutrir sus opiniones.
Vivir así, nos hace vivir con miedo, pensando en que dirán los demás; si hago mucho, por que hago mucho y si hago poco, por que hago poco. Nunca va a ser suficiente y tratamos de llenar ese vacío con el que crecemos, pero nunca vamos a lograr llenarlo. Saltamos de un lado a otro, buscando respuestas a preguntas que no entendemos, nos vamos asfixiando tratando de encontrarlas.
Nos dan las reglas para en teoría tener un buen vivir, pero la mayoría nos empeñamos en hacerlo de otra forma y muchas veces, es la forma que más dolor nos causa, nos dicen que solo así se aprende, del dolor nace nuestra sabiduría, en pocas palabras aprendemos a los golpes, de nuevo repetimos la historia de nuestros abuelos y nuestros padres.
Pero todos tenemos la fortuna de un día sentirnos tan mal, tan angustiados, tan perdidos, que ese día es el preámbulo de lo que intuitivamente hemos buscado, sentirse así no es cómodo, pero es necesario, es la forma de abrir los ojos, es momento de empezar a ver por primera vez, a la edad que sea, para unos a los 24, 37, 45 o 76 años.
Para ver lo verdaderamente hermoso de la vida no hay límite de edad. Ver de una forma real y auténtica para cada uno de nosotros, es ver que no solo del dolor se aprende, también lo podemos hacer desde el amor. Cuando aprendemos desde el dolor, nuestro conocimiento está sustentado en; miedo, duda, incertidumbre, ira y negativismo. Por el contrario, cuando aprendemos a partir del amor ese conocimiento se caracteriza por tener; seguridad, confianza, respeto, alegría y positivismo.
Nos han propuesto en los últimos años que debemos hacer un cambio, se habla del cambio personal o desarrollo personal, pero más que cambiar un hábito o una costumbre por otra, se trata de conocernos de una forma verdadera, es un camino que inicia con un paso, no hacia el exterior, sino hacia el interior de cada uno de nosotros.
El inicio del camino es incomodo, por que estamos acostumbrados a nuestra vida y es lógico, nuestra mente se va a resistir, esta familiarizada a hacer lo que hecho por muchos años, es como entrar en un bosque espeso, que apenas nos permite dar pequeños pasos, pensaríamos que a medida que avancemos nos vamos a sentir más libres, pero no es así, entre más tratamos de conocernos, de encontrar respuestas, nos vamos a sentir más apretados, en el bosque hay espinas y sentimos cómo nos lastiman, podemos sentir dolor al avanzar, pero no es un dolor nuevo, es un dolor que ha estado oculto en lo más profundo de nosotros, siempre ha estado ahí, si no logramos erradicar, nunca nos vamos a curar, es como tener una espina en un dedo de un pie, podemos caminar pero siempre nos va a molestar y en algún momento de nuestro camino va a ser tan doloroso que no vamos a seguir avanzando.
Cuando logramos pasar por los arbustos, las espinas, el lodo, vamos a ser capaces de encontrar ese manantial de agua pura y cristalina, es un lugar secreto y tan maravilloso en cada uno de nosotros que merece y vale la pena ser mostrado a los demás.
Para poder encontrar el camino a ese lugar mágico y poder mostrarlo al mundo necesitaremos de herramientas para quitar los arbustos con espinas, los árboles viejos y secos, tendremos a nuestra disposición hachas, cuchillos, palas o lo que necesitemos. En nuestra vida esas hachas y cuchillos o palas que nos ayudan a despejar y ver más claro el camino, son las personas que están a nuestro alrededor, todos somos instrumentos de ayuda para los demás y la forma de darle filo a esas herramientas reposa en nuestra espiritualidad.
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Qué tan rápido quieres encontrar ese lugar, que tan rápido quieres encontrarte, solo dependerá de qué tanto estés dispuesto a trabajar en ti, en despejar el camino. Vas a entender que no tenias una vida para llenar, todo lo contrario, hay tanto dentro de ti que puedes dar y nunca te vas a sentir vacío.
Como dice la canción de Aerosmith titulada Amazing “…la vida es viaje, no un destino” disfruta de tu viaje, disfruta de tu vida.