Cecilia Orozco Tascón
Todos vamos a comer mierda”. Con esta contundente hipótesis, desbordante de buen lenguaje, filosofía y sabiduría, un columnista estrella de la oposición sentó cátedra sobre el “futuro de nuestros hijos y nietos (y) ni hablar del nuestro”. Pertenece a la alta clase social bogotana y, además, a la élite que ostenta títulos universitarios de centros educativos privados y becas –¡para ricos!– en el exterior; es decir, ha sido beneficiario de privilegios que el 99% de los colombianos no podría alcanzar. Sin embargo, su nivel argumentativo es extrañamente similar al que exhiben los analfabetas que han llegado al Congreso, ignorantes de las funciones del Legislativo, y con la creencia de que su papel consiste en maltratar al contrario con palabras soeces: esa es la fotografía de los grupos opositores actuales entre quienes no existe un pensador respetable que nos muestre las razones de la crisis y sus salidas. Francisco Santos, vicepresidente de Colombia en los ocho años de los dos gobiernos Uribe y, por casi tres años más, embajador en Washington en la tercera ola uribista presidida por Duque (once años a nuestras costillas), dice, no obstante sus oropeles, tanta bobería que no se le debería poner atención. Pero, ojo, hay quienes se hacen los locos para soltar datos que, por su gravedad, no se atreven a insinuar los “cuerdos”.
Este Santos que ha asegurado que aquí va a haber “guerra civil” y que “si toca, nos va a tocar (sic) organizarnos”; que ha sostenido que “tocará mandar al carajo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la ONU”; que ha llamado “cómplices y sinvergüenzas” a los magistrados de la CIDH; y que sostiene en su reciente columna que “esto no son las FARC, el ELN y los paramilitares que ‘solo’ matan: es algo mucho peor, es Petro en el Gobierno…”; repito, este Santos ha insistido, en varias ocasiones, en que la próxima fiscalía en manos de quien sea, desatará una ola de persecución política: “cuando la Corte elija fiscal, y las tres son de bolsillo, no se equivoquen, (…) van a venir imputaciones y el uso de la justicia para intimidar a la oposición”.
Bueno, hay que ser caradura para hablar de persecución desde la Fiscalía cuando todavía esa poderosa entidad se encuentra bajo el mando del señor Barbosa y su compinche Mancera, la dupla que precisamente convirtió el ente investigador en un partido político al servicio de Uribe Vélez para favorecer su absolución y la de su hermano Santiago. Al servicio, también, de Duque y de ellos mismos, Barbosa y Mancera, con el objetivo de cerrar y esconder procesos que afectan a sus aliados, o abrírselos a sus enemigos sin motivación. Hoy lo sabe todo el país y nadie, ni siquiera la Corte Suprema que, en una muy mala hora, eligió a Barbosa, lo niega. Pero no es raro, este Santos es así: caradura para mentir cuando afirma que las abogadas de la terna “son del bolsillo” del presidente. Consta que ninguna conoce físicamente al mandatario. La Corte Suprema de hace veinte años, en cambio, objetó a los candidatos de Uribe por ser sus subalternos o por ser tan corruptos como Jorge Pretelt, quien purga pena en prisión por exigir $500 millones a cambio de un fallo en la Corte Constitucional.
Una campaña de desprestigio como las que suele adelantar el uribismo profundo parece estar en desarrollo para empezar a intimidar a la próxima fiscal general. No es coincidencia que otro columnista, Mauricio Vargas, de la misma tendencia de este Santos, haya preguntado (afirmando) si “¿se convertirá la Fiscalía (…) en un organismo para perseguir y hasta encarcelar críticos y opositores como ha sucedido en la Venezuela chavista?” Tal vez procuran resguardo anticipado, este sí político, por temor a los delitos cometidos por los protegidos de Barbosa, que se descubrirán en una entidad independiente. Los rumores sobre lo que sucede en la agónica administración Barbosa-Mancera van por igual ruta: ¿es cierto que funcionarios de su círculo estarían adelantando trámites para solicitar “asilo político” dizque porque los van a encarcelar? ¿No será que tienen miedo de que se descubran sus responsabilidades penales en las que habrían incurrido por “hacer caso”? Solo esto nos faltaba: el combo de Barbosa haciéndole compañía, en Canadá, al corrupto fugitivo exmagistrado Leonidas Bustos.
Entre paréntesis: Escrita esta columna, Amelia Pérez, una de las aspirantes, renunció a su participación en la terna, ayer, minutos antes de la sala plena en la que había gran posibilidad de que otra de las candidatas fuera elegida. Extraño movimiento en quien hasta hoy había mantenido conducta acrisolada. Su renuncia después de que ya ha habido varias votaciones incluso a su favor, no solo deja dudas sobre su grandeza: luce mezquina, además de una jugada sucia que ojalá no haya nacido en el seno de la propia Corte en donde unos magistrados están en guerra civil contra otros de sus colegas.