Buen periodista, buena persona

Cicerón, el odontólogo-periodista y director de La Opinión de Cúcuta.

Por Oscar Domínguez Giraldo

Maestro Cicerón, desde estos fríos 2.600 metros, va mi calurosa felicitación por tu premio Simón Bolívar por tu vida y obra. Una pendejada decir que más merecido pa dónde. Podría decirse en este caso que el Simón se ganó un Cicerón. 

Estoy buscando gente en la red, en la calle, entre mis amigos y algún enemigo suelto por ahí, para chicaniarles con que me distigues, que hemos hablado muchas veces, que una vez me invitaste a almorzar en Cúcuta a un restaurante lo más de rico. 

Que hasta coincidimos en nuestro gusto por Henry Fiol y que alguna vez te puse el apodo de una de sus más bellas canciones: «Oriente». 

Busco gente para decirles que eres avaro de palabra, pero un hombre de acción. Que no en vano tus pupilos te miran con respeto y te dicen: «Maestro por aquí, maestro por allá». El término maestro, generalmente  “perratiado” en Locombia, está debidamente utilizado en tu caso. Adhiero, claro.

Busco prójimo para comentarle que las veces que coincidimos en juntas de la treintañera Colprensa, nos hacías críticas pertinentes, jamás incómodas, siempre positivo, con el ánimo de mejorar el servicio de la agencia.

Si no se me va el interlocutor, le comentaré que hablas como en susurros, pasito, para no alterar el vuelo de las palomas. O de los pájaros que “haiga” por ahí.

Espero no calumniarte si agrego que no te das el lujo del estrés, que vives pacíficamente, así la salud te haya jugado pilatunas estos días. Lo que no impidió que vinieras por tu premio a la Ciudad de don Gonzalo, desde Cúcuta, que te tiene entre los cucutoches ilustres. 

Se fregaron tus paisanos de Condoto, Chocó, porque perdieron a su hijo más ilustre, modelo 1936, según lo recordaba un certero editorial de El Tiempo que me habría gustado escribir. No dejaron nada por fuera.

Bueno, no perdieron ningún tiempo porque no eres de los trepangos que renuncia a su “nacionalidad”, así no  más: digamos que te exportaron, o dieron en comodato a Cúcuta, donde has brillado desde los tiempos de los linotipos de La Opinión hasta la era de Internet.

Que ríes como quien se orgasmea de haber vivido y de haber hecho buen  periodismo desde hace muchos años. Que no hay lapsus en tu hoja de vida de hombre de letras, poeta de versos clandestinos, editorialista de temas de “palpitante” actualidad. Que se te puede invitar a almorzar a la casa.

En ti se cumple aquel imposible presupuesto del escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski: el buen periodista es ante todo, una buena persona.

Después de echarles el rollo, hago punto aparte para decirte.

Felicitaciones y felicidades, Maestro Cíceron (Oriente)

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