Por Gabriel Ortíz
Cuando se habla de Colombia, se hace referencia a un país suramericano con toda suerte de riquezas naturales, con dos océanos, poblado por gentes ejemplares, capaces, emprendedoras, personajes de la literatura, la sabiduría, la ciencia, la cultura y de cuanta virtud derroche el ser humano.
La gran nación empezó a deteriorarse cuando se empezaron a olvidar las enseñanzas ancestrales y las elementales normas que rigen las buenas costumbres y la rectitud que practican los seres humanos.
No han pasado muchos años desde la dorada época, cuando los flamantes abogados de hoy, se denominaban “tinterillos”, y cuya labor consistía en plasmar el recto manejo de las costumbres, los negocios y las juiciosas normas.
Los enmarañados documentos que determinan la legalidad de los acuerdos entre la sociedad actual, rígidamente impresos en “papel sellado”, rubricados por notarios y “amparados” por los señores “Smith”, “AR-15”, “madsen”, “cianuro” y parrilleros, remplazaron la palabra entre los pobladores de las viejas épocas que le daban toda la legalidad a un estrechado de manos.
Esa Colombia de entonces, empezó a desfigurarse por la acción de una política que llegó en contravía a torpedear la docencia de los abuelos y entronizar el reinado de la corrupción que hoy maneja todo en esta Patria. El final de los valores y costumbres, sufrieron acelerado deterioro que abrió las puertas a las perversas costumbres de los malévolos que llegaron a hacer de las suyas.
Hoy no parece existir sector oficial o privado sin el cáncer de la deshonestidad, de eso que hoy llamamos corrupción. La casi generalidad de los empleos, no dependen del salario, ahora se dice: “doctor nómbreme, que a mí no me interesa el sueldo, ese me lo pongo yo”.
Así ocurre en todas las entidades del Estado. Lastimosamente se ve la utilización indebida de funciones en aprovechamiento propio, por parte de congresistas y toda clase de funcionarios públicos y privados.
Hoy el gran escándalo ocasionado por supuestas actuaciones de los hijos del presidente Petro y el excandidato Zuluaga, o del manejo de la Procuradora Cabello al ofrecer 2.000 puestos a congresistas a cambio de facultades violatorias de las normas de la CIDH, ley que por fortuna fue declarada inconstitucional por la Corte, son muestra clara de la situación actual. Nada se diga de Reficar, los Centros poblados, el reciente atraco a Ecopetrol y los millares de contratos en marcha en un país en el que impera el deterioro de los valores, reforzado por un narcotráfico que, nos ha obligado a convertirnos en millonarios de la noche a la mañana.
La perversión acompaña a una guerrilla inhóspita y criminal que roba, fusila y recluta niños, corrompe y maneja las manadas de extorsionistas que asaltan y atemorizan campos y ciudades.
¿Podremos algún día recuperar nuestros valores, ancestros y costumbres?
BLANCO: Por fin bajó el desempleo: a 9.3%. ¿Y cuándo se reducirán los intereses por parte del Emisor?
NEGRO: ¿Quién estará saboteando contrato para los nuevos pasaportes que debe ordenar la Cancillería? Es una tortura para los colombianos en el exterior.