Por Gabriel Ortíz
Ingresamos a una Colombia sin principio ni final, como ocurre cada año, desde la conquista, la colonia y la república, tiempos durante los cuales han reinado el odio, la intriga, la corrupción, la guerra y todo cuanto represente fatalidad. Hemos sido arrastrados por el azote de la tragedia.
Nunca hemos gozado de paz, sosiego, concordia, calma. Los grupos poblacionales, políticos, económicos y sociales, se detestan, porque los alientan los privilegios que aspiran obtener de los diferentes estamentos.
Son épocas inciertas las que registra nuestra historia, que muy acertadamente puede relatarnos nuestro colega historiador Oscar Alarcón en sus serias investigaciones. El odio, la violencia, las matanzas, guerras y cuantos hechos se registran, se encaminan a detestarnos los unos y lo otros.
Si hablamos de épocas recientes comprobamos cómo, la intolerancia nos ha manejado: guerrillas heredadas de años sin fin, corrupción, rencor, aversión, fobia y tantos vicios más nos llevan de la siniestra mano, ocasionando muerte, destrucción y fatalidad.
Mandato, gobierno y dirigencia actuante, solo miran espejos retrovisores, para ocultar sus impreparación, desgano, ceguera, atropello y errores sin fin, que ni siquiera pueden ser ocultados por los excesivos despliegues de publicidad engañosa.
Estamos frente a un reto: trocar, innovar y canjear la desastrosa manera de ser, si queremos darle la rectitud que necesita nuestra patria para tomar el derrotero que anhelan estos 49.9 millones de habitantes que aún nos quedan.
Son millones los compatriotas que nos abandonan por la reinante inseguridad, la juventud no quiere reproducirse, la inversión extranjera se ahuyenta, la empresa nacional está fatigada, la informalidad nos abruma, el empleo perdió su nombre, la economía se despedaza, los pobres se acrecientan, los ricos son desdeñados y acusados de lo malo y lo peor, las autoridades son culpadas de ineficiencia, a los malos se les paga para que se compongan. Esta fatalidad parece no tener final.
Este 2025, nos ingresa al misterio de lo que vendrá. ¿Seremos capaces de borrar y combatir los vicios que nos han generado e inculcado atizando el odio, rencor, tirria y fobia, si los desechamos y procedemos a disfrutar de lo que nos entregó la naturaleza para embadurnarnos de felicidad, prosperidad, ánimo, esperanza y deseos de vivir?
Gobierno, poderes ejecutivo y judicial, dirigencia, fuerza pública, organismos de control, ricos, pobres, clase media, inmigrantes, refugiados, gremios, medios de comunicación, sindicatos, educadores, universidades, transporte, comunidades, campesinos, juntas comunales y en general todos los estamentos legales, tienen hoy en sus manos y a su disposición el punto de partida para sanear a Colombia, si ingresamos a la absoluta legalidad, la convivencia y el deseo de convivir en paz y progreso.
Los perversos invasores, guerrilleros, terroristas, los que cobran por no asesinar, los secuestradores de niños, las bandas criminales, el narco y el microtráfico, los supuestos confusos libertarios y toda esa caterva criminal que están rabiosamente contra la paz deben abandonar el narcotráfico que los financia y atender el clamor de una nación que anhela la arisca paz total.
Estamos a tiempo: solo requerimos en este 2025 el esfuerzo total, honrado, claro y firme para alcanzar una nación sin odio, sin infortunio y sin la adversidad que nos subyuga.
BLANCO: Tarde como siempre: Anla por fin autorizó licencia ambiental para perforar el pozo de Komodo y explotar el gas que tanto necesita Colombia. Tarde como siempre.
NEGRO: Lo que se nos viene con el presupuesto desfinanciado decretado por el gobierno “progresista” que tiene en bancos 90 billones de pesos sin usar.