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Con mis felicitaciones al periódico El Colombiano que hoy jueves 6 de febrero está cumpliendo sus primeros 113 años.
Por Óscar Domínguez Giraldo
Envejecer no solo es ennietecer, cambiar de médicos, coleccionar arrugas, tener al día la póliza exequial, bajar y subir escaleras agarrado del pasamanos, usar bastón, olvidar dónde dejaste las llaves o las gafas.
Envejecer también es dar consejos que jamás habrías seguido de joven, y contar anécdotas. Como estamos ad portas del 9 de febrero, Día del Periodista, retomaré algunas relacionadas con este destino:
Cualquier día recibí una llamada de la oficina de José Fernández Gómez, director de la revista VEA, importada de Chile por Jenaro Medina. El español de bigotico libidinoso quería ficharme para el semanario.
Le pregunté cuando me dio tiro: Don José, como me ha invitado a trabajar en una revista especializada en crónica roja, ¿puedo pensar que le va a bajar a la cuota de sangre?
Me electrocutó con su respuesta: “Aquí el que piensa soy yo. Yo quiero sangre con arte”. Y me mostró una lámina de la Gioconda que tenía colgada en la pared con los muñones de los que manaba sangre. “Quiero sangre con arte”, me explicó. Me pidió que me inventara algunas crónicas de prueba y se las hiciera llegar.
Saqué dos muerticos del sombrero y le encimé un atraco medio rocambolesco que había padecido. Jamás volví a saber del acelerado hombre de televisión.
Años atrás, yo había trabajado en la revista Vea. Don Jenaro, el director, veía el gusano donde los demás mortales no veíamos la res de la crónica, el fuerte de la publicación. Nos decía a los reporteros que nos iniciábamos (bueno, en el destino periodístico siempre seremos aprendices): Un buen periodista no puede tener mala suerte, ni carecer de fuentes.
El novelista y periodista argentino Tomás Eloy Martínez anduvo por estos pagos dando talleres de periodismo. De pronto nos regalaba perlas como esta: el periodismo es un oficio para vivir y para la vida. O sea, nos permite crecer intelectualmente y ganarnos los garbanzos como decía su paisano, un tal Cortázar.
En una feria del libro bogotana le montamos la perseguidora al gran reportero polaco Ryszard Kapuscinski a ver si se nos pegaba algo de su destreza para escribir. Nos dio su autógrafo y nos regaló esta convicción suya: “Una mala persona nunca puede ser buen periodista”.
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Con mi diploma de grado, tres raspao en literatura, deserté de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Antioquia que en 1968 dirigía san Alfonsito Lopera. De la mano del maestro Antonio Pardo García hice las prácticas en Todelar-Bogotá. Pardo regalaba el pescado y enseñaba a pescar. Lo sigue haciendo, por supuesto, a sus noventa años y monedas. Está escribiendo su sexto libro: “Es un relato de cómo llegué al cielo y caí en el infierno. Soy protagonista increíble. Lo titulo “Expedición del Cielo al infierno”. Es una historia real.
En 1989, la directora de El Colombiano, Ana Mercedes Gómez Martínez, me reclutó para las páginas editoriales. Su consejo a los periodistas era: «Un reportaje sin humanidad y respeto, no es buen periodismo».
El maestro Alberto Acosta, de Itagüí, un abuelo solitario que fundó periódicos y noticieros de radio y televisión, me contó por qué jamás sacaba vacaciones: No me crea tan pendejo: ¿pa-pa-pa que se den cuenta de que no hago falta?