Por Ana Swanson
Ana Swanson cubrió el comercio en el gobierno de Trump y en el de Biden.
Las amenazas del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles perjudiciales a Canadá, México y China pueden ser, en última instancia, una apuesta inicial para intentar utilizar el poder del mercado estadounidense para persuadir a otros países de que frenen el flujo de drogas y migrantes a través de las fronteras de Estados Unidos.
Pero aunque la amenaza de imponer enormes aranceles a algunas de las mayores economías del mundo sea una táctica de negociación, también es una estrategia que tiene consecuencias inmediatas en el mundo real.
Antes incluso de que Trump pusiera un pie en el Despacho Oval, su amenaza de imponer aranceles a los tres mayores socios comerciales de Estados Unidos en su primer día de mandato resonó en todo el mundo, conmocionando a las empresas internacionales, sacudiendo las relaciones diplomáticas y poniendo en tela de juicio dos grandes acuerdos comerciales que negoció durante su primer mandato.
El anuncio de Trump a última hora del lunes de que impondría un arancel del 25 por ciento a todos los productos procedentes de Canadá y México y un arancel del 10 por ciento a los productos procedentes de China fue denunciado inmediatamente por grupos empresariales, que dijeron que tal medida causaría un grave perjuicio económico. Los funcionarios extranjeros se apresuraron a asegurar al gobierno de Trump entrante que habían estado trabajando para detener la entrada de drogas y migrantes en Estados Unidos, al tiempo que advertían de que también estaban dispuestos a dar media vuelta e imponer sus propios aranceles a las exportaciones estadounidenses .
Es posible que las amenazas de Trump busquen acallar a los inversionistas y economistas que recientemente han puesto en duda que el presidente electo imponga los grandes gravámenes que prometió durante la campaña. En el periodo previo a las elecciones, Trump prometió imponer un arancel del 60 por ciento a los productos procedentes de China y un impuesto de al menos el 10 por ciento a todas las demás importaciones. Una medida de este tipo podría desencadenar una guerra comercial global, que ralentizaría las economías de todo el mundo.
Independientemente de que las amenazas de Trump demuestren en última instancia su destreza como negociador o solo siembren el caos, son un recordatorio de que está deseoso de poner patas arriba las relaciones mundiales para tratar de asegurar puntos para Estados Unidos. Eso incluye su voluntad de derribar potencialmente los pactos comerciales que él mismo se esforzó en establecer con México, Canadá y China durante su primer mandato, después de utilizar aranceles contundentes para obligarles a hacer concesiones.
Uno de los principales resultados del primer mandato de Trump fue el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá. Ese pacto comercial sustituyó y actualizó el acuerdo anterior, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, de 30 años de antigüedad, que Trump calificó como el “peor acuerdo comercial jamás hecho”.
En virtud del T-MEC, se supone que las mercancías que cumplan determinados requisitos podrán circular por el continente sin estar sujetas a aranceles. Un arancel del 25 por ciento sobre todos los productos mexicanos y canadienses sería una clara violación de ese acuerdo, y podría afectar el futuro del propio acuerdo.
Wendy Cutler, vicepresidenta del Asia Society Policy Institute y exnegociadora comercial estadounidense, dijo que las amenazas ponen a México y Canadá “en una situación difícil”, dada su dependencia del mercado estadounidense. La presión sobre ellos para que tomen medidas que aplaquen al presidente electo sería fuerte, dijo, mientras que China también podría ser objeto de aún más aranceles en el futuro.
“Al igual que en el primer mandato de Trump, algunas de estas amenazas arancelarias podrían no desembocar nunca en la imposición real de aranceles”, dijo. “No obstante, nuestros socios comerciales deben estar preparados para amenazas adicionales y, mientras hablamos, muchos están desarrollando estrategias para sortearlas”.
Las amenazas ofrecieron un anticipo de lo que podrían ser otros cuatro años de tumultos comerciales, imitando el primer mandato de Trump, cuando trastornó las relaciones económicas y diplomáticas del país. Desde hace tiempo, el presidente electo considera que los aranceles son una poderosa fuente de influencia que, unida a su estilo impredecible, anima a otros países a hacer concesiones rápidamente.
Tras su toma de posesión en 2017, Trump impuso aranceles al acero y al aluminio a una serie de países. Utilizó esos impuestos como herramienta de negociación contra Canadá y México para renegociar el TLCAN. También impuso aranceles significativos a China en 2018, y siguió aumentándolos durante los 18 meses siguientes, hasta que su administración firmó un acuerdo comercial con Pekín en enero de 2020.
Esta vez, Trump dijo que atacaría a China por no impedir la entrada en Estados Unidos de sustancias químicas utilizadas en el fentanilo. Dijo que impondría aranceles a México y Canadá para obligar a esos países a detener el flujo de fentanilo y poner fin a los cruces ilegales de migrantes hacia Estados Unidos.
En una carta pública publicada el martes, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, dijo que su país había desarrollado una política integral que había originado un número mucho menor de encuentros en la frontera estadounidense y dijo que las amenazas arancelarias no resolverían el problema.
El número de cruces fronterizos ilegales desde México ha disminuido de manera significativa en 2024, en parte debido a la represión mexicana de los migrantes que cruzan por su país, así como a las nuevas restricciones estadounidenses al asilo en la frontera sur.
Sheinbaum también amenazó con responder a los aranceles de Trump con gravámenes sobre los productos estadounidenses, aunque eso perjudicara a los fabricantes de automóviles y a otras empresas que comercian con mercancías a ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos.
“Por cada arancel, habrá una respuesta del mismo tipo, hasta que pongamos en riesgo nuestras empresas compartidas”, dijo.
Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, dijo el martes que celebraría una reunión de emergencia sobre la propuesta arancelaria de Trump con todos los dirigentes provinciales y territoriales de Canadá. También respondió a las acusaciones en la Cámara de los Comunes de que no estaba actuando con la contundencia necesaria diciendo que estaba trabajando para desactivar las amenazas.
“En lugar de dejarnos llevar por el pánico, estamos adoptando medidas constructivas para proteger los empleos canadienses, como hemos hecho hasta ahora”, dijo Trudeau. “La idea de entrar en guerra con Estados Unidos no es lo que nadie desea”.
En Ottawa, Pierre Poilievre, líder de la oposición conservadora, indicó que está abierto a retirar a México del acuerdo de libre comercio.
A la pregunta de los periodistas de si excluiría a México de las conversaciones para evitar los aranceles propuestos por Trump, Poilievre dijo que antepondría Canadá y “haría lo necesario para preservar esa relación por encima de todas las demás”.
Imponer aranceles del 25 por ciento a Canadá y México podría causar un daño significativo a muchas industrias que se organizaron en torno a un mercado norteamericano integrado. Desde que se firmó el TLCAN, hace más de tres décadas, los fabricantes de automóviles, textiles, aperitivos y otros productos han establecido cadenas de suministro entre los países que garantizan el paso de las materias primas a sus consumidores finales.
Kim Glas, directora ejecutiva del Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, que representa a los fabricantes estadounidenses de textiles, dijo que su sector acogía con satisfacción el aumento de los aranceles sobre los textiles y prendas de vestir chinos, pero que la imposición de aranceles a los productos mexicanos y canadienses podría socavar la fabricación estadounidense.
Las fábricas de Estados Unidos, México y Canadá están vinculadas en una cadena de coproducción en virtud del actual acuerdo comercial, dijo. La industria textil estadounidense exporta el 53 por ciento de sus productos a fábricas de México y Canadá, donde se convierten en productos acabados que luego vuelven a Estados Unidos.
“Se trata de una cadena de suministro vital que sostiene a los fabricantes textiles estadounidenses, a nuestros socios comerciales regionales y a su mano de obra”, dijo, y añadió que el acuerdo “compite directamente con China y Asia”.
Jake Colvin, presidente del Consejo Nacional de Comercio Exterior de Estados Unidos, que representa a las principales multinacionales, dijo que la medida sería una clara violación del Tratado entre México, Estados Unidos y Candá, que incluye herramientas para resolver disputas entre los países sin recurrir a guerras comerciales.
“Aunque todos conocemos la afición del presidente electo por los aranceles como herramienta de negociación, resulta muy preocupante que amenace con dirigirlos contra los aliados y socios comerciales más cercanos de Estados Unidos durante el primer día de su gobierno”, dijo.
Los abogados especializados en comercio dijeron que Trump tendría autoridad legal para firmar una orden ejecutiva en su primer día en el cargo, aunque podría optar por retrasar la fecha de entrada en vigor de los aranceles para obligar a los países a sentarse a la mesa de negociaciones. Trump adoptó ese enfoque cuando impuso por primera vez aranceles a los productos chinos.
Los mercados estadounidenses hicieron caso omiso de las amenazas el martes, y el promedio industrial Dow Jones subió para compensar las pérdidas de la mañana.
Los analistas de Goldman Sachs dijeron en una nota el martes que seguían pensando que era más probable que México y Canadá evitaran los aranceles generalizados. Sin embargo, si se impusieran los aranceles, estimaron que elevarían la tasa arancelaria efectiva de Estados Unidos. en 8,6 puntos porcentuales y harían subir un 0,9 por ciento un índice de inflación subyacente estrechamente vigilado por los bancos centrales.
Hamed Aleaziz e Ian Austen colaboraron con la reportería.
Ana Swanson cubre comercio y economía internacional para el Times desde la corresponsalía en Washington. Ha sido periodista por más de una década.
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