Alberto Acosta, el abuelo solitario de Itagüí

La única foto conocida en las redes del maestro Alberto Acosta la registra Eje 21

Por Oscar Domínguez Giraldo

Ya que estamos de mucho día del periodista sugiero esta lectura sobre el maestro Alberto Acosta, quien fue miembro del CPB y jefe de muchos de nosotros. La nota fue redactada a manera de noticia cuando lo descabezaron de la televisión hace muchos pero muchos aguaceros. od 

Alberto Acosta, el solitario de Itagüí 

Bogotá, 31 de julio de 1979 

Un abuelo solitario de 59 años -43 de ellos dedicados al periodismo-  está de balde después de haber fundado diarios y noticieros de radio y televisión. Se declara dispuesto a reincidir en el “maldito oficio”, así sea de cargaladrillos. 

Nacido el 20 de enero de 1020 su nombre completo es Alberto Acosta Penagos, el «Maestro” o el «Camarada”, como les decía a sus interlocutores. “El Gago”, le decíamos a sus espaldas, por su arisca dicción. Su belisarismo de jornada continua le valió que lo hubieran decapitado de la nueva programación de televisión. 

El tipógrafo que se inició como conductor en la imprenta del godísimo monseñor Miguel Ángel Builes, en Santa Rosa de Osos (1936), terminó el último noticiero del mediodía mostrando su libro sobre la vida y milagros del controvertido prelado. 

“Será el primer libro que lea en mi nueva actividad de desocupado”, dijo ante las cámaras de televisión en su confuso idioma, del cual solía aclarar: “Mi lenguaje puede ser enredado, pero mis ideas son claras”. 

Acosta fue reportero estrella en “El Adalid” de monseñor Builes, donde empezó  a publicar el resumen semanal de la guerra civil española en 1938. 

A partir de 1949 fue corresponsal en Medellín de los periódicos El Siglo, La Patria y Diario del Pacífico. 

Políticamente inspirado en Nos Builes, siempre estuvo a la derecha de la derecha. Se daba ínfulas de franquista. El Generalísimo español  lo condecoró. En su apartamento de Bavaria, en el centro de Bogotá, exhibía orgulloso algunos objetos que le regalaron generales nazis, según decía. También coqueteaba con ellos. Los de su «tripulación», como decía, copiándose de Alzate, no le creíamos esas pavorosas veleidades. O nos hacíamos los locos. No sé. 

Siempre estuvo cerca del poder. Fue colaborador de Rojas Pinilla, amigo de presidentes. Fue muy cercano a López Michelsen. Y a Belisario Betancur, su amigo de andanzas erótico-etílicas en Medellín de los años cuarenta.  

Entiendo que les hacían vale en las casas de mujeres de vida amable, regalada, como las de Marta Pintuco o las Mellizas Arias que Fernando Botero inmortalizó en alguno de sus cuadros. Frecuentar esas casas era la única forma de no llegar vírgenes al matrimonio. Las novias no daban ni la hora de la semana pasada… 

Parodiando a uno de sus ideólogos, el Mariscal Gilberto Alzate Avendaño, quien en 1952 lo llamó para que le organizara el “Diario de Colombia”, Acosta aseguró que su empresa no se hundía “con las velas encendidas”, por cuanto A3 Alfavisión continúa con un programa musical los domingos de cinco a seis. 

En el lugar reservado antes al Corazón de Jesús, Acosta tenía enmarcado un texto de Alzate: “El milésimo hombre”, una oda a la amistad. 

La salida espectacular de la pequeña pantalla a la que entró en 1971 con su noticiero Tv Sucesos RCN, le inspiró un chiste. Cuando lo descabezaron, llamó al presidente Turbay Ayala para decirle, a propósito del musical que le adjudicaron como premio seco: “Presidente, ustedes me confundieron con Alci Acosta, el cantante”. 

Desde el sábado, Acosta había empezado a despedirse. Casi no logra movilizarse desde Pereira, donde fue “víctima” de un homenaje. Como se había llevado las llaves de los escritorios, instruyó a uno de sus camarógrafos cesantes –Isidro- para que violentara archivos y sacara los papeles para elaborar el último libreto. 

Retomemos su hoja de vida, escrita de su puño y letra: “Se le llamó a El Colombiano (de Medellín), como armador de avisos. Hizo la carrera total: cronista de policía, inflador de cables internacionales, jefe de armada”. 

En el año 44, recuerda, se fundó la  Asociación de Periodistas de Antioquia. Presentó su solicitud de ingreso. Fue rechazado por analfabeta. 

“En 1967 el jefe de relaciones públicas del Sena – siempre según su hoja de vida – Ernesto Rodríguez Medina, lo invitó a que instalara en el paraninfo de la Universidad de Antioquia un congreso de periodistas. Fue la primera vez que entró a una universidad sin haberle tirado piedra”. 

En el último programa, Acosta reincidió como reportero y caminó  por la sala de redacción, armado de su bastón y del infaltable cigarrillo extralargo en mano que no aspiraba. (El vodka doble lo esperaba en su escritorio). 

Mientras caminaba, ante las cámaras que filmaban la despedida, presentaba a su tribu: Amparo Pérez, jefe de redacción, Sonia Gómez, María Victoria Torres, Ricardo Cañón, Alberto Trujillo… 

El hombre a quien en 1958 contrató Mario  García-Peña como creativo de frases publicitarias, ideó como eslogan de su noticiario –como suele llamar sus espacios informativos- el siguiente: “Ojos abiertos, oídos despiertos”. (Para su cliente ideó el “Lo normal es Norma”). 

Alguna vez puso al Papa Juan Pablo II a hacerle un comercial para su programa “La voz del Papa”, que transmitía en directo los domingos la pontificia homilía desde San Pedro.  

Sin ponerse colorado se jactaba de que los astronautas que visitaron la luna, plagiaron una de sus frases: “Aquí estamos”. Tal fue la traducción que algunos periódicos les dieron a las palabras de Neil Armstrong, fugaz habitante del satélite que nos mira “desde la comba altura”. 

En su lamento de despedida por y de la televisión, dijo que “mantendremos siempre los ojos abiertos porque no hay quien nos los cierre. Mantendremos siempre los oídos despiertos porque no hay quien nos los clausure”. 

Su refugio campestre en Fusagasugá, Cundinamarca, tenía el mismo nombre del municipio antioqueño donde nació: Itagüí, donde se celebra el día mundial de la pereza, un pecado capital que el infatigable periodista jamás cometió. 

El solitario de Itagüí trabajó, trabajó y trabajó; amó, amó y amó bebió; bebió, bebió  y bebió,  fumó, fumó y fumó. Todo en Acosta era excesivo. No nació para la vida fácil. 

Cuando andaba en Itagüí de pantalón cortico, mató pinches y robó guayabas en “Guayabal”. Allí mismo fundaría “Orientación” y “Renacimiento”,  periódicos beligerantes que editó para defender los intereses de su comunidad. En su apartamento de “cosumbosolo” (solitario) de Bavaria  me mostró, orgulloso, algunos ejemplares. 

Bajo la dictadura de Rojas Pinilla ( 1953- 1057) “quien lo llamó y le ordenó que le hiciera un diario mejor o igual que El Tiempo”, organizó “La Paz”. Negoció la maquinaria con Abdón Espinosa.  

También fundó el diario “Occidente”, de Cali, donde vivió por trechos. De su propia inspiración fueron Todelar y Radio Sucesos RCN, antes llamado Actualidades RCN. Su devoción por la radio quedó plasmada en esta hipérbole: “En Colombia puede haber cinco  millones de analfabetos pero no cinco millones de sordos”. 

La modestia y la vanidad son virtudes negativas, repetía. Esa falta de modestia lo llevó a publicar avisos de página entera en la que daba los nombres de sus subordinados: Gloria Valencia de Castaño, Jaime Sanín Echeverri, otro de sus amigos de bohemia en Medellín, Carlos Lemos Simmonds, Luis Guillermo Vélez, Darío Silva, Ignacio Ramírez, Yamid Amat, César Fernández, Alberto Piedrahita Pacheco, Hugo Alberto Muncker, Amparo Pérez, Virginia Vallejo, Sonia Gómez.  

No se le iba la mano pagando elevados salarios. Pagaba en especie: sus pupilos podían beber y comer en los restaurantes de varios trinchetes, con los que tenía canje. (El Museo, de Byron López, ubicado por los lados del Parque Nacional, era uno de ellos). Firmaba todos los vales. Cuando vino a Bogotá el cantante Valen, le dijo a Alvarito Vasco (q.e.p.d.), administrador del restaurante mencionado: “Tráigame a Valen que yo lo firmo”. (Alguna vez le pedí que me incrementara el salario de tres mil quinientos pesos mensuales que me pagaba pero se negó estruendosamente. «Además, a usted lo están conociendo gracias a mí”, me dijo. Como yo tenía dignidad… y bocas qué alimentar, me quedé). 

Su currículo que nunca mereció premios de periodismo termina así: “Ha viajado por todo el mundo occidental y las Américas, siempre invitado por gobiernos amigos o por empresas aéreas. 

“Tiene hijos, tres mujeres y un hombre, casados, y siete nietos. Es abuelo solitario”. 

Este mediodía, el “abuelo solitario” empezó diciendo por televisión mientras le citaba auto de detención a la emoción: 

“Son las doce y diez minutos de hoy martes 31 de julio (1979). Ya todo ha terminado. Aquí solo se ven cadáveres de cosas. No se ven sino cosas arrumadas. Las cámaras quedaron colocadas en su sitio, pero ya sin quién las accione”. 

Ese día lo entrevisté: 

–         ¿Y a qué se va a dedicar ahora? 

–         Soy reincidente. Vuelvo a empezar. En cualquier medio. Donde me llamen, porque estoy de balde. Me encuentro reventando infantería otra vez. 

–         ¿Siente tristeza? 

–         Por mí, no. Por mi tripulación. 

–         ¿Por qué se dedicó al periodismo? 

–         Es el apostolado más bello que puede realizar una persona. 

–         ¿Muchos sinsabores? 

–         Pero más alegrías. 

–         ¿Por qué lo descabezaron? 

–         Por belisarista. 

–         ¿Fue censor de pantalones verdes y zapatos blancos durante la dictadura de Rojas Pinilla? 

–         No, señor, esa es una calumnia como una catedral. 

–   ¿Usted por qué nunca saca vacaciones? 

–   No me crea tan pendejo: ¿pa que se den cuenta de que no hago falta? 

(Acosta falleció el 4 de agosto de 1984) 

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