
Por Óscar Domínguez Giraldo
Del pobre hombre se ha dicho de todo: Que está en obra negra, que está sin inventar del todo como los celulares, que la lealtad no es su fuerte, que es machista a morir, que lo llaman a ser infiel y está ocupado poniendo cachos.
Nos gradúan de egoístas diplomados. Critican nuestra paupérrima participación en las faenas domésticas. Cocinar no es nuestro fuerte. Escasamente sabemos fritar un huevo.
Dicen también que vivimos más cerca del bar que preocupados por la crianza de nuestros críos. Va uno a ver… y todo es cierto. Es más, nuestras “dulces enemigas”, como diría Don Quijote, se quedan cortas.
Dicho en plata blanca, no nos ganamos las felicitaciones el tal día del hombre. Podrían suprimir esta “celebración” y no se extinguiría ninguna estrella.
Me late que san José, buena persona pero mal carpintero, debe estar furioso porque en Colombia le colgaron este jolgorio en su día que, además, se celebra el lunes que viene.
En imposible defensa nuestra, los machos alfa invocamos el colombianísimo “fuequequefuequeque” , y alegamos que no nos enseñaron a ser novios, esposos, padres, asignaturas que deberían ser obligatorias desde la guardería.
Nos tenemos bien merecido el olvido por petardos. Y no adiciono otros adjetivos descalificativos porque el varón domado tampoco está obligado a autolapidarse.
El día de la mujer (marzo 9) tiene toda la prensa del mundo. Se oyen sus ecos. En merecimientos nos golean 5-0. El día del hombre quedamos perplejos, con cara de Subuso. O desenfocado como en la foto.
En gracia de discusión admitamos que nos celebraron ruidosa, estrepitosamente, el día del hombre. Cancelada la “celebración”, a partir de hoy volvemos a ser anónimos, espléndidos eNeNes.
El man vuelve a ser un mandadero más. El que saca el perro a alzar la patica al parque para que deje cifrados –y olorosos- chaneles caninos contra un árbol.
Vuelve a ser el encargado de sacar la basura. El que abre la puerta para decirle no al vendedor de aspiradoras. O de celulares. O a algún sonriente testigo de Jehová debidamente identificado.
Los comerciantes se quedaron otra vez con los crespos hechos porque la registradora no se movió. (Bueno, tampoco gastaron un peso en propaganda. Ni ellos se enteraron de la efeméride).
Quedó atrás el único día en que podíamos dejar la ropa interior o las medias regadas por toda la casa. O hacer pipí con regadera, sin levantar la taza. La presa más grande del almuerzo ya no será para el adorado mejor hijo, marido o papá del mundo. El mando a distancia que regula la democracia en la alcoba nupcial, regresa a su legítima dueña.
Resumamos: Colegas, por nuestra culpa, nos toca afrontar el regreso a la normalidad después de que el sol giró – perezosamente, sin ganas, casi que bostezando – alrededor de nosotros durante hora de 24 horas. (Líneas pasadas por latonería y pintura).
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