Nota de la reacción:
Acaba de celebrarse en Colombia el día clásico del periodista y la oportunidad la pintan calva para rescatar esta deliciosa columna, publicada en los albores de los años 80, que retrata de pies a cabeza a la única medianía que tuvo el memorable grupo de Los Gorilas. ¡Buen apetito!
Autor: J. Emilio Duque
Por complicada y estrambótica que sea una transmisión del mando, verbigracia la que se hará en Washington el 20 de enero de 1981, jamás resultará tan sofisticada como la transmisión radiofónica de la tragedia pereirana, entre el martes 28 de octubre y el viernes 31, que culminó con la noticia fatídica enmarañada hasta el último momento por las redes compasivas de la esperanza. El niño Nicolás Gómez Rodríguez estaba muerto, posiblemente desde 24 horas antes del anunciado rescate.
No es necesario repetir los hechos, ni siquiera en descripción radiográfica, para decirlo con otro adjetivo radial. La nación entera los vivió con espanto y se vio obligada a revivirlos, en forma todavía más espantosa por la crueldad del micrófono. El que sabía lo que estaba pasando (¿y quién pudo ignorarlo?) se imaginaba la terrible escena, qué se le hacía más dolorosa si además era padre de familia, y más aún si tenía hijos de esa misma edad o entre uno y dos años. Quién siguió paso a paso la información encadenada tendrá que darle gracias al Espíritu Santo por haber quedado con vida, pues nos tiraron a matar de angustia y nada menos que a golpes de oído con resonancias punzantes en todos los centros nerviosos.
Como ya se ha comentado ampliamente, la tragedia del niño que vio convertir en fosa lo que al principio era un foso, se presta para muy serias reflexiones, con miras a evitar que se repitan sucesos tan extravagantes y absurdos. Uno de ellos, el principal en el orden cronológico, fue la imprudencia del pozo abandonado. Los restantes, en sucesión chabacana desde la cursilería hasta la crueldad del ridículo, han sido menos divulgados y son los que merecen la atención urgente.
Ahí está el caso de la transmisión sofisticada y conste que no sabemos lo que significa realmente está adjetivo de moda (no adverbio de modo), ajeno al sustantivo sofisma y al parecer a la sutileza sofistica. Pero debe ser muy importante cuando no lo sueltan de las cadenas radiales.
Punto central de las meditaciones olvidadas debe ser, pues, el de la primicia regada y repartida en diminutos trozos de terror, sobre todo por la cadena que la tomó como propia, con exclusividad de monopolio. Pero antes de toda suspicacia vaya un reconocimiento sincero: Los locutores obraron de buena fe, con el único deseo de servir, animados para el propósito de salvar el niño y de suscitar en la masa de los oyentes los más puros sentimientos de humanidad y cristianismo. La palabra solidaridad, mal pronunciada por los afanes de la lengua, se desplegó a los cuatro vientos como una bandera.
Después veremos que la gratitud con uñas, de que tanto se habla, tiene su equivalente en la solidaridad desplegada, cantada, pregonada, de caminata ostentosa o de gritería repelente. En principio la locución fue admirable, digna de reconocimiento y de aplauso. Pero bien pronto se contagió del intenso dolor y rebasó los límites de la cordura. Los pobres oídos tan indefensos como el niño Nicolasito tuvieron que soportar lo inenarrable… La primera víctima fue el idioma castellano. Después se fueron sacrificando la verdad, la seriedad, la educación, la cortesía, el buen sentido. Unos cuantos ejemplos de la cadena “exclusiva” son suficientes para la crítica sana y al propio tiempo para dar la prevención oportuna. Dios quiera que eso (y en tres letras cabe una cadena de absurdos) no vuelva a suceder:
Debe presentarse inmediatamente cualquier (sic) médico o cualquier ingeniero para que le (sic) informe a 27 millones de colombianos a través de (sic)si nosotros lo que está ocurriendo con el niño Nicolás a nivel de drama.
-Atención, Pereira. Desde este momento queda prohibido decir Nicolás. Hay que decir Nicolasito. Se prohíbe terminantemente Nicolás. Vamos a seguir tratando de comunicarnos con doña Marujita… El bebito Nicolasito continúa en el pozo, cuando ya se cumplen 60 horas de su cautiverio involuntario…
-Muy bien, Bogotá. Seguiremos diciendo Nicolasito. Y a propósito, yo pienso de (sic) que la fiesta de los niños, el 31 de octubre, debe seguirse llamando la fiesta de San Nicolasito…
-Un momento, Luis. Yo estoy de acuerdo contigo. Yo considero de (sic) que la fiesta es de San Nicolasito por otra razón, una doble coincidencia. El 31 de octubre es el día de Santa Lucía (mentiras, anotamos nosotros) y la finca se llama Andalucía. ( más mentiras).
-Recibido el cambio de Pereira. Lo de San Nicolasito lo podemos aplazar un poco. Ahora lo urgente es que comparezca la gobernadora de Risaralda… Atención gobernadora. La necesitamos. Debe salir al aire donde esté… necesitamos que la Gobernadora coordine la traída de los equipos más sofisticados para estas labores de rescate, donde estén: en Caracas, en New York, en Panamá, en Medellín…Si hay algunos en Medellín ordenaremos que salga ya mismo un helicóptero(eran como las ocho de la noche)… ordenamos… ordenaremos…
-Doctor Emiliani Román en Roma, atención. Usted que es tan amigo mío y además compartiario…¿que piensa de este drama…? -Seguimos esperando la oferta de maquinaria sofisticada… Equipos más sofisticados. Gobernadora, ¿por qué no aparece?. La orden es terminante… Pronto ordenaremos la salida de un helicóptero… Sobran comentarios. Ni en la destrucción de Pompeya se hubiera justificado una transmisión así como tan exclusiva, como tan mandona, como tan cursi, como tan sofisticada. Y conste que no sabemos- o mejor que no sabíamos- lo que es una transmisión sofisticada.