Los Danieles. Personas descuidadas

Ana Bejarano Ricaurte

Ana Bejarano Ricaurte

El 11 de marzo la editorial inglesa Macmillan publicó las memorias de Sarah Wynn-Williams, Careless People. Es el libro que el magnate Mark Zuckerberg y su imperio Meta quieren quemar.

La autora relata cómo convenció al gigante tecnológico de crear el cargo de gerente global de relaciones públicas. Sarah confiaba en los aspectos positivos y revolucionarios de los primeros años de Facebook: conectividad expandida, esquemas de colaboración comunitaria, sistemas de alerta de desastres y accidentes, posibilidades de derrocar regímenes autocráticos. Fue la época de la primavera árabe y otros despertares democráticos gracias a la tecnología. 

Muy pronto primó la realidad: no existía interés por parte de Zuckerberg o nadie en Meta diferente al de hacer plata, cantidades grotescas de ella. Para lograrlo era necesario crecer el número de usuarios de una plataforma que ya compartían billones de personas. Y superar lo logrado significaba romper muchas reglas. 

Sarah cuenta que el cargo que había propuesto sirvió para estudiar cómo podían evadirse regulaciones, mentir a organismos nacionales e internacionales y cosechar tras ataques terroristas, porque así los gobiernos se concentraban “en vigilancia y no en la privacidad”. 

Por ese camino, no tardaron mucho en entender que Facebook era determinante para ganar elecciones y que eso les permitía meter a los políticos en su bolsillo. “Facebook recompensa los candidatos outsiderque postean contenido inflamatorio que sube las interacciones”, explica Sarah. 

Por eso eligieron a Donald Trump, con cuya campaña trabajaron directamente para ajustar el algoritmo a su favor. Desde entonces tienen claro que la ultraderecha es su mejor aliado, porque sus gobernantes promueven el odio y la ausencia de regulaciones. Y, sin importar el color del candidato, saben que la inversión en publicidad electoral les permite volarse todo tipo de leyes, como ya está pasando aquí en Colombia. 

Para crecer necesitaban a los adolescentes y tenerlos pegados por horas a sus pantallas. La autora cuenta con horror que el algoritmo advertía cuando una niña borraba una foto, para después inundarla con toneladas de publicidad que le sirviera para saciar sus inseguridades. A los niños los atrajeron y atraparon en el caldo de misoginia y violencias que auspiciaban con gusto, como el que quedó inmortalmente retratado en la serie Adolescencia en Netflix.  

Se inventaron planes de internet gratis o subsidiado para capturar nuevos usuarios. Tuvieron la osadía de llamarlo internet.org, proyecto que alcanzó a llegar a Colombia en 2014. El libro cuenta que lograron convencer al presidente Juan Manuel Santos gracias a la insistencia del ministro Diego Molano. Con Molano habían acordado que el sería su embajador en otros países hasta que Zuckerberg, quien duerme hasta las doce del día, dejó esperando al presidente Santos en medio de las negociaciones de paz y todo se enfrió.  

En Myanmar, gracias a esta pantomima, el internet llegó con cara de Facebook para la mayoría de ciudadanos. Acto seguido, el algoritmo permitió y auspició el odio contra la población rohingya, lo cual derivó en un genocidio que dejó casi un millón de desplazados y 25.000 muertos. Sarah alega que en Meta sabían todo lo que estaba pasando y no les preocupó detenerlo. 

El premio mayor era entrar a China, país que hasta hoy bloquea sus productos. Para convencerlos, ingenieros de Meta se sentaron con el Partido Comunista Chino y desarrollaron programas de censura y espionaje de la población. Todo lo que Zuckerberg contestó cuando el Congreso gringo le preguntó por ello es falso, alega Sarah. 

Imagen columna Ana Bejarano El título se inspiró en una cita de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald: «Todo fue muy descuidado y confuso. Eran personas descuidadas, Tom y Daisy… dañaban las cosas y a las personas, y entonces se refugiaban en su dinero o en su gran indiferencia, o en lo que fuera que los mantenía juntos, y dejaban que la otra gente limpiara los regueros que habían dejado».

El libro es una bomba. Algo de lo que ahí cuenta se había reportado por los lados, aunque sea difícil encontrarlo en internet. Estas preguntas las habían formulado reguladores y gobiernos, pero ver cómo pudo gestarse desde adentro es escalofriante. No es una teoría de la conspiración sino el mapa. Y al parecer Wynn-Williams cuenta con las pruebas para acreditar sus acusaciones, no solo porque el libro cita documentos y hechos públicos, sino porque antes de publicarlo presentó una queja ante la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos cargada de pruebas. 

Un día después de la publicación, Meta logró que un árbitro prohibiera a Wynn-Williams promocionar su libro, pero la editorial dice que seguirá vendiéndolo. Aunque Zuckerberg promete silenciarla a punto de demandas, este puede ser un testimonio devastador para las máscaras que usan las plataformas para atraernos. Si antes, cuando pretendían portarse bien, desarrollaron software para aplastar ciudadanos, acabar con los adolescentes y promover limpiezas étnicas, ahora, dueños de un gobierno Estadounidense que avanza certeramente hacia la autocracia, ¿qué podremos esperar? 

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