Sueño dorado

Procuraduría General de la Nación. Foto CARACOL

Por Jaime Burgos Martínez *    

En estos días alguien me comentaba que hace algunos años, cuando era servidor público, soñaba que en algún momento podía llegar a ser titular del ministerio público; pero, por cosas de la vida, nunca aspiró a ello, a pesar de contar con la formación académica y la experiencia requerida para desempeñar las funciones, y, además de vital importancia, tenía la fe y confianza absoluta en la misión de la Procuraduría General de la Nación.

 Me aseguraba, con entusiasmo, que hubiera podido hacer mejor papel que muchos de los que desfilaron por esa quimera, o más bien, esta última caminó sobre ellos sin que la percibieran; tampoco, eso no es así ―le repliqué molesto―, por allí pasaron importantes personalidades de la vida pública de este país; sí, es verdad ―me respondió―, pero algunos de ellos no hicieron gala de la imagen que proyectaban, pues se dejaron manejar inmisericordemente por sus segundos de a bordo, mediocres con ansias de poder y de otras cosas indecentes…

Siguió diciéndome, esta Procuraduría de hoy da lástima, según los comentarios callejeros, por su falta de credibilidad, debido al cuestionado manejo que ha tenido en los últimos años y al estado de postración en que, recientemente, ha quedado, pues reina en su interior un mar de irregularidades; a esta nueva Administración que apenas comienza ―agrega― le toca acercar al ciudadano mostrándole el ejercicio eficiente y eficaz de las labores que tiene a su cargo, sin abusos y decisiones amañadas, para favorecer o perjudicar a cualquiera, con el fin de que vuelva a ser creíble.

Aunque parezca imposible de conseguir otra vez la credibilidad de la Procuraduría, no es difícil lograrlo ―alegaba mi contertulio―; de ahí que hay que poner en práctica la famosa paradoja de la «difícil facilidad», con la revisión de distintas materias que lleva sobre sus hombros: la duplicidad de funciones con la Defensoría del Pueblo, en todo lo relacionado con los derechos humanos; reducir su tamaño; convertirla en una institución proactiva, es decir, que tome la iniciativa, anticipe situaciones y actúe para lograr resultados positivos, sin esperar la queja disciplinaria, verbigracia, cuando se tenga información de un servidor público «próspero», hacer la investigación correspondiente con todos los datos que se tengan en las bases informáticas de las distintas entidades del Estado (DIAN, Fiscalía General de la Nación, Congreso de la República, superintendencias, etc.); formar un excelente equipo interdisciplinario en su nómina, con profesionales de distintas profesiones y especialidades, para la firme estructuración de las investigaciones disciplinarias, etc.

En mi sueño dorado, continuaba mi interlocutor, la Procuraduría debía ser la escuela de formación más importante en materia disciplinaria, con sus servidores-docentes curtidos en el diario ejercitar de sus funciones ―y no con teóricos de cafeterías―, y también en el importante mecanismo de la conciliación extrajudicial para solucionar conflictos de manera pacífica, siempre y cuando exista ánimo conciliatorio y no para cumplir requisito de procedibilidad ante la lenta y morosa actividad jurisdiccional.   

  ¡Qué va!, le contesté con cierto desdén. La Procuraduría de años atrás que era orgullosa de su Instituto de Estudios del Ministerio Público, que formaba docentes e impartía cursos de distinta índole jurídica, ya no es más que un grato recuerdo, puesto que ahora se escuchan los últimos estertores de su existencia, gracias a contratos millonarios con algunas empresas para la capacitación de sus servidores, que dejan mucho que desear; he ahí un gran reto para la Administración actual: revivir el Instituto y darle a la Procuraduría el lugar que merece como entidad y escuela seria y creíble de otras épocas.

Sin embargo, mi querido locuaz amigo, no hay que olvidar que, como dijo Pedro Calderón de la Barca en La vida es sueño, «y los sueños, sueños son».

*Jaime Burgos Martínez

Abogado, especialista en derechos administrativo y disciplinario.

Bogotá, D. C., febrero de 2025

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1 comentario

  1. Excelente. Eso que sueña el columnista es lo que esperamos los ciudadanos de un organismo de Control, como es la Procuraduría, que últimamente solo ha servido para cumplir con las cuotas políticas y para llenar los bolsillos de muchos de sus funcionarios.

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