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Por Óscar Domínguez Giraldo
La gente me mira raro cuando se entera de que me perdí deliberadamente el reality palaciego en el que rodaron cabezas. Estoy pensando seriamente escribir un manual para escurrirles el bulto a las alocuciones presidenciales y a los consejos de ministros televisados que se ven venir.
Las cosas se dieron espontáneamente. Cuando sonó el segundo himno más bello del mundo, cerré el libro “Minas de Oregón”, de Marcial Lafuente Estefanía que estaba leyendo. En principio me negaba aceptar que nos estuvieran metiendo gato petrista por liebre.
Pero empecé a ver cráneos familiares: el presidente Gustavo Francisco, sus perplejos ministros… También identifiqué a Laura Sarabia, a “Sin tetas no hay paraíso” Bolívar, y a un caribe que se aburrió de ser embajador en Roma. El que se aburre de Roma, se aburre de la vida, me dije recordando lo que alguien dijo de Londres.
Me dediqué a cambiar de canales con la ilusión de encontrar algo digerible. Hasta que me tocó aceptar que lo del consejo de ministros iba en serio. Entonces volví a Marcial Lafuente y me regalé películas de Chaplin y Cantinflas.
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Jaime Bateman, manzana de la discordia en el reality o Consejo de Ministros televisado. Foto El Universal
De pronto volvía al reality. En una de esas me ericé cuando el presidente Petro comparaba a Jaime Bateman con Armando Benedetti. Se me devolvió hasta el primer tetero. “… qué falta de respeto, qué atropello a la razón” con quien le consiguió chanfa en Palacio donde bosteza de la jartera.
“Tiene un toque de Jaime Bateman, que es la magia. Benedetti tiene magia”, dijo el presidente sin arrastrar consonantes finales. La comparación con Bateman cayó mal entre la vieja guardia del M-19. “No acepto que se compare al señor Benedetti con Jaime Bateman”, comentó Augusto Rodríguez, un histórico del Eme, próximo al asfalto burocrático.
Hace 42 años dialogué unas cuatro horas con Bateman en Santa Marta y jamás dijo algo que no pudiera oír la madre Margarita, de Envigado, la única monja de clausura de conozco. No soltó un solo hpmadrazo. Nada de hablar de plata mal habida para financiar a sus guerrillos. En materia de adjetivos al presidente Belisario apenas le colgó el inri de demagogo. Nada que ver con el lenguaje de alcantarilla de Benedetti.
Menos mal, en otra reculada histórica, el presidente admitió que podría prescindir del talento y el talante del hombre que será un best seller cuando escriba el libro «Lo que usted quería saber acerca de Gustavo Francisco”. Si el título peca por largo, Gustavo Bolívar le puede sugerir otro…
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Jaime Bateman (izquierda), en compañía de Conrado Marín y de este reportero en la entrevista realizada hace 42 años. (Archivo Colprensa)
ULTIMA ENTREVISTA CON JAIME BATEMAN
La última entrevista que convocó en la clandestinidad Jaime Bateman, fundador del M-19, el abril 26 de 1983, fue para desmentir que estuviera en coqueteos con el fallecido coronel Gadafi, de Libia.
Dos días después, Bateman y su pequeño sanedrín viajarían a Panamá a explorar caminos de paz con el visto bueno del gobierno del presidente De la Espriella. El contacto tenía el aval del presidente Belisario Betancur y del más ilustre paisano de Bateman, el Nobel García Márquez. Nunca llegaron. La avioneta se estrelló debido al mal tiempo. No se encontraron rastros de sabotaje o atentado en la avioneta accidentada. Las malas condiciones atmosféricas provocaron la tragedia.
Así lo reconoció otro de los fundadores del M-19, José Yamel Riaño, en entrevista-libro con el exasesor de paz de Antioquia, Jaime Jaramillo Panesso (“La Espada de Bolívar”, editorial ITM). Riaño estuvo al frente de las investigaciones que adelantó por su cuenta el Eme.
La entrevista que le hicimos a Bateman, con un colega de Radio Nederland, de Holanda, se realizó en un apartamento de El Rodadero, en Santa Marta.
“Hacer bien la política es como hacer bien el sancocho”, solía predicar el chef Bateman. Su forma de hacer el sancocho consistió en regresar a sus “guerrillos” a la civilidad en tiempos de Virgilio Barco. Finalmente, el Eme conquistó el poder con el presidente Gustavo Petro.
Clandestinidad sin pueblo
A los postres la conversación derivó hacia asuntos menos explosivos:
– ¿Cuáles son los peligros de la clandestinidad?
– Bueno, la clandestinidad de por si es una situación que a nadie le gusta. Es un estado obligatorio que hay que asimilar como tal. La clandestinidad a nivel urbano, es un complejo de actividades, de relaciones humanas, sicológicas, políticas, sociales, que si no se tiene un objetivo claro, sobre todo de para qué es la clandestinidad… A nuestro juicio la clandestinidad sirve par enfrentar un sistema que no permita una participación legal. No significa dejar la política de un lado. Todo lo contrario. Significa un mayor esfuerzo, una mayor dedicación y un alto espíritu. Una alta moral para poder sortear las dificultades que se le presentan a cualquier político que se meta a la actividad clandestina. Lógicamente que en ese procesos se presentan los traumas: el delirio de persecución, el delirium tremens… Bueno, toda una serie de situaciones que se le pueden presentar a una persona cuando pierde el objetivo, es decir, el pueblo. Una clandestinidad sin pueblo, no es clandestinidad. Nosotros le decimos a eso “aparatismo”. La agente que se encierra en un apartamento a esperar a que se libere el país, no tiene sentido, ¿cierto? Para nosotros la clandestinidad tiene sentido siempre y cuando que eso proteja la organización, proteja los planes políticos y militares que elaboramos. Nosotros tenemos la ventaja del campo donde la mayoría de nuestros militantes que se “queman”, como se dice en el argot popular, o sea, que son detectados por el enemigo, sencillamente los trasladamos al campo, a hacer trabajo político, entre el campesinado o trabajo guerrillero normal. Más o menos es una de las terapias que nosotros tenemos. Claro que ésa no es la terapia para todo el mundo…
- ¿La suya cuál es?
- Una alta moral (carcajadas). Yo creo que es la terapia de la mayoría de nuestros dirigentes. Porque una buena moral con un buen criterio del papel que uno debe jugar en este proceso, llena ese vacío. El vacío existencial de que hablan en un guerrillero es cuando ha perdido el objetivo de su lucha. Gente que pierde la meta.
- ¿Decía que una clandestinidad mal manejada puede llevar a la gente a la locura?
- Exactamente. Así se vio en las experiencias vividas en Venezuela, en el Uruguay. Primero, porque perdieron el objetivo de su lucha y segundo porque se encerraron en sí mismos, creyendo que la liberación de sus pueblos les iba a llegar a los apartamentos. Nosotros somos enemigos de ese criterio. Ahora, la clandestinidad es todo un mecanismo técnico, digámoslo así, de compartimentación, de guardar el secreto, de que la gente no sepa realmente cuál es la actividad de uno. De que al mismo tiempo, la gente que está con uno sepa lo que uno está haciendo, ¿cierto? Hay mucha gente que ha guardado su total identidad como miembro del M-19 y, sin embargo, está en los sindicatos, en el Gobierno, en la diplomacia, dentro de los militares y gracias a un gran esfuerzo mental y a una gran disciplina y una alta moral, se ha mantenido en esos puestos que para nosotros son claves.
- ¿Usted cómo mata el tiempo?
- Leyendo literatura, mucha literatura. Escuchando música. Pero más que todo hablando con los compañeros. A mi, por lo general, no me queda tiempo para diversiones. Además de que las diversiones en estos campos son fatales ¿cierto? Pero siempre que hay oportunidad las aprovechamos a fondo.
- ¿Cómo se evita el culto a la personalidad? ¿O usted es de los que dicen: aquí el que manda soy yo y no hay nadie más…?
- En primer lugar, con un colectivo de personas que son las que en definitiva se juegan la vida y, por lo tanto, deben tomar también las determinaciones. Estas determinaciones del M-19 por lo general son tomadas en colectivo. No todas las determinaciones las toma un aparato que nosotros llamamos la Dirección Nacional de la organización que son 41 compañeros que representan sectores diferentes de la organización y toman unas determinaciones. Las estratégicas las toman las conferencias nacionales del M-19. Entonces, el papel realmente del jefe, en el caso mío, es realmente el de privilegiar, controlar, estimular, pero nunca el de que hacer la función de un dictador. Además, la personalidad no ayuda para eso.
- ¿Nunca le han intentado dar un golpe de estado en el M-19?
- Nooo. No es necesario porque no hay dictaduras. Los golpes de Estado se dan cuando hay dictaduras. Mientras no haya dictadura, no hay golpe de Estado.
- ¿Es decir que no hay motivo para el “codazo” en su organización?
- Por ahora no. Ni creo que se presente… Siempre y cuando mantengamos ese espíritu de colaboración, de dirección colectiva y de lucha. Porque lo que más perjudica a las organizaciones no es ni eso, sino cuando la gente pierde la perspectiva del triunfo y la perspectiva de la lucha, ¿cierto? Para mucha gente es duro que el triunfe no se logre en dos meses. Esos son los malos revolucionarios. Nosotros no le ponemos fecha a las cosas. Preferimos que la gente esté consciente de lo que está haciendo y reconozca las inmensas dificultades que nosotros encontramos para hacer la revolución en este país. Dificultades de todo tipo: desde las económicas, las familiares, políticas, militares.
- ¿Los miedosos también tienen asiento en la guerrilla?
- (Risas) Alguien decía que la valentía es el miedo controlado. Pero es mentira: quien no sienta miedo está diciendo una mentira. Todo el mundo siente miedo. La cobardía es el miedo que uno dejar correr.
- ¿Ente ustedes cuál es más frecuente entre la valentía y la cobardía?
- Bueno, yo creo que uno siempre siente miedo. Siempre. Pero también siempre sabe por qué está en esto y por qué debe mantener la altura frente a cualquier circunstancia.
- ¿Y cuál es su reacción frente a una situación de miedo?
- El relajamiento. Relajarse y razonar. La dificultad del miedo es que no lo deja razonar a uno. Entonces uno utiliza más la reacción inmediata, Yo prefiero pensar.
- ¿Pero es posible pensar en una situación de esas?
- Claro, depende de los acontecimientos. Cuando a uno le asaltan un campamento, por ejemplo, la primera reacción de uno es escapar. Pero esa es la peor reacción. El que escapa le está dando blanco al enemigo. La primera reacción es tomar posición. Mirar dónde está el enemigo. La primera reacción, lógico, es tirarse al suelo. Para eso se necesita entrenamiento. Muchas cosas. Eso no se hace así no más. Mucha gente prefiere correr, y en la carrera los que corren son los que caen primero.
- Usted tiene conciencia de que es el más buscado de Colombia: ¿no le da miedo?
- Claro que me da miedo. Pero tampoco como que me voy a poner a temblar. No, no. El enemigo también tienes sus puntos débiles, ¿cierto? Que es lo que hay que aprovechar. Pero tampoco jugar con candela. Tampoco ponernos de “papaya” al enemigo para que nos joda. Pero lo importante no es eso. Eso lo puedo hacer yo, lo puede hacer otra persona. Lo importante es que haya un grupo de personas, ojalá bastante numeroso, que enfrente el estado de las cosas que vive el país. Eso es fundamental para nosotros. El aparato para nuestros es cuestión segundaria.
- Algo que le puede parecer secundario: ¿el hecho de que no puedan tener vida familiar cómo influye?
- Bueno, pero es que nosotros tenemos vida familiar. Compartimos una vida familiar con altibajos. Por lo general, procuramos que la gente tenga su casa aparte. Ahora: la realidad es que esta lucha exige sacrificio. Por eso no todo el mundo puede estar en estos trotes. No se puede exigir a todo el mundo que haga sacrificios. Por eso no hacemos distinciones entre revolucionarios buenos y revolucionarios malos. Para nosotros, revolucionario es aquella persona que piensa que en este país debe haber un cambio y debe haberlo a favor del pueblo. La persona que piensa así es miembro del M-19. Ahora, a esa persona no le vamos a exigir que se vaya para el monte. Nunca. Ni vamos a decir que el guerrillero que está en el monte, es mejor revolucionario que el burócrata que está en un escritorio acumulando información para la organización. O simplemente haciendo una labor sindical. Para nosotros no hay escala de valores. Las escalas las tenemos en los grados militares. Todo eso es formal. Hay gente nuestra que no ha estado en una reunión de dirección nacional, por ejemplo. Gente que maneja secretos porque está dentro del Ejército. Esas son personas que sufren más que nosotros. Se angustian más que nosotros. Porque su información de la organización es muy poca. Es la información que da la prensa. Hemos sido enemigos de poner al soldado guerrillero como el súmmum del revolucionario. Hay muy buenos revolucionarios en las ciudades que nunca han tocado el monte. Y ha hecho operaciones increíbles. Hay ancianos, que son miembros del M-19 que hacen tan buen trabajo como cualquier muchacho.
- ¿Qué hacen los ancianos?
- Nos colaboran en documentación, toda esa cosa. Hay gente que hace inclusive acciones militares. Nosotros tenemos un gran respeto por ellos. La experiencia enseña bastante. Un buen consejo a veces sirve más que cien acciones miliares.
- Y dentro de esos consejeros ¿a quienes mencionaría?
- (Carcajadas) Hombre, no los puedo mencionar. Son personalidades políticas de este país.
- No hablemos de los vivos. Remitámonos a los muertos…
- Nosotros preferimos nombrar a Simón Bolívar, a José Antonio Galán. A Jorge Eliécer Gaitán. No necesitamos importar ideologías. Las tenemos aquí. Aunque los señores de El Espectador digan que nosotros dependemos del señor Gaddaffi.
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