Por Oscar Dominguez Giraldo
Con barro que encontró debajo del palo de manzanas del paraíso Dios cometió el descache de hacer a Adán. Como el que peca y reza empata enseguida hizo a Eva. Ahí fue Troya. (Aprovecho para agradecer a Adán – y a Eva, en primer lugar, claro- que hayan comido del árbol prohibido. Gracias al nada original pecado de la desobediencia salgo para el siguiente párrafo…).
Dios fue el primer alfarero. Lo dice el poeta español Rodríguez Marín en estos versos: “Oficio noble y bizarro/entre todos el primero/que en el oficio del barro/Dios fue el primer alfarero/y el hombre su primer cacharro”.
Al “cacharro” de Sonsón, Pablo Jaramillo, le dictó el mismo oficio que a Dios. Por hacer el amor con el barro, el Concejo de Medellín le otorgó la condecoración Juan del Corral en la categoría que no destiñe: oro puro.
En el salón del cabildo se proyectó un video donde Pablo se regodea amasando el barro. Sugiero, antes de cada sección, proyectar el video. Los ediles rendirán más.
“Si hacemos las cosas de afán, salen de afán; si las hacemos con pereza, salen perezosas; si las hacemos con amor, salen amorosas”, me dijo un vez el galardonado.
El amor es la otra materia prima del trabajo del artista al que la Universidad Nacional de Medellín, le otorgó diploma de maestro en dibujo. Con su pasión se ha lucido en Colombia y París, donde perfeccionó su arte, previa escala erótica en Pamplona, Norte de Santander, donde levantó a Cecilia, su arma secreta.
La concejala Leticia Orrego, quien promovió la distinción, dijo que Pablo ha hecho de su vida una obra de arte.
La distinción fue un reconocimiento a su vida, obra y milagros. Y a su condición de profesor de miles de pupilos: estornuda y está enseñando algo.
Circula la sospecha de que en vez de tetero, el bebé Pablito pidió un torno. Desde entonces ha vivido a, ante, bajo, cabe, con, contra, de y desde, hacia, hasta, para y por su oficio.
Viéndolo mayaliar, el escritor Mejia Vallejo dijo que tenía fe en su obra “porque he adivinado su capacidad artesanal”.
El poeta Robledo Ortiz concluyó que “el barro que utiliza se iba volviendo piel de porcelana o vientre de tinaja enamorada”.
Su paisano el arquitecto y poeta Hugo “Penjaus” Álvarez lo biografió en tres palabras: “Alfarero de estrellas”.
Ver y sí tocar es la receta de Jaramillo para disfrutar su obra. La encuentran en el Museo que le regaló a Sonsón en 2012. Según el director del Museo, Jairo Valencia, encontrarán claroscuros, esculturas, módulos, desnudos, minimurales y pinturas de todos los colores. Para que no queden dudas de su entrega en lo que hace, Pablo es de los que piensa que “hay que ejercer los oficios, no vegetar en ellos”.
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