La gobernación del Valle acaba de premiar por su vida y obra a las poetas Carmiña Navia y Águeda Pizarro, y al columnista, escritor y profesor Julio César Londoño. Guaqueando en mi archivo, rescaté esta vieja nota-entrevista con Águeda Pizarro
Por Óscar Domínguez Giraldo
Colombia sigue siendo tierra fértil para la poesía. Desde hace 40 años las mujeres empacan sus metáforas y su eterno femenino y se reúnen en el Museo Rayo, en Roldandillo, Valle, donde dejar oir su voz muy cerca del palo de mango que en una época estuvo habitado por murciélagos. Sólo accedieron a irse cuando la mamá de Águeda, nacida en Transilvaniaa, donde el Conde Drácula tiene el castillo, recitó un conjuro poético que los convenció de que se fueran con su misterio a otra parte
La poeta Águeda Pizarro, presidenta de la Fundación Museo Rayo, tiene la maternidad responsable de ese encuentro en el que las mujeres comparten sus vivencias estéticas.
Como no tienen nada en contra de los hombres, las poetas que
invaden Roldadillo permiten que el sexo débil (el masculino) asista en calidad de invitado… a escuchar. En esa condición asistía el maestro Omar Rayo, esposo de Águeda. Prestaba su museo, se le permitía colgar sus poemas visuales en la pared, servir el tinto, aplaudir y pare de contar.
La vez que la entrevisté, Águeda exigió para las mujeres el título de poetas. Nada de poetisas, así los rostros de madera de la Real Academia hayan avalado el voquible. Lo de poetisas no las desvela. Creen que al llamarlas así, “el bobo sapiens” les está negado – o ninguniando- algo.
Hecha la claridad semántica, Águeda, neoyorkina, hija de
español prófugo de Franco y de paisana de Drácula, proclama maternidades.
Recuerda que no sólo la poesía es femenina. También lo son la
inspiración, la imaginación, la palabra, la letra, la vida, la mujer.
Cuando habla, la voz de Águeda parece un murmullo. Es su forma de recordar a «Murumullo», su amado ‘rascacielos’ siamés de cuatro
patas que exportó de Roldanillo a Nueva York, su residencia durante años. Como no puede viajar con el gato, “anarquista de los tejados”, como lo llama el poeta Roca, lo pinta.
La familia Rayo Pizarro elabora postales con base en dibujos suyos. El beduino Omar, doble del egipcio Omar Sharif, abrió el camino. Siguió Águeda. Y Sara, la hija del matrimonio, pinta desnudos para postales fugaces.
Sara los hizo abuelos en vida del maestro Rayo. Cuando murió su abuelo, el crío lo vio en los noticieros en videos de archivo. Entonces aclaró: “El abuelo no ha morido”. (En la foto, la familia Rayo Pizarro).
El nombre de Sara vino envuelto en una columna de humo que su
padre vio a la entrada de la clínica bogotana donde nació hace varios poemas
y algunos cuadros de mamá y papá. Y así se quedó.
METAFORAS DE VIDA
Águeda Pizarro no sólo se expresa a través de sus poemas, parecidos a ella. También escribe en «Verbo Hembra», un libro del Centro Editorial de la Universidad del Valle, hecho para perpetuar los encuentros de poesía de Roldanillo.
Allí leemos en la prosa de Águeda que «las mujeres venimos
al mundo admirablemente preparadas para la poesía. Somos metáforas
de vida, porque nuestro es el poder de la transformación y la
condición de ser el verbo con todos sus tiempos».
No en vano uno de tantos encuentros tuvo como lema: «Hacia una visión
propia de la mujer».
Águeda justifica la proliferación de estos foforros literarios:
«Tiene sentido oírnos porque creo que nuestra realidad es
ignorada, disminuida y muchas veces negada por la crítica, por los
demás poetas y por nosotras mismas… Como mujeres y como poetas
nuestro tiempo es la presencia».
Doctora en filología francesa, exprofesora de inglés, francés y español en una universidad de Nueva York Águeda, delgada como un endecasílabo, certera como un haikú, misteriosamente bella, considera la poesía como la forma más hermosa de vivir.
Y de perdurar. No en vano en su bolso de viaje con el logo de uno de los encuentros de poetas, Águeda llevaba el día de nuestra charla un libro de Sor Juana Inés de la Cruz, la poeta mexicana del Siglo XVII, cuya obra conoce al dedillo.
ÁGUEDA EN POCAS PALABRAS
=====================
– ¿LIBRO QUE ESTA LEYENDO?
– La Respuesta a Sor Filotea. Carta de la gran poeta mexicana del
siglo XVII, defendiendo su derecho como mujer a la educación y a la
libre expresión, su derecho a ser mujer y poeta.
– ¿PECADO QUE MAS LE GUSTA COMETEr?
Para mí, no es pecado.
– ¿VIRTUD QUE MAS ADMIRA EN LOS OTROS?
La compasión en el sentido de «compenetración total con»,
compartir la pasión en todos los sentidos de la palabra.
– ¿DEFECTO QUE LE GUSTARIA TENER?
Los tengo todos.
– ¿QUIEN LE GUSTARIA HABER SIDO?
Todas las mujeres para entender mejor quién soy.
– ¿QUE ES UN AMIGO?
Una amiga es una hermana nacida en otra casa.
– ¿LOS ENEMIGOS PARA QUE?
Exacto. ¿Para qué? No los necesito, ni los busco.
– ¿PERSONA QUE MAS HA INFLUIDO EN USTED?
«In-fluido»; que linda palabra! ¿Quién ha «fluido» por mí? Esta
pregunta tiene muchas respuestas. ¿Será la persona con quien más he
hablado? Porque las palabras fluyen como ríos. ¿Será la persona a
quien más he mirado? Porque los colores y los movimientos también
fluyen por los ojos. ¿Será la persona a quien más he amado? Porque el
amor es una corriente. Lo que hace la respuesta difícil es la palabra
MAS. Hay muchas respuestas, no puedo elegir una. Todo lo que he
escuchado de los demás, todo lo que he amado, lo que he leído, que he
aprendido ha fluido por mí y hasta que me muera seguirá fluyendo por
mi pluma a esta página en blanco.
– ¿LO QUE LA SACA DE QUICIOS?
La crueldad; la injusticia.
– ¿TIENE CON QUE SALVAR SU ALMA?
Sí, la poesía.
– ¿DE QUE QUISIERA MORIRSE?
De felicidad.
– ¿QUE LE GUSTARIA OLVIDAR?
Justamente lo que no puedo olvidar: el dolor que les he causado a
otros seres.
– ¿POR QUE DESEA QUE LA RECUERDEN?
No deseo que me recuerden para la posteridad. No puedo desear lo
que está fuera de mis manos. Creo que viviré hasta que se mueran
todas las personas a quienes he conocido, con quienes he compartido
la vida. Con ellos seguiré hablando en todos los rincones, las
esquinas, las ciudades y los campos de su memoria.
Y DOS PREGUNTAS QUE LE HICE AL MAESTRO RAYO EN OTRA OCASIÓN:
ODG: ¿Cómo ha sido ese influjo de su esposa Águeda?
OR: Bueno, el influjo es mutuo. Ella dice que sin la presencia mía no hubiera llegado a ser poeta y yo digo que sin la ayuda de ella tampoco hubiera mantenido yo mi verticalidad, hubiera dejado los fierros en algún lugar y me hubiera dedicado a hacer diseño gráfico o a vivir en una empresa de publicidad. Pero el coraje y el querer ser un profesional de la estética, ella me ayudó muchísimo y me sigue ayudando. Nuestra hija Sara, ha tomado mucha influencia de los dos,
ella escribe poesía, en inglés y en español, pinta también y con un estilo muy propio, muy particular, le interesa mucho la ecología y yo en un principio también hice becujismo que es una especie de ecología también. Muy curioso, no, una coincidencia muy rara. Sara estudió en Nueva York.
ODG: ¿Y el nombre de Sara de dónde viene?
OR: Esa es una cosa muy curiosa. Ella nació en Bogotá, en la Clínica del Country, el 4 de enero de 1957, es capricornio también. Me dijeron: maestro Rayo, acaba de nacer su hija, es una niña, ya lo llamaremos para que la venga a conocer. Entonces yo me salí a una baranda a mirar el parquecito que queda frente a la carrera 15 y me quedé mirando los pajaritos que estaban corriendo y jugando y buscando comida y peleándose, cuando yo sentí de pronto que salía
como una nube debajo de los pájaros, de la tierra, una nube y esa nube decía Sara y desapareció. Entonces le pusimos Sara.
Dejar una contestacion