Daniel Samper Pizano
Estábamos acostumbrados ya a los escándalos vaticanos, cuando se confirma otro episodio cuyo desenlace permanece calladito en nuestro país… a pesar de que hay una monja pastusa (en realidad, de Buesaco, Nariño) involucrada en él como víctima.
La sentencia reciente de un tribunal laico italiano donde figura la religiosa inyecta nueva actualidad a este terremoto de desprestigio cuyo protagonista fue el número tres de la jerarquía católica. Vale la pena contar la historia completa, pues, para sorpresa de quienes desconocen los anales del papado, abundan en ellos santos y demonios.
Desde los tiempos medievales, para no ir más atrás, el Vaticano ha violado algunos de los diez mandamientos que Dios le confió a Moisés y el demonio se esmera en pulverizar.
Encabezan la lista de transgresiones diabólicas los pecados contra el quinto (no matarás). Según los especialistas, diez papas, quizás once, fueron asesinados. El último, Juan Pablo I, era aquel pontífice que falleció en extrañas circunstancias en 1978 al cabo de apenas un mes de su elección.
También Roma contraría el sexto: no fornicarás. Es atroz el volumen de abusos sexuales cometidos contra miles de inocentes, en su mayoría menores de edad. Contrarió, asimismo, el octavo (no mentirás) al ocultar dichos crímenes sexuales. Y ha pecado contra el séptimo (no robarás) hasta el punto de que episodios como el mal uso del Banco Vaticano y las maromas ilícitas del arzobispo Paul Marcinkus hicieron tránsito al cine de mafiosos. ¿Recuerdan en El padrino III a aquel siniestro arzobispo Gilday? Estaba inspirado en Marcinkus, asiduo visitante a Colombia cuando en 1968 tuvo lugar el primer viaje ultramarino de un sumo pontífice, el atormentado Pablo VI.
“¿Y la monja colombiana?”, se preguntarán ustedes. Allá llegaremos.
Empezó ya, pero no en la pantalla sino en la vida real, El padrino IV. Se trata del escándalo del cardenal italiano Angelo Becciu, corrupto administrador del dinero santo en su calidad de secretario de Estado. El novelón surgió hacia 2012, cuando al purpurado le dio por engordar las cuentas vaticanas de manera poco ortodoxa.
Lo que siguió fue una danza de dinero —cerca de 160 millones de dólares— que abarca inversiones ruinosas, mordiscos de tiburones financieros, préstamos indebidos y ayudas a familiares. Acaba de revelarse el expediente completo de 800 páginas con detalles de este nuevo asalto a “la banca de Dios”. Aunque Becciu no se enriqueció personalmente y apeló el fallo, fue sancionado por el papa Francisco y a él y sus cómplices les clavaron cinco años y pico de prisión.
“¿Y de la monja, qué?”. Paciencia. Estamos cerca.
Dice El País (nov. 1, 2024): “Todo está escrito en una condena oficial: aventuras especulativas para invertir en un yacimiento petrolífero en Angola; una operación desastrosa para comprar un edificio de lujo en Londres de 300 millones [de euros] a través de personajes de poco fiar”. Y añade el desvío de dineros a la cooperativa de un hermano de Becciu en Cerdeña y la malversación de fondos a cargo de una amiga del cardenal que fingió ser agente secreto para rescatar una monja secuestrada en Mali.
Esa es nuestra monja… Ahora sí entra en la historia Gloria Cecilia Narváez, misionera colombiana de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada que desde muy joven se dedicó a ayudar a los pobres y los indígenas en la Amazonía y Ecuador. Más tarde, en 2002, se trasladó a Benín, en el África occidental, de donde fue enviada en misión al cercano país de Mali. Debía reemplazar a otra monja de manera transitoria.
A comienzos de 2017 un grupo de fanáticos islámicos entró a la vivienda de las religiosas y se llevó a sor Gloria Cecilia al lejano desierto de Sahel, donde pasó los siguientes años tratada con dureza, denostada como “perra católica” y acompañada a veces por otras extranjeras capturadas. Su única entretención era rezar y ver pasar animales salvajes: jirafas, cebras, tortugas… Posibilidades de huir, cero: un par de intentos de escape fracasaron y recibieron doloroso castigo. Cada muchos meses los terroristas remitían pruebas de supervivencia a la familia Narváez. La comunidad, la Cruz Roja y el gobierno colombiano, apoyado por los de Francia y España, buscaban negociar su liberación.
Lamentablemente, el dinero que se recogió para gestionar el rescate quedó en manos de Becciu y su equipo. Cecilia Marogna, amiga del cardenal, se encargó de manejar los fondos y acabó dilapidándolos en hoteles de lujo, costosos restaurantes, viajes, compra de ropa fina y giros al hermano del prelado. Según el expediente judicial, Becciu gastó 589.000 euros (cerca de 2.800 millones de pesos) que “resultaron ajenos a cualquier relación con el rescate de la monja”. La sentencia señala que entre el cardenal y la despilfarradora existían vínculos “muy amistosos, si no de verdadera familiaridad”.
Otra vez, pues, un prelado vaticano atropellaba el sexto y el séptimo.
Por fin, gracias a una labor cuyos detalles permanecen en reserva, la religiosa nariñense fue liberada el 9 de octubre de 2021. Habían transcurrido cuatro años y ocho meses. Mantenía intactas sus creencias y esperanzas. Otras cinco víctimas salieron también con ella del cambuche. El primer deseo de Gloria Cecilia Narváez fue visitar al papa Francisco, que la recibió y conversó con ella. El presidente Iván Duque celebró la noticia. El 16 de noviembre regresó Gloria Cecilia a Colombia. En el aeropuerto Eldorado la recibieron sus compañeras de comunidad con pancartas de bienvenida y gritos de alborozo. Pasto la aclamó.
Tras un período de descanso, la monja, nacida en 1961, regresó a su labor misionera en la costa colombiana sobre el Pacífico. Allí permanece. Los que envolataron la plata están condenados. La prensa volvió a informar. Los secuestros siguen.
ESQUIRLA: Qué joya de discurso el que leyó Piedad Bonnett, nuestra mayor poeta, al recibir esta semana en España el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana… En 1997 lo obtuvo otro colombiano: Álvaro Mutis. Ambos invocaron a la poesía como ese acto de fe que nos permite vivir día a día.
Sor Gloria Cecilia Narváez
Dejar una contestacion